04:20 – @Candid_Albicans

Junio de 1981

Ha quitado el cerrojo que puse ayer por dentro de la habitación de Sofía. Sabía que terminaría haciéndolo, pero no esperaba que fuese tan pronto. Desde que amenazó con hacerle daño a ella si se me ocurría denunciarlo o abandonarlo, me paso las noches sentada en un sofá que instalé al lado de su cunita. He comprado también un cuchillo que guardo en el bolsillo de la chaqueta, por si los de casa los tiene contados y echa de menos alguno.

Son las 04:20 de la madrugada. Sofía duerme tranquila. Él se acaba de levantar y lo oigo aproximarse con una cadencia casi amenazante. Mi mirada permanece clavada en el pomo de la puerta y mi mano firme en el bolsillo. Ya no hay lugar para aquella mujer asustada y sometida. Ahora soy una loba, una guerrera, una amazona preparada para la batalla.

Enero de 2015

Se ha despertado llorando, asustada como una niña. Como casi todas las noches. Le ofrecí un poco de agua y la tranquilicé diciéndole que sólo era un sueño, que ella estaba bien y que yo estaba allí para cuidarla. Me preguntó quién era yo, y me pidió, con las manos juntas como en una plegaria, que por favor la llevase a su casa.

—Mamá, soy Sofía, tu hija. Estás en el hospital porque te caiste mientras hacías la comida y los médicos tienen que hacerte unas pruebas. Dentro de poco te pondrás bien y te llevaré a casa, conmigo. No volveré a dejarte sola—

A juzgar por su mirada no creo que entendiese lo que le estaba diciendo. Sobretodo la parte en la que le digo que soy su hija. Negó con la cabeza y volvió a acostarse. Yo volví a acurrucarme en el sofá que hay al lado de su cama, a ver si consigo dormir un par de horas. Son las 04:20 y la noche, contemplada a través de las lágrimas, se ve más oscura y vacía que nunca.

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