Continuamos con la sección dedicada a Héroes de otras épocas, héroes de leyenda. En esta ocasión no hablaremos de un legionario romano, sino de uno de los samurais más famosos de todos los tiempos, un samurai que gracias a su abnegación y sacrificio marcó el curso de un país: Japón.
Torii Mototada nació en Okazaki en el año 1539. En aquella época Japón salía de una nueva guerra civil y las luchas, traiciones y asesinatos de los miembros de las familias más prestigiosas estaban a la orden del día. El padre de Mototada, Torii Tadayoshi, era un samurai al servicio de la familia Tokugawa, y se esperaba que su hijo hiciera exactamente lo mismo.
En estas luchas medievales y sangrientas era habitual que las familias más importantes cedieran rehenes voluntarios como método para asegurar que los tratados iban a ser respetados, es decir, los rehenes respondían con su vida . El hijo del , Tokugawa Ieyasu sería enviado como rehén a la corte del clan de Imagawa Yoshimoto, dado que el clan Tokugawa era vasallo de los Imagawa.
Por la posición del pequeño Ieyasu, fue enviado con un pequeño sequito. Mototada sería parte del mismo, siendo su paje durante muchos años. Por lo tanto, Mototada e Ieyasu crecieron juntos en una corte rival, por lo que su grado de amistad se fue acrecentando con los años hasta convertirse en excelentes amigos. La unión samurai- daimyō era totalmente absoluta.
Pasaron los años, y finalmente Ieyasu y sus sirvientes regresar a sus tierras, la provincia de Mikawa que conseguirían unificar en los años siguientes luchando contra clanes menores. En estas pequeñas luchas para reunificar el territorio, Mototada fue uno de los principales generales de Ieyasu.
En el año 1572, Mototada se convertía en el líder y cabeza de su familia, cuando su padre Torii Tadayoshi moría tras muchos años de fiel servidumbre a los Tokugawa.
En , Mototada sucedió el liderazgo de la familia Torii a la muerte de su padre. Junto con su amigo y señor Ieyasu, Mototada participaría en la famosa Batalla de Mikatagahara ( Mikatagahara no tatakai) en enero de 1573, en algún lugar de la provincia de Tōtōmi. Esta batalla es conocida como una de las mejores demostraciones tácticas de la caballería samurai japonesa en una batalla. Aunque los registros no hacen mención a Mototada, es de suponer que lideraba la caballería de los Tokugawa, o bien que estaba cerca de su señor en todo momento. Las fuerzas de Takeda Shingen y de Tokugawa se encontraron en una gran llanura llamada Mikada, justo al norte de la fortaleza llamada Hamamatsu, la cual estaba siendo atacada por las fuerzas de Takeda. Las tropas de Shingen superaban a las del clan Tokugawa tres a uno, por lo que se organizaron una formación llamada gyorin (escama de pez), mientras que las tropas de Ieyasu formaron una amplia línea para poder aprovechar al máximo posible la potencia de su fuego de sus arcabuceros.
En torno a las 4 de la tarde, comenzó a nevar, y los arcabuceros abrieron fuego contra las gruesas formaciones enemigas. Ieyasu esperaba que sus arcabuceros equilibraran el combate y le ayudará a ganar la batalla, y tal vez por eso hizo frente a su rival pese a tener una cantidad de efectivos realmente inferior. Shingen, ordenó a su caballería cargar y aplastar a los arcabuceros. Los arcabuceros sufrieron una embestida de caballería pesada como jamás se había visto sobre el terreno de combate anteriormente. Permanecieron en sus puestos, pero sus líneas fueron atravesadas una y otra vez por la poderosa caballería mientras los soldados morían uno detrás de otro sin impedir la matanza que se estaba llevando a cabo. Podía más el deshonor de la huida que la supervivencia.
Shinen aprovechó la oportunidad que le brindó esta rotura de líneas enemigas, y ordenó que la caballería se retirara. Acto seguido, una nueva carga de caballería pesada se lanzó contra las líneas de Tokugawa que se rompía por todas partes. La carga fulminante liderada por Takeda Katsuyori y Obata Masamori dio alas al ejército enemigo. Las tropas de Tekda se unieron a la refriega poco después de descansar unos instantes durante la primera carga.
