Revista Cultura y Ocio

Litto Nebbia - El Vendedor de Promesas (1977)

Publicado el 13 junio 2023 por Moebius
Litto Nebbia - El Vendedor de Promesas (1977)Un disco de una época inmejorable de Litto, es la reedición de uno de los mejores trabajos que jamás fue editado en CD. Este es un grán trabajo conceptual lleno de melancolía, pasión y emotividad sustentado por la poesía de Mirtha Defilpo. Una combinación de rock sinfónico, toques de fusión y su estilo personal, en uno de los puntos más altos de su carrera solista; las texturas son hermosas, lleno de sutiles arreglos, estructuras que sorprenden, ritmos avanzados. todo un adelantado. Otro disco recomendado, de los tantos que tenemos en el blog.
Artista: Litto Nebbia
Álbum: El vendedor de promesas
Año: 1977
Género: Rock sinfónico, Jazz fusión, Rock
Duración: 50:34
Nacionalidad: Argentina
Antes que nada dejo un comentario pertinente que dejó un cabezón apenas publicamos este disco:Excelente crónica! Comparto todo lo dicho, en especial sobre HUINCA. Incluso, para mí ese grupo sonaba como Los Gatos del futuro, de haber seguido juntos. Tambien creo que la trayectoria de Nebbia es indiscutible, más allá que no nos gusten todos sus discos, por ser un creador con mayusculas. Y el trío Nebbia-González-Astarita...QUÉ GRUPAZO, POR FAVOR!! Recuerdo una vez que el querido negro González subió al escenario con guantes de lana, del frío que hacía. Eran (y son) seres entrañables y MUY auténticos.
Abrazos y gracias Moebius.Dr Robert
Esta es una reedición del 2002. Una obra conceptual que tiene esta historia:
En 1973, junto a Néstor Astarita (batería) y Jorge González (contrabajo), y con la colaboración de Ciro Fogliatta en la producción artística, Nebbia grabaría uno de sus mejores trabajos, Muerte en la catedral. La lista de invitados incluía al cantante, guitarrista y compositor Roque Narvaja, los violinistas Fernando Suárez Paz y Antonio Agri, el baterista Oscar Moro y Bernardo Baraj, entre otros músicos. A la excelencia compositiva de piezas como “El otro cambio, los que se fueron”, “La operación es simple”, “El revólver es un hombre legal” y “Vals de mi hogar”, se suma el exquisito trabajo en arreglos del extraordinario orquestador Rodolfo Alchourrón, ya fallecido. Es este un tiempo memorable, en el cual el rock nacional, aún en ciernes, ya se permitía intentar un diálogo fecundo con lo más interesante de la música de tradición escrita. Otro acierto histórico de Litto Nebbia. También este disco marca el inicio de una etapa de coautoría de Litto y quien por entonces era su pareja, la poeta Mirta Defilpo. Muchos de los temas incluidos en Muerte en la catedral llevan letra de Defilpo.
Nebbia, Astarita y González volverían a estudios en abril de 1974 y saldrían pocos días después con el extraordinario Melopea, un álbum sin fisuras en el que Nebbia confirmaba todo lo bueno que había distinguido a Muerte en la catedral. En esta placa, cargada otra vez mayoritariamente con la poesía de Defilpo, el talento melódico del rosarino se despliega en canciones como “Apelación de otoño”, “La ventana sin cancel” y “El restaurant del diablo”. La lista de invitados, menos nutrida que la de Muerte en la catedral, tenía otra vez a Rodolfo Alchourrón como nombre clave, además de la participación del bandoneonista Rodolfo Mederos.
Antes de exiliarse en México, Nebbia produjo, en 1975, el álbum En el hospicio, del dúo Pastoral. De esa época datan también otras cuatro placas propias: Fuera del cielo, Bazar de los milagros, El Vendedor de Promesas y Canciones para cada uno (Volumen 1).
Fuera del cielo es una placa que lo muestra a Litto nuevamente en compañía de Astarita y González, con algunos temas memorables, como “Arcano del loco” y “Nino se enamoró”. En Bazar de los milagros Litto toca todos los instrumentos, con el guitarrista Dani Hommer como invitado. El Vendedor de Promesas, en tanto, se muestra más como una obra conceptual, con letra de Defilpo, Nebbia en los teclados y voz, y González y Astarita en contrabajo y batería, respectivamente. Vale destacar que Canciones para cada uno (Volumen 1) pone en escena un elenco notable de músicos: Dino Saluzzi en bandoneón, Manolo Juárez en piano, Chivo Borraro en saxo y el mencionado Alchourrón en guitarra, entre otros.
