Revista Cultura y Ocio

120 años del nacimiento de César Vallejo

Publicado el 16 marzo 2012 por Manigna
120 años del nacimiento de César Vallejo
Hoy es un día especial para nosotros los peruanos pues celebramos los 120 años del nacimiento de nuestro poeta mayor, César Vallejo (Santiago de Chuco, 1892 – Paris, 1938).
Hasta un doodle en el Google Perú hay en homenaje a esta fecha, lástima que sea solamente en la versión peruana.
120 años del nacimiento de César Vallejo
Recuerdo que una de mis primeras lecturas en la escuela fue el cuento “Paco Yunque”, y se me quedó grabado por la tristeza que me daba imaginarme al protagonista del cuento –de origen humilde, hijo de una empleada doméstica- siendo humillado por su compañero proveniente de familia rica. La tristeza es el sello característico en la obra de Vallejo, hasta en el vaticinio de su muerte en el poema “Piedra negra sobre piedra blanca” :
“Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en Paris — y no me corro —
Tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.”

Se fue un viernes y no un jueves, aunque fue en Paris, y aquel quince de abril de 1938 llovió en la capital francesa.
Siempre es necesario releer a este compatriota universal, y hoy en especial, con tristeza –por otros motivos- lo tenemos presente.
Dejo tres poemas, dos de los cuales tienen un vídeo donde los actores argentinos Federico Luppi y Leonardo Sbaraglia respectivamente declaman “Los heraldos negros” y “Masa”.
Deixo às traduções ao português dos poemas por se tiver algum brasileiro ou português interessado.
Los heraldos negros
Hay golpes en la vida tan fuertes... Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé!
Son pocos, pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos Ilama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé!
Os arautos negros
Há golpes na vida tão fortes... Eu nem sei!
Golpes como do ódio de Deus; como se ante eles
a ressaca de quanto foi sofrido
se empoçara na alma... Eu nem sei!
São poucos, porém são... Abrem sulcos escuros
no rosto mais fero e no lombo mais forte.
Serão talvez os potros de bárbaros átilas;
ou os arautos negros que nos manda a Morte.
São as caídas fundas dos Cristos da alma,
de alguma fé adorável que o Destino blasfema.
Esses golpes sangrentos são as crepitações
de algum pão que na porta do forno se queima.
E o homem... Pobre... pobre! Volve os olhos, como
quando por sobre os ombros nos chama uma palmada;
volve os olhos loucos, e todo o vivido
se empoça, como charco de culpa, na mirada.
Há golpes na vida tão fortes... Eu nem sei!


Masa
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
«¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando «¡Tanto amor y no poder hacer nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar...
Massa
Ao fim da batalha,
e morto o combatente, veio até ele um homem
e lhe disse: «Não morra, te amo tanto!»
Mas o cadáver, ai!, continuou morrendo.
Se aproximaram dois homens e repetiram:
«Não nos deixe! Coragem! Volte a vida!»
Mas o cadáver, ai!, continuou morrendo.
Acudiram vinte, cem, mil, quinhentos mil,
clamando «Tanto amor e não poder fazer nada contra a morte!»
Mas o cadáver, ai!, continuou morrendo.
Se aproximaram milhões de indivíduos,
com um apelo comum: «Fique irmão!»
Mas o cadáver, ai!, continuou morrendo.
Então todos os homens da terra
se aproximaram; o cadáver os viu, triste, emocionado;
se ergueu lentamente,
abraçou o primeiro homem; e começou a andar.


- Vídeos subidos a youtube por Nexusagain.
- Traducción de "Los heraldos Negros" al portugués por Fernando Mendes Vianna.

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