Revista Cultura y Ocio

109 Discos del Rock Argentino: #60 a #41

Publicado el 27 diciembre 2013 por Tucho
Sabrán que estas épocas del año son duras, por lo que nos demoramos más de lo esperado con esta tercera entrega de la encuesta. Pero todo llega y, con esta tanda, superamos la mitad del recorrido. Esperamos que la disfruten como a las anteriores entregas y prometemos más velocidad para la próxima.Como venimos haciendo, cuando una reseña no lleva firma es porque la escribió el editor del blog. Salud, y aquí vamos, del 60 a 41 los discos que quedaron son estos:
109 Discos del Rock Argentino: #60 a #41
#60
Spinetta / Páez - La la la
(por Maximiliano Diomedi)
EMI - 1986
La existencia de La la la es indicadora de que es posible tender un puente entre dos generaciones. Un consagrado Spinetta le pasó la posta a un joven Páez que para aquel 1986 apenas contaba con dos discos. He allí uno de los gestos extra musicales que siempre me interesó rescatar de este disco que también puede ser leído como un puente hacia el futuro porque después de canciones como Jabalíes conejines, Asilo en tu corazón, Tengo un mono, Parte del aire o Todos estos años de gente, la música argentina estaba ante la posibilidad de no seguir repitiendo fórmulas. Es cierto, a la luz del sonido que predominó en las décadas siguientes, algo hace pensar en que hay quienes ni se enteraron de su existencia. No se trata sólo de las melodías, casi todas originalísimas, sino también del universo de palabras impensadas e inusuales que incorporaron (principalmente Spinetta) a las canciones, incluyendo la aparente simpleza del título.
Un mérito artístico del disco es el de haber encontrado, por momentos, una tercera voz. Lo contó Páez: “Spinetta decía 'cantá que yo te copio todas la inflexiones; yo voy a hacer lo mismo y vos copiás las mías'”. Eso se puede apreciar especialmente en Gricel, el tango-canción de Mores y Contursi, recreado magistralmente.
De las 20 composiciones que conforman el álbum, sólo Hay otra canción fue hecha a cuatro manos y cierra el disco como reafirmación de que lo que se acaba de escuchar es una apuesta por direccionar la canción argentina hacia un lugar menos común.
Hay una idea que alguna vez escribió el periodista Pablo Schanton, que indica que cuando un músico canta "la la la" le hace pagar a las palabras el precio de la música. Hay momentos en que es tanto más importante subrayar la melodía, que la palabra cantada que la expresa se puede dar el lujo de no significar nada más que lo que representa sonoramente para los oídos. El disco se llama La la la. Está todo dicho.
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#59
La Máquina de Hacer Pájaros - La Máquina de Hacer Pájaros
(por Manuel Bence Pieres)
Talent / Microfón - 1976
La Máquina de Hacer Pájaros aparece en una época donde el rock se había complejizado. No es extraño que Charly García, quien tuviera una incipiente educación clásica, se inclinara por el rock progresivo: aquel movimiento estaba formado por bandas cuyos músicos por lo general tenían dicha formación. Luego de la separación de Sui Generis, influenciado por bandas extranjeras como Yes y Génesis, García formó La Máquina. El nombre lo sacó de una historieta de Crist que luego aparecería en la tapa de este LP.
Se destacan en el álbum debut los arreglos de sintetizadores, los riffs potentes de Bazterrica y los cambios de ritmo. Se escucha a un Charly todavía tímido, acostumbrado a ser secundado por Nito, cuya voz se mantiene a un nivel exageradamente bajo durante casi todo el disco. Hay guiños a la separación de Sui Generis en Boletos, pases y abonos, se incluye la canción más larga de la discografía del bicolor -Ah, te vi entre las luces- y algunas gemas folk como Por probar el vino y el agua salada y Cómo mata el viento norte.
El rock progresivo es un género (injustamente) olvidado por la crítica de rock, que en definitiva es la escribidora de “la historia”. Quizás por el gran impacto y el cambio de paradigma planteado por la ola pop de los ‘80s, o porque la mayoría de los grupos “progres” no supieron adaptarse a los nuevos tiempos. No fue el caso de García, quien posee una extraordinaria habilidad para adaptarse (o adelantarse) al paso del tiempo. Después vino el punk y acabó con los sintetizadores, las capas, las historias de la Edad Media y los temas de veinte minutos.