La música de Santa Fé

Bueno, creo que si nunca has escuchado a Litto, quizás éste ea uno de los mejores puntos por donde entrarle. Y no voy a escribir mucho, dejo un par de comentarios y al disco:
Los Beats llenan estadios. Los jóvenes –contaminados por MTV y demás- caminan por las calles argentinas creyéndose Eminem’s, rapeando, usando pantalones anchos y remeras que les llegan a los tobillos. Hay gente que incluso se corta el pelo para aparentar estar recién levantado. En una sociedad donde lo que está en boga es aparentar, imitar descaradamente y “hacer de cuenta que soy…” (llenar con el nombre que corresponda), es entendible que Litto Nebbia no tenga mucho éxito, ni reconocimiento ni fans nuevos. Litto Nebbia siempre es Litto Nebbia. En 1985, en 1972 y en el 2007 Nebbia es Nebbia: con sus canciones, su fraseo, su armonía, sus letras, su voz. No es común en el la industria discográfica que esto ocurra. Por hablar de solistas argentinos: ¿alguien puede reconocer al Charly García de 1983 (el que cantaba “Porque vos nos sos mejor yo/ Yo no soy mejor que vos”) en el que toca en el Hotel de Alan Faena?, ¿alguien puede vislumbrar al Fito Páez del 63’ con el tipo que camina en el video clip de “Eso que llevas ahí”?, ¿alguien observa al Calamaro actual, el de los tangos, boleros y música ciudadana en el pibe maquillado que tocaba los teclados en Los abuelos de la nada? No estoy haciendo una apología al estúpido “no cambies nunca” al que el rock es tan afecto –incluso algunos de estas metamorfosis ayudaron a los artistas en cuestión- sino una simple acotación a esa práctica tan común en el rock argentino (y la música en general) de probarse todos los trajes y no quedarse con ninguno, perdiéndose en ese ínterin el carácter singular e individual que debe tener todo artista. Nebbia, para bien o para mal, lo tiene. No vamos a ser tan ingenuos o fans para decir que todos sus discos son buenos porque estaríamos cayendo en una contradicción: aceptar que uno gusta de la música de Nebbia es aceptar que uno nunca va a poder tener su colección entera de discos. Por ejemplo –tomando dos años al azar- entre el 2002 y el 2003 grabó los siguientes discos: Canciones desde Península Valdés, Tributo a Brian Wilson, El compositor no se detiene, La noche del colibrí, Litto Nebbia y Lito Vitale, Las Aventuras de Domingo Cura y Litto Nebbia, Una Mirada y Definitivamente Vivo Vol. 1. Quizás en cada disco hay un solo tema que merezca la escucha, es verdad, pero en ese rizoma musical también puede que aparezca un discazo olvidado en el espacio-tiempo. Y no olvidar que algunas de las mentes más brillantes del rock argentino vienen prometiendo un disco desde hace 4 años.
El mejor ejemplo de la correspondencia de Nebbia con la industria de la música es el último corte –y quizás único- de El palacio de las flores, ese gran disco que Nebbia grabó con Andrés Calamaro el año pasado. Al momento de llegar los coros del ex Gatos Salvajes, para las radios y los canales de video clips “Corazón en venta” termina, abrupta y absurdamente, ya que no recuerdo temas cortados con tanta exactitud y mala leche en años. Es que Nebbia no pega con el artista medio: no tiene tatuajes, no hace gala de ningún maltrato a las mujeres, no se tira de un noveno piso, no esta casado con una actriz ni una modelo, no le pega a los periodistas (incluso los recibe en su casa y les muestra su colección de películas), no tiene un séquito o un grupo de acólitos que le preservan su integridad y ni siquiera (como Spinetta) ha sabido (o querido, mejor dicho) crear alrededor suyo un enigma a través de sus apariciones públicas o sus letras. Por el contrario Nebbia trabaja, tiene un sello, quizás el único de música argentina (Melopea), se codeó con dos de los exponentes más grandes del tango (Goyeneche y Cadícamo) y graba incansablemente canciones sobre el amor, la vida, el paso del tiempo y las mujeres. Nebbia se entiende, es simple, claro y directo, ya lo dice Ariel Minimal en la última edición de la Revista Inrockuptibles: “Porque Nebbia tiene eso también: no le interesa tener asistentes, que haya un catering en el camarín o que le lleven una toallita; no le interesa nada (…) A mí me pega eso de él: ver cómo no le importa lo accesorio del estrellato del rock, todo lo que flota alrededor”.