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La estoica defensa de las tropas de Ieyasu se convirtió en una retirada total. Estaban derrotados, pero aún había que salir con vida de aquel infierno de sangre y muerte. Varios generales y hombres de Ieyasu estaban totalmente rodeados. Tras huir con algunos hombres, Ieyasu quisó regresar a salvar a sus hombres. Fue la oportuna intervención de uno de sus generales, Natsume Yoshinobu quien le hizo desistir y le aconsejó retirarse. Sus generales eran prescindibles, él no. La vida de su señor era más valiosa que la suya. Por eso, y para cubrir su retirada Yoshinobu cargó con las tropas superviviente contra las líneas de Takeda, donde encontraría el glorioso final que todo samurai desea encontrar en combate: una muerte con honor defendiendo a su señor.
Cuando Tokugawa conseguía llegar a la cercana y segura fortaleza de Hamamatsu, solamente 5 hombres le acompañaban. Ordenó que las puertas del castillo estuvieran abiertas de par en par para dar una oportunidad a los escasos supervivientes de retirarse que aún combatían en primera línea de combate. Sonó un inmenso tambor de guerra, que fue oído por todos los supervivientes. Su señor ordenaba la retirada, una retirada honorable guiada por el valor que ya habían demostrado. Las fuerzas enemigas, oyendo el tambor y al ver las puertas del castillo abiertas de par en par... ¡se retiraron! Pensaron que era una argucia de Tokugawa para dirigirle s a una trampa, por lo que decidieron acampar durante la noche cerca del castillo.
Durante la noche, un pequeño grupo de samurais atacaba el campamento de Takeda, forzándoles a una desesperada lucha de combate cuerpo a cuerpo. Por esta acción, las fuerzas de Takeda se retiraron. Todos tenemos la imagen de los samurais honorables, pero... ¿es honorable atacar de noche? Seguramente no, pero Tokugawa estaba totalmente obsesionado con la victoria... victoria que acabó consiguiendo. Las tropas enemigas no sufrieron demasiadas bajas, y el ejército de Tokugawa había sido prácticamente exterminado, pero aún así consiguió vencer, y uno de los 5 hombres lograron sobrevivir, entrando con su señor en el castillo fue Mototada. ¿Y qué pasaría con el general enemigo, Takeda Shingen ? Shinen moriría al año siguiente de un disparo de durante otra de las muchas batallas de aquella época.
Al año siguiente participaría en la llamada Batalla del Castillo Suwahara. Durante esta batalla sufrió heridas en las piernas que su armadura de bambú no pudo prevenir, por lo que desde aquel día tendría dificultad al caminar.
Sirvió también con su señor, en 1564, cuando luchó contra los llamados Ikkō-ikki de la provincia de Mikawa, y también en la Batalla de Anegawa, al lado de las fuerzas de su aliado Nobunaga.
En estuvo presente en la Batalla de Nagashino donde el clan Takeda fue derrotado, en la que Oda Nobunaga (uno de los señores feudales más importantes del momento) y Tokugawa Ieasu se enfrentaron de nuevo a la famosa caballería del clan Takeda que hace años pocos años había aplastado a Ieyasu.
En esta ocasión, los arcabuceros de Oda Nobunaga y Ieyasu conseguirían derrotar a la caballería pesada al protegerlos con barricadas de madera, que sirvió para detener el avance enemigo y las flechas de los arqueros. La batalla de Nagashino es considerada por muchos historiadores como un punto de inflexión en la forma de hacer la guerra en el Japón feudal, y de hecho se considera la primera batalla "moderna" de la época, en la que los arcabuceros fueron por fin un factor militar decisivo en el campo de batalla.
Tras la derrota del clan Takeda, Ieyasu y su fiel servidor Mototada se dedicarían a consolidar la posición militar del clan Tokugawa, a pesar de que otros clanes eran más poderosos e importantes, como por ejemplo Toyotomi Hideyoshi que se hacía con el control del país.