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#58
Spinetta - Pelusón of milk
EMI - 1991
Parece haber una necesidad inconsciente en la obra de Spinetta y es la de grabar discos (casi) en solitario cada 10 años. Esta hermosa costumbre -que rompió en la década 00- se inicia en los ‘70 con Artaud, tiene su continuidad en los ‘80 con Kamikaze y encuentra su final en este Pelusón of milk en el que el Flaco pone a prueba los elementos más simples de su música de siempre, hacia un despojo armónico y melódico que pocas veces volvería a repetirse en sus discos. No es casual que aquí esté el gran hit de su carrera solista, esa viñeta insólitamente breve para los cánones spinetta llamada Seguir viviendo sin tu amor.
Ganges, Cada luz y La montaña -¿secuela tautológica de Un sitio es un sitio, de Don Lucero?- se erigen como mini-hits; Cruzarás y Hombre de lata, muy a su manera -con esas programaciones que hoy suenan tan ridículas como amigables- tienden puentes con un estadio más rockero; pero la evocación y la calidez fogonera del disco están relacionadas directamente con los temas de guitarra acústica y voz, otra forma que atraviesa desde el primer hasta el último Spinetta, desde Muchacha en el debut de Almendra hasta la soberbia Hiedra al sol de su último opus solista. Deben ser pocos los que logran eso que Spinetta hace de voz y guitarra: resumir un estilo único y sonar enorme -su voz tímida se magnifica- y curativo. Testimonian ese estado de iluminación las prístinas Panacea, Cielo de ti (en la que se suma Javier Malosetti) y Jilguero: amor hielasangre.
¿Hay más? Sí: neologismos formidables -¡el dios que nos “amampara”!- y una página que va derecho al songbook infaltable del fan de Luis Alberto, Lago de forma mía.
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#57
Hermética - Ácido argentino
(por Natalia Torres)
Radio Trípoli Discos - 1991
Si Ácido argentino se hubiera grabado con más plata, sería un Master of puppets. Así de amplio fue el salto que significó para el metal nacional el segundo disco de Hermética, editado en 1991.
Si Pappo fue el profeta que juntó sonidos en Inglaterra para luego sembrarlos vía Riff, V8 representó más volumen y puntería para ese estilo naciente. Y, en esta línea, Hermética fue la puerta que se abrió hacia un estilo que ya había plagado Estados Unidos y Europa y que, con Ácido argentino, encontraba su pináculo en nuestro país.
Así, Claudio O’Connor, Ricardo Iorio, Antonio Tano Romano y Claudio Pato Strunz se animaron a incorporar influencias del thrash anglo para mixturarlo con letras que cualquier pibe de barrio podía sentir cerca, cortesía de la pluma costumbrista e irascible de Iorio.
En ese sentido, el disco enlista un auténtico himno: Gil trabajador, que pega directo a un público que en nuestro país tuvo orígenes ligados irrompiblemente con la condición obrera. Al mismo tiempo, Memoria de siglos y La revancha de América, por ejemplo, ofrecen visiones más amplias: desde la historia la primera y desde cierta filosofía espontánea y callejera la segunda.
Cerrando el paquete, dos instrumentales -Horizonte perdido y De Pismanta a Bauchaceta- echan luz sobre el hecho de que las inquietudes creativas bullían debajo de la superficie rústica, algo que Hermética había hecho evidente en el EP de covers Intérpretes, editado en 1990.
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#56
Spinetta - Tester de violencia
(por Matías Córdoba)
Del Cielito Records - 1988
“Estaba en el Festival de La Falda en un clima de mucha violencia. La gente estaba separada del escenario por una reja, nunca vi una cosa igual. Eran leones y romanos. En medio de eso, Fito Páez salió a tocar y yo le dije: ´Loco, vos sos un tester de violencia´, y él me contestó: ´Sí, todos lo somos´”. La anécdota se la describe Luis Alberto Spinetta al periodista Juan Carlos Diez en el libro Martropía. Conversaciones con Spinetta, y hace referencia al festival La Falda Rock de 1987. Ya en plena composición de su séptimo disco solista, el Flaco se encontraba influenciado por las teorías de Michel Foucault y preparaba lo que iba a ser su disco más terrenal y ¿pesimista? “Las letras de Tester de violencia están dedicadas al cuerpo en su desnudez frente al abismo, el cuerpo real, y no a algo imaginario o lírico. Por eso, la tapa está compuesta de formas humanas, que pertenecen en sí al sentido del tester de violencia: lo que somos cada uno de nosotros”, dijo en una entrevista publicada en noviembre de 1997 en la revista Los Inrockuptibles. De ese mismo modo, las líricas de Siempre en la pared (“un insólito abismo testea los cuerpos”), Organismo en el aire (“ansié un abismo y todo se acercó”), Tres llaves (“un cajón de gin vale más que un pan que se da”) y La bengala perdida (“la bengala perdida se le poso allí donde se dice gol”) tejen un corpus temático más tangible y menos onírico para un álbum maravilloso de punta a punta.