El gran tesoro de excepción musical del Nebbia solista se encuentra en los álbumes que graba desde fines de los 60’ a mediados de los 70’. Para demostrar la mala relación de Nebbia con el mundillo industrial discográfico vale una anécdota de su primer disco solista (Litto Nebbia Vol. 1): la compañía no quería editarlo porque decía que Litto Nebbia era un nombre poco comercial. Por aquellos días (1969) Nebbia participó en la película “El extraño de pelo largo” donde aparecía el tema “Rosemary” que editado como simple vendió 52.000 copias. Recién ahí apareció el álbum, su debut solista. Con una ingenuidad a flor de piel –dada la juventud no sólo de Nebbia sino del rock argentino- y una sección de vientos, Nebbia dedicaba el disco, apropiadamente, “a todos los músicos con dignidad humana y musical”. Toda una declaración de principios. Algunos de los temas se alejan del beat de la época e ingresan al estilo melódico-acústico que Nebbia cultivaría en los próximos años, el mejor ejemplo es “Tierra soy yo” (con efecto de trompeta a cargo de la propia voz de Nebbia). “Cuanto cuesta un hombre”, “Hombre de las magnolias” e “Igual” se acercan más al estilo de rock que practicaban grupos como Almendra o los mismos Gatos. “Por que camino andarás” -con reminiscencias a la música latina- es un tema extraño para la época que vislumbra el camino de fusión que tendrá la música de Nebbia en el futuro. Litto Nebbia Vol.2 de 1970 (con una de las mejores tapas del rock argentino) es un disco en el que Nebbia alcanza una madurez compositiva que se observa claramente en la combativa canción americanista “Hijos de América”. Como si fuera poco Nebbia comienza a elaborar su carrera de hombre autogestionado y autónomo tocando todos los instrumentos del disco, sin ningún músico invitado. Hay riqueza en las melodías de temas como “Años blancos, días blancos” o “Los molinos nunca olvidan”, experimentación en “Suite: Alrededor de Monalisa” y un pop sorprendente en “La carrera de tu vida” que adelante la temática de gran parte de la carrera de Nebbia, es decir, la libertad absoluta como arma de defensa ante la mediocridad: “Yo soy más libre que tú/ un día me marché y no volví/ Marta me dijo: ya te puedes ir/ la carrera de tu vida empieza hoy/ comienza hoy”. El punto más alto del disco es “Canción para un amigo que no escucha” donde la melancolía de la letra se enlaza de modo perfecto a la melodía del tema. Ese mismo año Los Gatos se volvieron a juntar, esta vez con el aporte de Pappo en guitarras (escuchar los sorprendentes y rockeros Beat Nº1 y especialmente Rock de la mujer perdida).
Luego de idas y vueltas (con el recomendable “Nebbia’s band” en las gateras por problemas contractuales con la compañía ACA, ¡cuando no!) Nebbia consigue sacar en el año 1972 un nuevo disco solista. Al no poder utilizar su nombre decide denominar a su nueva banda “Huinca” y llamar de forma homónima al disco de esta agrupación integrada por Cacho Lafalce (que según Charly García una vez le hizo tomar pis a Nebbia, haciéndolo creer que era whisky), Gabriel Ranelli y Oscar Moro (El baterista del rock argentino: Serú Giran, Riff, Los Gatos y siguen las firmas). Con un sonido valvular y en algunas ocasiones eminentemente rockero Huinca todavía hoy es un disco de culto, como pocos en el rock argentino. “Preludio”, un instrumental de excelente factura, abre el disco para luego recalar en el rock hippie y psicodélico de “Gritar y amar es luchar” (un tema con ese título no puede ser malo, amigos). La versatilidad de los músicos permite largos pasajes instrumentales como en los blues “Harlem” y “Cadenas y monedas”. “Yo soy tu voz” puede verse como un tema que podría haber formado parte de los primeros dos álbumes de Nebbia pero que se eleva dada las características de la nueva banda. “Alunar”, un hermoso rock setentista con música del bromista Lafalce, da lugar a la juguetona melodía de “Chocolates (para ud.)”, donde Nebbia llama a tirar las caretas de la sociedad pacata de su tiempo: “Chocolates para usted, que lo harán sentir mejor/ esa cara no es de usted/ la máscara tírela/ y así comprenderá que soy igual”.
