Revista Cultura y Ocio

12 años de esclavitud, de Steve McQueen

Publicado el 10 febrero 2014 por María Bertoni

12 años de esclavitud, de Steve McQueenCon el tiempo, nuestra memoria archivará 12 años de esclavitud en el depósito de películas que Hollywood produce para redimir a los Estados Unidos de su pasado racista, y que la ceremonia de los Oscar contribuye a publicitar. Cuando en 2012 reseñamos Historias cruzadas, nos referimos a este ejercicio de corrección política que parece más evidente desde la asunción presidencial de Barack Obama, y que resulta todavía más burdo cuando se lo compara con las recientes excepciones a la regla Lincoln de Steven Spielberg y Django sin cadenas de Quentin Tarantino.

Con perdón de la interferencia anglosajona, “Racismo para dummies” es una etiqueta posible para los films destinados al mencionado depósito mental. Éste que dirigió Steve McQueen despliega una serie de estereotipos que representan los distintos grados de racismo (la idea de que el racismo sea un fenómeno gradual resulta al menos discutible). Tenemos entonces al racista sin fisuras que encarna Paul Dano, al racista contradictorio a cargo de Michael Fassbender, al racista especializado en trata (Paul Giamatti), al racista piadoso (Benedict Cumberbatch), al no-racista (Brad Pitt, por supuesto).

12 años… también propone un catálogo de víctimas donde figuran aquellos escasos esclavos que conseguían congraciarse con el amo y le sonsacaban algún privilegio; aquéllos que lo pasaban peor porque por algún motivo obsesionaban al patrón; aquéllos que resistían la opresión; aquéllos que la toleraban con resignación. Entre estas categorías, asoma un tipo de víctima que los guiones de Hollywood rara vez -o acaso nunca antes- retrataron: ciudadanos negros nacidos libres, que una red delictiva engañaba, secuestraba y despojaba de su identidad para venderlos al propietario de alguna gran plantación sureña.

Esto le sucedió a Solomon Northup, que existió de verdad y que en 1853 escribió el libro ahora adaptado para la pantalla grande. Los interesados podrán leer aquí el artículo que el New York Times le dedicó al caso en enero de aquel año.

Con razón, algunos espectadores sostendrán que 12 años… vale en tanto ficción pedagógica pues visibiliza una modalidad desconocida del tráfico de esclavos negros en territorio estadounidense a mediados del siglo XIX. Desde esta perspectiva, la película de McQueen invita no sólo a descubrir la historia de Northup y a conocer/repasar la realidad que los abolicionistas del Norte pretendieron dejar atrás con la denominada “Proclamación de la Emancipación” y con la aprobación de la famosa Decimotercera Enmienda, sino a identificar otro antecedente del actual delito de trata.

Desde esta perspectiva, cabe celebrar las nueve nominaciones asignadas por la Academia de Hollywood pues expresan el respaldo del statu quo a semejante esfuerzo concientizador. Más de uno ya habrá imaginado el discurso del director, actor, productor o quien sea que vaya a subir al estrado para recibir alguna(s) de las estatuillas prometidas: un agradecimiento a tooooodos los que hicieron que esta película fuera posible, en especial a Northup por sentar tamaño precedente en materia testimonial y por exigirnos alguna reflexión histórico-política a siglo y medio de distancia.

Para algunos espectadores, en cambio, ningún propósito pedagógico es garantía automática de buen cine. Es más, cuanto mayor es el afán aleccionador de una producción, mayores son las chances de fracaso creativo, en parte porque el imperativo escolar suele viciar la narración con una retórica esquemática, generosa en estereotipos, lugares comunes y golpes de efecto. A falta de docentes con puntero en mano, estrellas consolidadas o nacientes -en esta película los mencionados Pitt, Fassbender, Giamatti, Dano, Cumberbatch y la presunta revelación Chiwetel Ejiofor- recurren a la sobreactuación para destacar lo antes subrayado por el guión (de John Ridley en este caso).

Entonces, como tantas otras predecesoras, 12 años de esclavitud dista de merecer los elogios que le dedicó gran parte de la crítica vernácula y extranjera. A lo sumo, se trata de una alternativa válida para algún profesor de Historia de la escuela secundaria interesado en utilizar esta recreación cinematográfica con la intención de profundizar un tema complejo, irreductible a la proyección de un mero catálogo de víctimas y victimarios.


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