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#55
Los Fabulosos Cadillacs - Fabulosos Calavera
(por Federico Anzardi)
BMG - 1997
Mezclando tango, metal, salsa, surf, reggae, jazz y rock progresivo tenemos un quilombo o uno de los discos más importantes del rock argentino. Volantazo inesperado. El disco que iba a posicionar al rock en español en el mundo. Tan de culto que ni sus propios autores lo interpretan en vivo.
A mediados de los noventa, Flavio Cianciarulo estaba inquieto, quería sacarse de encima el estigma de la banda pasatista de músicos inútiles. Lo venía demostrando desde El león, pero ahora tenía más ambiciones. En 1997 aparecieron dos muestras de esa necesidad: Peso argento, un disco de folk metal con Ricardo Iorio, y Fabulosos Calavera, que llevaba esas inquietudes a un plano mayor.
Por entonces, LFC venía de Rey Azúcar, donde ya había mostrado intentos de salir del rock latino puro y sin riesgos. Fabulosos Calavera lo consigue y va mucho más allá. Cambios de ritmos vertiginosos, Rubén Blades con Piazzolla algunos años antes de Mars Volta.
Un paso fundamental fue la salida de Vaino Rigozzi y la entrada de Ariel Minimal. La guitarra pasó al frente con matices punks, melódicos, tangueros, metaleros. Podemos decir: cuando Pappo entró a Los Gatos, cuando Minimal entró a los Cadillacs.
Sergio Rotman en retirada, Piazzolla, Sabato, arte fileteado, poesía lunfarda, cero rap latino. Disco de Buenos Aires. Una oscuridad reflejada también en las letras. Después, el Calavera Experimental Concherto terminó de afirmar una etapa experimental y riquísima, que se cerró en 1999 con La marcha del golazo solitario, otro trabajo excepcional.
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#54
Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota - Un baión para el ojo idiota
(por Matías Córdoba)
Wormo - 1988
Después de la histórica grabación de Oktubre y los alejamientos de Tito Fargo D’Aviero, Willy Crook y el baterista Piojo Ábalos (octubre, mes de cambios...), Los Redondos se vieron obligados a cerrar filas en el largo y extenuante final de 1986. A comienzos de 1987, la banda sufrió la pérdida de Andrés Teocharidis, el tecladista que ya era considerado parte estable del grupo, y estuvieron siete meses sin tocar. “No sabíamos si íbamos a seguir”, comentó Skay Beilinson que, por aquellos días, se había marchado a España.
Sin embargo, a su regreso, se unieron Sergio Dawi (saxo) y Walter Sidotti (batería) y concretaron algunas presentaciones memorables en Cemento (con una creciente capacidad de convocatoria), que dieron por terminado el rumor de una supuesta separación.
Por esos días grabaron el eslabón perdido entre su gran clásico (el mencionado Oktubre) y su gran disco de rock and roll (¡Bang! ¡Bang! ...Estás liquidado): Un baión para el ojo idiota, un álbum que Wikipedia consigna como de hard-rock. La lírica solariana comienza a coquetear con “vencedores y vencidos” (¿los de Eduardo Lonardi?), con la popularidad que rodea al grupo (“vamos las bandas, rajen del cielo”, “me voy a ver que escribe en mi pared la banda de mi calle”, etc.).
A pesar de los contratiempos, el núcleo duro de la banda (Beillinson-Solari) se encuentra en su mejor momento, dejan de lado la claustrofobia del disco anterior y entregan ocho clásicos para la historia. Entre ellos, Todo un palo.
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#53
Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota - La mosca y la sopa
(por Emmanuel Angelozzi)
Del Cielito Records - 1991
La dupla creativa que conformaron el Indio Solari y Skay Beilinson alcanzó un nivel superlativo. Su obra es sublime e inigualable: aún no brotaron en nuestro rock dos cráneos musicales tan brillantes como los que ostentaron los portadores de las instrucciones genéticas que le dieron vida a Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.