El siguiente disco solista de Nebbia es todo un hito en la historia de la música argentina: “Despertemos en América”. Grabado en el 72’ y editado al año siguiente, desde su elocuente título, significa la primera aproximación de alguien proveniente del rock (recordar que Nebbia había co-compuesto “La Balsa” menos de 5 años atrás) a la música folclórica. “Si no son más de las tres (El bohemio)”, el tema que abre el disco, es un tipo de canción única e incunable, con la belleza que implica la unión de la guitarra del joven Nebbia a la percusión del insigne percusionista Domingo Cura. “Balada para una prisionera” prosigue la experimentación de “Suite: Alrededor de Monalisa” intercalando a una típica balada de amor toda una sección rítmica jazzera. El mismo Nebbia, en el disco original, para ilustrar la inseparable comunión que había en la época entre grabación y experimentación en el estudio, dice de este tema: “…logramos algo que nos puso muy contentos y es el empaste de saxos tenor y soprano tocados ambos por Bernardo (Baraj)”. El tema que le da título al disco puede entenderse como una continuación temática de “Hijos de América”, ahora con una refinación musical e instrumental que hacen pensar en el paso de los años ¡cuando en realidad sólo pasaron 2! El bello tema acústico “Luis se cayó de la higuera”, dedicado en el librito del vinilo (firmado 9/8/72), a “un amigo destruido por las drogas” es uno de esos clásicos malentendidos del rock argentino (como cuando se dice que Charly García le dedicó “Rasguña las piedras” a una novia enterrada viva): la mayoría de las personas entendieron que el tema era para Luis Alberto Spinetta. Tuvo que venir la reedición del año 1993, a cargo de Melopea, el sello de Nebbia, para que Litto aclare: “no está escrita para Spinetta, como algunos creyeron”. “Amame o déjame de una vez”, con gran influencia de Dylan, también conforma un hito ya que se trata de la primera autocrítica del rock argentino –algo que tanto hace falta hoy-, en este caso dirigida a la ligereza o ingenuidad con que el movimiento hippie o la juventud de los 60’ quiso llevar a cabo la revolución, algunas de sus frases son elocuentes: “Mucho se habló ya de la libertad/ Se especuló con la palabra amor/ Guerras y crímenes en un diario ya están” o “Las drogas causaron destrucción/ Pararon toda una revolución/ Los que más quise ya no están aquí”. Otras líneas del tema explican el porque de un Nebbia censurado y exiliado durante la dictadura (76-83): “Mucha gente por hambre protestó/ Y mucha más por lo mismo murió/ El fantasma de la tortura está a nuestro alrededor”. Precisamente 1973 no era un año con facilidades para aquellos que denuncien la tortura de un modo tan abierto y temerario. Sin dudas “Amame o déjame de una vez” es el “Dream is over” del rock argentino: el sueño ya terminó, la drogas mataron a Tanguito, los 60 terminaron y se vienen tiempos duros, violentos, mientras Lennon –en Plastic Ono Band- decía que creía sólo en “Yoko”, es decir, que el movimiento grupal de manifestación y choque se extinguía y la salida, mal que nos pese, sólo se podía encontrar en el amor, en la pareja, Nebbia dice en uno de sus estribillos más duros y rústicos, simplemente: “Amame o déjame, nena, ámame o déjame ya de una vez”.