Las tierras del clan Tokugawa se encontraban en el centro del país, lo que facilitó su no presencia en las batallas de pacificación que se llevaban a cabo en los extremos del Japón. A pesar de no querer entrar en guerras con nadie, el clan Hōjō quería sus territorios, por lo que en 1590 Mototada participó en el asedio y en la victoria definitiva sobre este clan rival. Durante este conflicto mostró una gran iniciativa en el campo de batalla, al liderar un ataque contra la retaguardia del ejército del clan Hōjō durante una importante lucha, consiguiendo poner en fuga a 10.000 con tan solo 2.000.
Por sus servicios al clan Tokugawa, Ieyasu le nombraba amo y señor del Castillo Tanimura, en la provincia japonesa de Kai. También participaría en otras batallas con aliados de su señor, como el asedio del Castillo Ueda del clan Sanada en el año de 1585.
Poco tiempo después, Torii era de nuevo recompensado con su señor. Recibía un importante feudo y terrenos por valor de 40.000 kokus, convirtiéndose así en señor de la región llamada Yasaku, en la provincia japonesa de Shimōsa, convirtiéndose así en un poderoso señor feudal japonés, un .
El recién nombrado viviría varios años de tranquilidad relativa sin participar en demasiadas batallas importantes, aunque siempre dispuesto a ayudar a su señor feudal allá donde era llamado. Obviamente, corriendo tiempos turbulentos en Japón estaba claro que tarde o temprano su supuesta tranquilidad llegaría a su fin, y esto ocurría en agosto de 1600. Torii recibió un mensaje gracias a varios espías que tenía contratados que un gran ejército compuesto por unos 40.000 efectivos liderados por Toyotomi Hideyosi se dirigían al castillo Fushimi, lugar en el que se encontraba. Las tropas presentes en el castillo eran claramente inferiores en número al ejército que se aproximaba.
En lugar de huir con Tokugawa, Torii decidió permanecer en el castillo dando así la oportunidad a Tokugawa a huir. El protagonista de nuestra historia llevaría la lealtad hasta su máxima expresión, se sacrificaría por su señor, en un último acto de servicio a su señor. Lucharía hasta el último hombre, hasta el último aliento de su vida.
En sus últimos momentos aún con vida Torri escribió una carta a su hijo Tadamasa que afortunadamente se ha conservado hasta nuestros días. En ella dejó reflejado en su carta como su familia había servido fielmente a los Tokugawa desde tiempos inmemoriales y dejaba patente de nuevo de ciega lealtad a su señor indicando que sería el mayor de su vida ser el primero en morir para poder servir de inspiración al resto de samurais al servicio de los Tokugawa.
La leyenda dice que antes despedirse, Torii tuvo tiempo de decirle unas últimas palabras a su amigo de la infancia y señor Tokugawa:
No es el camino del guerrero ser avergonzado y evitar la muerte aún en circunstancias que no son particularmente importantes... Por mi parte, estoy resuelto a hacer frente en el castillo y morir en una muerte rápida. [...]. Pero ese no es el significado de ser un verdadero guerrero, y sería difícil que fuera considerado como lealtad. En vez de eso, haré frente a las fuerzas de todo el país aquí y... morir una muerte resplandeciente.
Torii ordenó a sus hombres resistir hasta la última flecha, hasta el último suspiro. Lo que parecía una victoria muy sencilla se acabó convirtiendo para las fuerzas de Toyotomi un largo y costoso asedio de diez días, tiempo vital para que Tokugawa pudiera escapar y salvar la vida.
Los hombres de Torii repelieron asalto tras asalto, hasta que finalmente solamente quedaban diez supervivientes, diez guerreros samurai. Con la suerte echada a Torii solamente le quedaba una solución honorable, comoeter seppuku antes de ser capturado por el enemigo.
Gracias a su sacrificio Tokugawa sobrevivió para pelear otro día, en la Batalla de Sekigahara. Gracias a aquella victoria los Tokugawa gobernarían Japón durante 268 años, todo gracias al sacrificio del más noble y leal de los samuráis que tuvo jamás el país del sol naciente.