Amparados por canciones como La bestia pop, Vamos las bandas, Esa estrella era mi lujo o La parabellum del buen psicópata y con la adrenalina de haber tocado ante 25 mil espectadores en uno de sus primeros conciertos masivos - el del 29 de diciembre de 1989 en el campo de hockey del club Obras Sanitarias-, los descendientes directos de La Cofradía de la Flor Solar se adueñaron de los estudios Del Cielito para grabar La mosca y la sopa, el quinto álbum de estudio de la discografía ricotera.
Consolidados Walter Sidotti en la batería y Sergio Dawi en el saxo, Los Redondos desplegaron su rock and roll del país orientados por Mario Breuer, Roberto Fernández y Gustavo Gauvry, los ingenieros de aquellas sesiones.
La pulcritud de la pluma que empuñó el Indio más los rabiosos riffs ejecutados por Skay fueron las moléculas imprescindibles en la creación de El pibe de los astilleros, Tarea fina o Un poco de amor francés. Toxi-taxi, Fusilados por la Cruz Roja y Mi perro dinamita aprehendieron a varias generaciones de rockeros. Paralelamente, confirmaron la autenticidad del último tramo de la oración que culmina el prólogo de la obra: “…ciertos fuegos no se encienden frotando dos palitos…”. La llama que encendió Patricio Rey a mediados de la década del ´70 permanecerá encendida en sus canciones durante mucho tiempo más.
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#52
Fito Páez - Ciudad de pobres corazones
(por Lionel Pasteloff)
EMI - 1987
Muchas veces se habló de álbumes “descarnados”, “viscerales”, o “emocionales”. Pocos tuvieron tanto de eso como Ciudad de pobres corazones. La historia es harto conocida, pero no por eso menos destacable. Fito Páez, quien en 1986 gozaba de un cierto respeto bien ganado en el emergente “rock nacional”, tuvo que afrontar, poco después de perder a su padre, el asesinato de sus abuelas. Ellas lo habían criado tras la temprana muerte de su madre. Ese tremendo cimbronazo determinó lo que sería este disco. Rabioso, angustiado y hasta acusado, (si, incluso Fito fue sospechado del crimen pese a estar en Brasil) se alejó de todo y de todos. El resultado fue esta placa oscura y densa (que, aunque suene morboso, deja una muy grata impresión) en la que se destaca el tema que titula al disco, una evidente reflexión sobre dichas muertes. El tema de cierre, Track track, sin ser un hit, tuvo bastante repercusión y explicita claramente los sentimientos de Fito, incluyendo la mencionada acusación “Todo el vecindario puede proceder / yo soy sospechoso como vos y él”. La voz de Fabiana Cantilo (estuvo presente en varios temas, al menos en coros) no alcanza para suavizar la bronca que escupía Páez.
Gente sin swing ("y aunque te inviten su mesa/no estarán de tu lado"), De 1920 y la lúgubre Pompa bye bye (donde el rosarino “conversa” con la muerte) son otras de las piezas representativas del disco que Fito “nunca hubiese querido escribir”, pero que marcó un quiebre en su discográfia y su forma de componer. Continuaría esa línea (quizás, atenuadamente) en Ey!, al año siguiente.
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#51
Fito Páez - Giros
(por Matías Córdoba)
EMI - 1986
Después del cimbronazo de Del 63, su primer disco como solista (que la revista Pelo coronó como el mejor de 1984), de haber formado parte de la banda de Charly García durante la época de Clics modernos y Piano bar y de escuchar los elogios de su nuevo amigo Luis Alberto Spinetta, Fito Páez se encerró a grabar lo que sería su esperadísimo segundo disco de estudio. Grabar este segundo disco después de las buenas críticas que habia recibido con el primero significaba todo un reto. Fito ya contaba con un público considerable y la prensa de rock lo creía la gran revelación de la música popular, con una proyección incalculable (Páez sólo tenía 22 años). En declaraciones a la prensa, él pensaba que su música era "como una especie de tango", pero se quedaba corto, ya que en Giros, editado originalmente en 1985, supo mostrar la conexión con el folclore (Yo vengo a ofrecer mi corazón), el tango (Giros), la música del mundo y el rock que se estaba haciendo en la Argentina, particularmente (Cable a tierra). En una entrevista con Pipo Lernoud, el rosarino bajaba un cambio ante la velocidad que tomaba su carrera (iba a presentar el disco en el Luna Park) y describía Giros a la perfección: "Creo que es auténticamente lo que soy. (...) Yo tenía unos prejuicios tipo: si le gusta a la gente, es berreta. Pero si le gusta a la gente es porque vos supiste expresar con sinceridad lo que te pasa a vos, que es lo mismo que le pasa a todo el mundo".