Ya ubicado en un panorama que incluía tanto rock, tango, bossa nova como jazz, blues y canción ciudadana, Nebbia terminaría de cerrar su círculo de discos fundamentales con Muerte en la catedral (1973) y Melopea (1974) donde todos los elementos que se habían sumado a su música en los discos anteriores alcanzan una maduración superlativa. Con sólo 9 temas Muerte en la catedral quizás sea lo mejor que Nebbia grabó jamás. Comienza con el folclore acelerado de “Vals de mi hogar”, donde imágenes costumbristas se suceden en tanto la línea melódica se va acentuando con mayor precisión: “Allí está mi camisa arrugada sobre la silla/ Allí están los bizcochos y el mate sobre la mesa”. “El revolver es un hombre legal” suma nuevamente reminiscencias jazzeras a un tema beatle pero sin necesidad de una intercalación como sucedía en “Balada para una prisionera”: la fusión, en Nebbia, ya es una característica intrínseca de su música y se da con naturalidad. “Mendigo de la luna” es un tema más cercano al pop. Los temas que restan son todos clásicos inoxidables: “El otro cambio, los que se fueron”, donde Nebbia reflexiona una vez más sobre el paso del tiempo sin vislumbrar siquiera el tinte melancólico que el título del tema cobraría en los próximos oscuros años de la Argentina; “La operación es simple”, un tema acústico con letra de Defilpo, una sociedad que comienza a cobrar importancia en Melopea (aquí los mejores temas tienen letra de Nebbia) y por útlimo dos “rocanroles” con remembranzas progresivas: el excelente “Dios en Más” y el aún más excelente y épico “Muerte en la catedral”: “La gente protege su vida siempre en nombre de dios/ Y el pájaro negro anuncia en su vuelo un tiempo de tormenta/ Dicen que ayer alguien murió en la Catedral/ ¿Cómo harán esta vez?”. Melopea, del 74, escrito codo a codo con Mirtha Defilpo (poeta y su pareja del momento) abre con “La ventana sin cancel”, un tema de excelente factura melódica (una vez más), cercano al pop-rock de la época y con una letra inmortal: “Y no mires, Julieta, cuando el amor inventa laberintos/ alguien se tiene que perder/ Fina espada de mujer/ en las manos guárdalas/ Ignorando su poder/ Aún todo es ilusión”. Es así, con este carácter abarcador de la música de Nebbia, que se superponen el pop-rock adictivo de “Qué clase de amor tendrás” a la experimentación de “Los lunes de la humanidad” donde se ve, quizás, influencia de Piazzolla y el Gato Barbieri. “Restaurant del diablo”, “Capitanes de esta guerra” y “Amor imbécil” todavía se relacionan con el rock ya que de alguna manera Melopea significa el alejamiento definitivo de Nebbia al género que lo vio nacer. Otros temas, más simples y acústicos, como “Cuestión de tiempo”, “Augurio del silencioso” y “Memento Mori (recuerda que debes morir)” reflexionan sobre tópicos concretos que se esparcen por toda la obra de Nebbia: el tiempo y la muerte. “La lección del viajero”, con su moraleja, se encuentra entre los mejores momentos del discos: “El viajero me dijo que uno entierra a sus muertos/ Para seguir matando”.
A partir de mediados de los 70, entonces, la carrera de Nebbia comenzó a ramificarse ininterrumpidamente hacia diferentes músicas y proyectos. En 1975 graba el primero de una serie de 3 discos experimentales: Fuera del cielo (1975), Bazar de los milagros (1976) y El vendedor de promesas (1977). Trabajos donde Nebbia sigue adelante con su formato canción pero sin limitarse en la duración, es decir, sin importarle la difusión por las radios o la comercialización de sus discos. Es así que en estos discos se pueden escuchar armonías de jazz mezcladas con partes instrumentales que recuerdan al rock sinfónico de la época (a la Serú Giran por hablar del rock vernáculo). Al mismo tiempo Nebbia comienza a interesarse por la música brasilera, tanto es así que en Bazar de los milagros (un disco “abrasilerado” según el propio Nebbia) le dedica un tema a Milton Nascimento: “Bituca”. Incluso el título del disco se debe a la lectura del cantautor del libro “Tienda de los milagros” de Jorge Amado. Se destacan la bossa “Transeúntes” y el tema cien por ciento Nebbia del disco: “La Caída”. Para comprender la singularidad del disco frente al panorama del rock argentino (de ayer y de siempre) basta decir que un tema como “La Muerte y la Mirada” es