Revista Psicología

1110 días para cantar te

Por Carolina Guzman Sanchez @RevistaPazcana
Continua leyendo 1/15 Cada semana encontrarás una nueva parte de la historia “1110 días para morir”

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Por entonces, mientras ella le hablaba y él un poco confuso la miraba de abajo hacia arriba intentando reconocerla de algún lado, le parecía más cercana que lejana –y no recuerdo de dónde se dijo así mismo- Al fondo, en el karaoke unos sonidos estridentes de aficionado intentaba cantar

(The Reason-Hoobastank)

Y con gotas de un ingles a medio pronunciar –algo que le causó serias risas a Lucía. Él le respondió:

-yesofcors, cuentero soy. Mucho gusto Arturo de la Mesa

-¿de veras?¿nombre artístico o dirección de calle?

-sí, los dos ¿algún problema con eso? Epa! Mentonuuuu…jiiiiiiiiiiiiir que canción tan vibra, es mi amigo el que está cantando, ese man esta enamorado. Y tú ¿en que mesa estás?

-ves la del fondo, La que dice Rembrant? Estamos celebrando el cumpleaños de Patricia

-Ah bien. Pero, no vienes muy seguido por este bar o sí…

—Aplausos para Fabián. Y Feliz Cumpleaños. Que les ha parecido Fabián, ¿cuántos puntos se merece? A ver que dicen las chicas de la mesa Rembrant?–pregunta el locutor

La mesa Rembrandt califico de 1 a 10 con 6 puntos. La mesa klimt con 8 puntos. La mesa Picasso con 10 puntos. La mesa Monet le calificó de 10 puntos también, aunque el aficionado resultó un desconcierto desastre, pero, por supuesto, su mesa lo apoyo hasta el final. Y Lucía estaba ahora entre dos mesas entre “lo grabado o recordado” y “el impresionismo o la copia de lo que se ve en el inmediato”

—¿ahora quien sigue? Que suba al escenario Rodrigo. Rodrigo nos va a interpretar esta noche para calentarla un poco, una salsa. Bienvenido Rodrigo, ¿usted se arriesga a cantarnos una salsa?

-Por supuesto. Esta canción va para mi novia que está sentada allí en esa mesa -señalando la mesa Klimt diagonal a la mesa Monet, la mesa de Lucía- ¡Mi vida Te amo! ¡Para ti Amor, muñeca de mi cielo! Quien quiera bailar, que comience…

(Oiga, mire, vea-Guayacan Orquesta)

Arturo se levantó de su silla, dejo el vaso de vodka sobre la mesa, lo levanto de nuevo y bebió un sorbo y bailando se acercó a Lucía:

-te animas a bailar?

No supe que responderle. Cada vez que esos sonidos salían de su boca, mi cuerpo empezaba a temblar, como en un estado hipnótico instantáneo perdía el control sobre mí, y apenas llevaba medio vaso de cerveza, seis sonrisas tontas, y más de ocho años esperando al cartero. En ese momento, luego de veinte minutos, seguía sin entender el porque. Le refleje una mirada rápida que recorrió desde sus ojos hacia el vaso de vodka ya un poco escaso, lo desnude mientras movía su mano hacia la mesa, su cuerpo con ella, su cabeza se ladeaba con ella y dejaba al descubierto su cuello un poco más cerca de mi cabeza, yo seguía sentada en la mesa

-¿quieres? ¿que estás tomando?

-cerveza corona

-no, pero eso es trago de niñas -con un tono de risa y burla- toma un poco de vodka, dale que la canción se va a acabar, levántate de ahí. A bailar! Vamos a bailar!

Como la mejor de las ordenes, me levante de la silla lo más rápido posible, me tropecé con la mesa, el vaso de vodka cayo al suelo, al mismo tiempo mis pies se enredaron y un segundo tropezón y de lo único que pude agarrarme fue de su pantalón mientras yo decía: lo siento! Lo siento! Al mismo tiempo todos los de la mesa se quedaron mirándome y soltaron una carcajada lo mismo hicieron los de la mesa de al lado, el cantante se detuvo unos segundos y Arturo lo único que dijo… Epa! Pero esto está mejor, vamos arriba… a bailar! Acto seguido, me levanté por segunda vez, agarre su mano y de un tirón me llevo a bailar. Su brazo en mi espalda, su risa en mi cara, sus ojos por encima de mi frente, y su mano agarrada de la mía en sincronía me dio un giro, dos, tres, y al oido me susurra:

-¿dónde aprendiste a bailar? ¿tu no eres de la capital o sí?

Yo lo noté en su voz, supe que no era de acá, el no lo supo en mi voz pero si en mis movimientos.

-Puedo no ser de acá ni de allá, depende de dónde quieras que sea y yo me acomodo -lo dije esbozando una sonrisa, que mi rostro la sintió como novedad, ya desde hace mucho tiempo extrañaba hacer ese gesto.

-En serio no eres de acá o sí? si eres de acá, que extraño, nadie baila así. Te mueves muy bien.

Entre sus brazos, su mirada risueña y su juramento de “oiga, mire, vea… vengase a cali para que vea” recordé que en un par de semanas no es precisamente Cali, la ciudad que me espera. Un escalofrío recorrió al mismo tiempo todo mi cuerpo de punta a punta, y empecé a maldecir los pocos días que me quedan y a rechazar el hechizo plantado por Arturo.


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Tagged: autoestima, cáncer, terapia de pareja
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