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#50
Pescado Rabioso - Desatormentándonos
(por Alan Levy)
Microfón - 1972
El Flaco, gracias a su genio y su sensibilidad intuitiva, estuvo claramente en sincro con los periodos musicales de cada década. En una entrevista de aquellos años, Spinetta afirma algo así como: “de lo de ahora, lo que más me gusta es Zeppelin” ¡Vaya que se nota esto en Desatormentándonos! El debut de Pescado Rabioso es rock basado en riffs y solos de guitarra pero también hay lugar para el blues, la canción y la psicodelia.  Es rock progresivo: lejano a especulaciones homogeneizantes de la industria cultural. Una época irrepetible, una forma de considerar el arte que habría que reconsiderar.
La obra es, paradójicamente, una tormenta fuerte. Aquel amor adolescente de Muchacha comienza a terminar en el inicio de este LP. “Cansado de gritar por Cris”, confiesa Luis Alberto. (Este lamento se multiplica y magnifica con dos obras de Pescado 2: Nena boba y, especialmente, Como el viento voy a ver).  El jardinero (temprano amaneció) es un extenso rock pesado plagado de riffs, solos y alaridos varios: rabioso. Sigue Dulce 3 nocturno, una hermosa canción acústica más ligada al sonido almendra. El disco continúa con Algo flota en la laguna, otra contundente joya hard y cavernosa.
Hacia el final de la grabación del disco, se sumó al trío -que completaban Black Amaya y Bocón Frascino- Carlos Cutaia en los teclados, para dejar su impronta en el tema más complejo y espectacular del álbum: Serpiente (viaja por la sal).
No se puede dejar de destacar que en distintas reediciones se incluyeron Despiertate nena; Post crucifixión y Me gusta ese tajo, los tres temas más populares del repertorio de Pescado; aquellos pilares de la etapa más pesada de Spinetta que, formalmente, duró dos discos, pero que sin duda marcó a cuatro generaciones de rockeros. PD: yo te amo Beatles.
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#49
Litto Nebbia - Muerte en la Catedral
(por Fabián Spampinato)
RCA - 1973
No creo que haya muchos discos que tengan tanto que ver con distintas épocas e instancias de mi vida. En casa se olían y escuchaban cosas. Pizzas, Beatles y Litto.
Padres y hermanos grandes marcan tendencias. Por eso llegar a este disco para mí fue algo natural.
Muerte en la Catedral está lleno de arte. Su tapa es un lienzo plástico del genial Pérez Célis realizado a pedido del autor. Además, la edición de vinilo se acompañaba por un libro escrito (y también dibujado) por el propio Nebbia que contenía comentarios sobre situaciones de la época y manuscritos con las letras y tonos de las canciones.
El trabajo abría con una balada folk en 3/4. Vals de mi hogar no sólo es un tema amable, sino que deja una cantidad de hermosas frases-definiciones que Litto bien sabía manejar. Y ya se olía el “trío” (Nebbia-Astarita-González) de los discos subsiguientes. El revólver es un hombre legal y Señora Muerte (tema cuya poesía concuerda con la melancolía de los acordes que lo sostienen) quizás sean, junto con la canción que titula el disco los que marquen el tono de violencia que se vivía hace 40 años (retiro de Lanusse, elecciones con victoria de Cámpora, renuncia de éste, regreso de Perón...). Y también, claro, algunas observaciones críticas de la religión y algunos postulados.
No hace falta recordarlo, pero lo hago: esta placa contiene un clásico perpetuo de la historia de nuestro rock como es El otro cambio, los que se fueron. Y entre los músicos que participaron, además de los ya nombrados González y Astarita, se encuentran los caños de Bernardo Baraj y Gustavo Moretto; Antonio Agri y Fernando Suárez Paz (integrantes de las formaciones de Piazzolla, ambos en violín), Oscar Moro en batería, Ciro Fogliatta en piano y órgano. Y el gran Rodolfo Alchourrón en arreglos y dirección orquestal.