en realidad una especie de suite teatral donde hablan la muerte, la mirada y luego la muerte y la mirada juntas (¡!). De allí al “inentendimiento” hay un solo paso. O dos. O tres. No importa. El vendedor de promesas es ya un disco conceptual donde Nebbia tuvo que hipotecar un departamento para llevar a cabo la obra: “Presentábamos en vivo esto, con el apoyo dramático de 2 actores, la actriz, un corto realizado especialmente que se proyectaba al inicio de la obra y tocábamos con el Trío mientras sucedía la acción teatral…un disparate, ni que hablar para la época, recuerdo que perdí un pequeño departamento (…) El arte tiene esas cosas a veces, es una actitud de DAR, que no necesariamente trae como respuesta una revolución económica”. Si lo sabrá Nebbia…
Luego del exilio e incluso durante (en México, desde fines de los 70 al 82) Litto Nebbia siguió desarrollando una carrera plagada de canciones y discos como la vida de Martín Palermo está plagada de goles. Carlos Bianchi decía que éste último era un “optimista del gol”, Nebbia, entonces, es un “optimista de la canción”. No se puede asegurar que Nebbia haya grabado otros disco fundamental para la historia del rock argentino después de los 70’ pero si que en esos centenares de trabajos se encuentran grandes canciones: en “1981” aparece “Sólo se trata de vivir”, una de las letras más emocionantes del rock argentino, donde el género no es jazz, ni rock, ni folk sino “Nebbia”: en el fraseo, en la voz, en la guitarra que parece desafinada, en la letra de una simpleza a la que sólo acceden los grandes: “Dicen que viajando se fortalece el corazón/ Pues andar nuevos caminos te hace olvidar el anterior”. Del 80’ también es “No importa la razón”, un bolero descomunal sobre el abandono. De la banda de sonido de “Evita” es “Quién quiera oír que oiga”. Del mismo año “Nueva zamba para mi tierra” (que cantó juntó a Calamaro en varias ocasiones). Del olvidadísimo El hombre que amaba a todas las mujeres (1997) es la hermosa “Tristeza en los andenes” cantada junto a Hugo Fattoruso. Pero si hay un tema que define a la perfección quien es Nebbia ese es “Yo no permito”, una parábola sobre la resistencia. Allí, Nebbia, de alguna manera, reconoce su papel de perdedor frente a una industria o un sistema que lo ha dejado de lado. Sin embargo, a pesar de todo, dice: “Yo sé que no puedo morir por ahora/ Y la razón es que ando muy ocupado/ Pero suceden cosas diariamente que intentan liquidar mis sentimientos/ Y yo no hago caso/ Yo no permito que me impidan seguir/ Yo los invitó a que me vean seguir/ Y si lo intentó es porque estoy convencido que para lograr algo hay que insistir”.
El mundillo del rock argentino, tan vulgar como proclive a los falsos entendidos, ha dedicado un disco tributo a ¡Sandro! como maestro del rock en castellano cuando el Gitano y Los del Fuego lo que hacían era versiones de temas extranjeros. Inmersos en un tiempo donde se creen cosas que nunca se vieron (el mismo Nebbia aclaró hace poco que Sandro nunca pisó la Cueva) se reconoce a Tanguito por “La Balsa” cuando lo único que hizo fue decir “Estoy muy solo y triste en este mundo de mierda” siendo Nebbia el que desarrollo el estribillo y la melodía final del tema. Compositor de excepción, autor de alguno de los mejores discos del genuino rock argentino, hoy Nebbia prepara ¡un disco triple! con su banda La luz (Ariel Minimal, Federico Boaglio y Daniel Columbres) luego de sacar a la venta, en el 2005, “Danza del corazón”, su mejor disco en años. Ajeno a las modas, solo por el camino de “la canción”, ahí va Litto Nebbia. Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia, la verdadera historia, quien quiera oír que oiga. Ni más ni menos: el compositor no se detiene.
Martín Zariello

Lista de Temas:
01. Obertura
02. El vendedor de promesas
03. Hombre de adagio
04. Final instrumenta
05. Preludio
06. Sueños de ofelia
07. Vendedor de promesas II
08. Final
09. Ello los mares (Bonus Tracks)
10. Manías de Graciela (Bonus Tracks)
11. Limpia silueta (Bonus Tracks)


Alineación:
- Litto Nebbia / canto, piano,sintetizadores,guitarras y coros.
- Jorge González / contrabajo eléctrico.
- Néstor Astarita / bateria y percusión.

Litto Nebbia - El Vendedor de Promesas (1977)

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