Ir por la carrera de Nebbia empezando por este disco es como arrancar una ruta para llegar a buen puerto.
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#48
Gustavo Cerati - Amor amarillo
(por Juan Martín Galeano)
RCA - 1993
Lanzado en paralelo a la existencia de Soda Stereo, Amor amarillo es la primera prueba de lo que iba a ser la carrera solista de Gustavo Cerati.
Tal vez por la influencia de Daniel Melero (con quien había editado Colores santos el año anterior), el disco trabaja una tensión entre el sampler y el rock de guitarras (por ejemplo en el single Pulsar). Sin embargo, son las últimas las que predominan, como lo demuestra la canción que abre y da nombre al disco. A su vez, Rombos, años después, sería caballito de batalla en vivo para el despliegue de los dotes de Gustavo como guitarrista. Y Avenida Alcorta, otro punto fuerte, arranca el lado B con una guitarra cuyo sonido remite instantáneamente al primer tema.
Hay lugar también para un aire introspectivo en varias letras el álbum, como en la perversamente encantadora Lisa.
El disco es además un homenaje del autor a Spinetta y Artaud (“cuando compuse Amor amarillo, uno de los discos que más escuchaba era Artaud, y quería poner un tributo un poco más notorio, más allá de que Artaud haya funcionado como disparador de valentía para hacer un disco de ese tipo”), e incluye una versión de Bajan, al que Cerati agrega una coda como para dejarle marca propia.
Por último, el instrumental Torteval, que cierra como bonus la primera edición del disco, marca el rumbo que seguiría Cerati al separarse Soda. Seis años después, en Bocanada, profundizaría su experimentación con el sampleo y la electrónica.
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#47
Los Abuelos de la Nada - Vasos y Besos
(por Miriam Maidana)
Interdisc - 1983
Un sobreviviente de los primeros hippies argentinos, un bajista con un aire a Goyeneche, un pendejo recomendado por Alejandro Lerner, un saxofonista que había vivido su verano brasuca, un histórico ex La Máquina de Hacer Pájaros y Spinetta, un sesionista.
Los Abuelos de la Nada habían tenido una primera formación en los años '60s hasta que su líder, mentor, abuelo de la nada y cultor de los lisérgicos Miguel Abuelo hizo su excursión europea. Volvió a Argentina en 1980 por la insistencia de Cachorro Lopez, quién quería armar una banda de rock. Con Calamaro en teclados, Daniel Melingo en saxo, Gustavo Bazterrica en guitarra y Polo Corbella en batería grabaron unos demos. En 1981 comenzó a sonar No te enamores nunca de aquel marinero bengalí. Hubo un primer disco, se pelearon jodidamente con Charly García (productor) y un día antes de la asunción de Alfonsín salió Vasos y Besos.
Si, sí…el que traía Mil horas.
Y Chala-man.
Y ese retrato de la época: “No se desesperen locos todo va a andar bien / ninguna bala parará este tren” que fue himno en marchas, fiestas universitarias y noches de ebriedad.
Un crío que espera un dealer, un monólogo de un fumón, el baile y ese Abuelo que terminaba cada show agotado, transpirado, sonriente.
Vasos y Besos fue fiesta en el momento en que tuvo que serlo.
Poco tiempo después Melingo, Calamaro y Bazterrica se fueron con proyectos propios.
Miguel Abuelo hizo lo que pudo, hasta que no pudo más y se fue al cielo.
Los Vasos y los Besos tienen esos problemas: enamoran, envenenan y hasta matan...
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#46
Seru Giran - Bicicleta
(por Matías Córdoba)
SG Discos - 1980
Bicicleta fue el mejor disco de Seru Giran, uno de los más grandes gestos artísticos de Charly García y una de las obras más importantes de la cultura rock en la Argentina. Fue un antes y un después, claramente. Charly no volvería a escribir tan bien como por aquellos meses en donde compuso la mayoría de las letras del álbum que catapultó a la banda. En este sentido, es un hallazgo el libro de Mara Favoretto Charly. En el país de las alegorías (editado recientemente), donde la autora disecciona la poética del cantante, en especial la de la época de Seru.
Pero así como es un error afirmar que Maradona ganó solo el Mundial '86 (con la mejor defensa de todos los mundiales), sería un error proclamar a García como el único responsable de Bicicleta. Aznar, Lebón y Moro se encontraban en sus mejores momentos, quizás contagiados por el entusiasmo de Charly. 1980 fue el gran año de la banda, ya que tocan tres veces en Obras (dos de ellas junto a Spinetta Jade, por entonces el nuevo proyecto de Luis Alberto Spinetta), publican su mejor disco, se presentan en el Río Monterrey Jazz Festival y cierran con un recital gratuito en La Rural donde asisten casi 60 mil personas. Un disco con canciones como A los jóvenes de ayer, Canción de Alicia en el país, Desarma y sangra, Mientras miro las nuevas olas, Tema de Nayla y Cuánto tiempo más llevará (sin contar el bodrio instrumental de La luna de marzo, de Aznar), habla de esa grandeza.
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#45
Pappo's Blues - Vol. 1
(por Alejandro Do Carmo)
Music Hall - 1971
Luego de su breve pero impactante paso por Los Gatos, y la posterior inclusión de su balada Nunca lo sabrán en un compilado del sello Mandioca, Pappo ya estaba listo para comenzar su propio proyecto.
A pesar de proponer Especies, como nombre para la banda, por recomendación del productor Jorge Álvarez, el guitarrista adoptó finalmente el nombre de Pappo’s Blues, que no se ajustaba necesariamente a la realidad con respecto al sonido del nuevo grupo. Es que de blues tradicional, estrictamente hablando, hay relativamente poco en Volumen 1.
Es cuestión de escuchar el pedido desesperado (“por favor, déjenme o voy a enloquecer”) de la gutural voz del Carpo en el inicio de Algo ha cambiado, el potente tema apertura con un magistral uso del wah-wah en la vena de Hendrix, para darse cuenta de que, precisamente, nada volvería a ser igual en el rock argentino luego de estos ocho tracks que se amontonan en casi media hora de surcos.
Con la sólida base del comodín de la primera época del rock nacional David Lebón (Davies por entonces) en el bajo y el inefable Black Amaya en batería, Pappo se permitía despuntar su costado más blusero en temas como  El viejo y El hombre suburbano, su lado más pesado como en el protometálico Especies, navegando a medio camino entre Led Zeppelin y Black Sabbath y su poco reconocida búsqueda estilística en los más suaves Hansen y Gris y amarillo; además de dejar de lado el overol para ponerse reflexivo y existencialista en Adónde está la libertad.
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#44
Los Gatos - Los Gatos
RCA - 1967
Además de ser doce canciones divididas en dos lados, el debut de Los Gatos es el puntapié inicial de un movimiento inmenso y multicolor. La balsa y su boom de ventas -y la insólita polémica sobre su autoría, descartable de sólo despabilar un poco la oreja- serían para siempre el viaje iniciático, el modelo del hipismo argentino, la ingenuidad beat llevada a la máxima expresión (Litto Nebbia suele mencionar a sus composiciones de la época como “pueriles”) y nada menos que el primer hecho popular en el rock argentino.
Pensándolo un poco: cuando Almendra y Manal sacaban sus primeros larga duración (entre fines del ’69 y 1970), Los Gatos ya habían consumado una discografía de cinco álbumes notables, que resumían el movimiento y la explosión de la escena musical y juvenil por aquellos años: no era sólo la guitarrita y Los Beatles; era naufragar, huir de la casa de tus padres y discutir lo que hasta el momento se daba por sentado aquí y allá.
Pero retornemos al disco. Otra anécdota famosa de este debut marca la grieta que produjeron Los Gatos entre la llamada “música comercial” y el rock: grabaron Ayer nomás de Moris y Pipo Lernoud con un retoque careta en la letra -había que hacerlo- y con este gesto le abrieron la puerta de las discográficas a otros grupos de la época pero además, lo no dicho en Ayer nomás lo dispararon bajo un halo de pop alegre con trasfondo ácido en Ríete -“creen que, que vivir una vida es durar y no saben que destruyéndola están”; “piensan en llegar a la Luna y no saben que a sus vidas no han podido aún llegar”. Allí quedó demostrado que arrancaba una nueva y buena historia, mucho más interesante, profunda y real que la llegada del hombre a la Luna.
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#43
Andrés Calamaro - Nadie sale vivo de aquí
(por Leonardo Ojeda)
Sony Music - 1989
Un poeta fértil dándose a conocer. En Nadie sale vivo de aquí, Andrés Calamaro comienza a ser Andrés Calamaro. Su cuarto disco llega luego de conocer las mieles del hit con Los Abuelos de La Nada y de álbumes en solitario donde el joven talento coqueteaba con el sonido de su tiempo, con una voz muy verde y un estilo irregular. En 1989, junto a fieles acompañantes como Ariel Rot y Gringui Herrera en guitarras, y la intervención de pares generacionales como Cerati, Páez y Vicentico, Calamaro logra el primer trabajo en el que comienza a vislumbrarse un estilo propio e inconfundible, que sellaría su marca personal en trabajos posteriores de la década del 90. Un primer paso hacia los temas de ruta, amistad, noches y cosas que abandonamos para siempre. Hay rock & roll way of life, hay canciones peligrosas y de desamor que alegran y contrabandean guiños al inconsciente colectivo y social de los ochenta: “la casa estaba en orden, no encontré motivo” en Señal que te he perdido. Nadie sale vivo de aquí es un disco de rock argentino, con citas a Miguel Abuelo pero también guiños a Lou Reed. Sella una forma de hacer canciones que muchos años después sería reivindicada por músicos tan disimiles como Palo Pandolfo y Manuel Moretti. “Las canciones las compongo caminando y por eso algunos versos se me van”, nos advierte Calamaro antes de ser Rodríguez, Salmón y Bohemio. Todavía quedaba mucho por hacer.
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#42
Don Cornelio - Patria o muerte
(por Mr. E)
EMI - 1988
Don Cornelio y la Zona habían llegado a un nivel de exposición mediática que no deseaban con su primer álbum. Rock & Pop pasaba sus temas en rotación permanente junto a los de Soda Stereo o Los Abuelos de la Nada. Era el momento ideal para un despegue masivo y el éxito comercial estaba al alcance de la mano. Pero Palo Pandolfo y sus muchachos tenían otra idea en mente. Contra todos los consejos que seguramente recibieron, a contrapelo de su compañía discográfica y posiblemente de una buena parte de sus seguidores, hicieron uno de los mejores discos del rock argentino: Patria o muerte, ya con el nombre recortado a Don Cornelio.
Diez años adelantados a todo (grunge antes del grunge, dicen algunos) éste fue un álbum incomprendido y despreciado por su dolor y su pétrea oscuridad. La vida tortuosa, sin refugio ni esperanza, tiñe un disco que te obliga a contener las lágrimas. Y pensar que tenían todo para ser una banda de hits. Escupieron el futuro con un disco que no tenían que hacer y nadie esperaba. Un disco que hoy se encuentra descatalogado.
Algunos lo recibimos con una sonrisa nerviosa y lo adoptamos para siempre. Adoro el sabor agrio y el corazón agitado que me deja Patria o muerte: cada tanto, lo despierto despacio de su sueño de estante y lo devuelvo sin aliento a mi colección.
109 Discos del Rock Argentino: #60 a #41
#41
Invisible - Durazno sangrando
(por Juan Martín Galeano)
CBS - 1975
Disco que oscila entre las complejidades y climas del debut del grupo y el más “cancionero” El jardín de los presentes, el segundo trabajo de Invisible estaría inspirado en las lecturas de Spinetta de El secreto de la flor de oro, libro sobre meditación taoísta.
Contiene dos grandes suites correspondientes a, también, dos grandes conceptos de Carl Jung: Encadenado al ánima (la letra es un poema de Santiago, padre de Luis) y En una lejana playa del animus. Junto a ellas, figuran tres canciones más cortas y directas, donde se destaca el clásico que da nombre al disco, único del presente que sonó en el recital de las Bandas Eternas en Vélez. Como curiosidad, Machi canta la voz principal en otra de ellas, Pleamar de águilas.
Volviendo a las suites (que merecen un análisis aparte), son imprevisibles, y en esto los experimentos del disco anterior son llevados al extremo: riffs, motivos melódicos y ritmos cambiantes parecen superponerse uno al otro; y tienen diversas partes vocales. Son una experiencia en sí misma (no apta para impacientes) que merece ser escuchada dada la riqueza musical y lírica que contienen. En Encadenado… participa Esteban Martínez Prietto en sintetizadores, agregando un color más a las muchas texturas del tema.  La joya oculta del álbum probablemente sea su última pieza corta, la existencial Dios de adolescencia. En ella, Spinetta canta sobre los tropiezos de una chica en su búsqueda de la felicidad: “Tan apurada está que atropella el viento en la avenida […] Si ella quisiera abrirse del ser y la nada / tal vez podría ver que su Dios está en la adolescencia”.


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