Revista Cine

12ª MUESTRA SYFY: DÍA 1

Publicado el 09 marzo 2015 por Heitor

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Que difícil empezar a hablar de nuevo de la muestra SyFy. Que difícil porque, básicamente, siempre hacemos lo mismo. Los mismos. Una y otra vez pero adrede, no como Bill Murray en “Atrapado en el tiempo”. Que él va mejorando, aprende a tocar el piano y se pasa por la piedra a un par de titis. Nosotros ni eso. Cola, chascarrillos, buscar sitio, Leti, peli, chascarrillos y vuelta a la casilla número uno.

Los habituales de este blog ya sabéis todo esto. Los que habéis llegado nuevos, de casualidad, buscando en Google “Cómo hacer el molinete sin luxaciones”, estaréis flipando. Como resumen, la Muestra SyFy es un evento que organiza el canal SyFy (los nombres de festivales, en general, son así, al grano) por estas fechas, en el que emiten un puñado de películas rarunas, de jueves a domingo. Algunas rarunas, otras muy rarunas, otras extremadamente rarunas y luego un día echaron Amer.

Así que, todos los años nos reunimos un puñado de seres humanos que somos como la pandilla basura pero en desastre. Rafa, Almu, Ana, Jose, Bea, Raúl, Raquel, Carlos, Paco y yo, nos juntamos y nos vemos la cola. EN LA COLA. Perdón, en qué estaría yo pensando.

Aunque este año teníamos a dos expatriados con movilidad exterior de esa que dice la ministra. Bueno, Raúl estaba en Jerez que no es exterior, exterior pero casi y Carlos andaba por Canterbury más enfadado que una de las gárgolas de la Catedral. Pero, eso sí, nos acordamos mucho de ellos todo el rato.

El primer momento de excitación, como siempre, llega con el primero de los prólogos de Leticia Dolera, nuestra adorada musa. Y es que la actriz y directora se ha convertido en una imprescindible del festival y cada día está más suelta, se siente entre colegas y se casca unos monólogos plagados de pullas, spoilers, retos y coñas, en constante interactuación con el respetable, que, muchas veces, son mucho mejores que la película que viene a continuación.

Así que, después de los besos y abrazos correspondientes, entramos en los Callao City Lights para el sempiterno pre-estreno del jueves, sin saber aún, que la selección de este año daría lugar a una de las muestras más flojas de la historia del SyFy.

CHAPPIE

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La cinta del jueves me pilló exhausto. Aguantar el metraje se me hizo cuesta arriba, al margen de la película y hasta creo que llegué a sufrir varias pérdidas de atención, a pesar de mi predisposición a disfrutar de la misma. Así que, salí del cine con una sensación de satisfacción que se fue diluyendo a medida que mi cerebro iba asimilando lo que había visto. Al día siguiente, ya con las neuronas descansadas, mi valoración de la película había bajado con respecto a mi percepción inicial.

Mis expectativas con la tercera película del sudafricano Neill Bloomkamp, después de la grandiosa “Distrito 9” y la entretenida “Elysium”, eran altas. Y ya se sabe qué es lo que pasa con las expectativas altas, que no pueden hacer otra cosa que mantenerse o bajar. La historia de un robot con conciencia, que a la postre sería una mutación con ADN de “Cortocircuito” y “Robocop”, tenía buena pinta en manos de este tipo capaz de crear atmósferas entre el futurismo más cercano y el costumbrismo de los guetos de Johannesburgo.

Y la verdad es que el relato comienza de forma prometedora. Una macroempresa de material militar que sitúa sus robots policía en las calles de la capital sudafricana, un científico que busca la inteligencia artificial perfecta (Dev Patel), un antagonista malote que odia el éxito del primero y la inteligencia artificial en general y pretende vender un bicharraco muy similar al ED-209 de robocop, manejado por ondas cerebrales, a la policía (Hugh Jackman con peinado agitanado y pantalones de turista alemán en Mallorca), una pareja de delincuentes violentos pero, en el fondo, con buen corazón (el dúo sudafricano de rap Die Antwoord haciendo de ellos mismos, para bien y para mal) y un robot que recibe un firmware de IA super-ultra-mega-avanzado que le permite aprender como si fuera un humano, pero de forma muchísimo más rápida, partiendo del estado mental de un niño (con el impresionante trabajo vocal y de captura de movimientos del actor fetiche de Bloomkamp, el también sudafricano Sarlto Copley).

La pena es que la historia tiene el esquema que todos estáis pensando en estos momentos. El genio carga el programa en el robot, el robot acaba con los delincuentes, aprende un poquito de aquí y otro de allá, se desencanta un poco del género humano, se hace algo malote pero, de alguna forma consigue mantener su bondad, todo esto mientras el científico capullo la va liando hasta provocar el grand finale.

A la previsibilidad del argumento, se le une la limitación actoral del dúo de rap, ciertas decisiones narrativas que, si las piensas un poco, no tienen ni pies ni cabeza y un final que tiende a la ñoñería más disneylandiana, a pesar de la piroctecnia armamentística y alguna escena sangrienta que, nuevamente, nos puede recordar a la obra maestra de Paul Verhoeven. Ah, eso y el personaje con el que tiene que lidiar el pobre Jackman, tan caricaturesco y absurdo que es muy difícil levantarlo.

Así que, la parte disfrutable, que es ver la evolución y las reacciones de ese amasijo de chapa con el cerebro de un infante en un mundo que no entiende y que no para de agredirle, se ve truncado por los puntos débiles de una historia que podía haber dado mucho más de sí.

Parece que Bloomkamp aún no ha encontrado el camino para replicar el éxito de su opera prima. Así que ahora que nos enteramos de que continuará la saga de Alien, con una quinta entrega que cerrará los ojos y hará como si tercera y cuarta entrega no hubieran existido, hay que sentarse un rato a decidir si es una buena o una mala noticia.

Sigourney Weaver aka Teniente Ripley dice haber leído el guión y estar entusiasmada. Quién soy yo para llevarle la contraria. Confiemos pues.


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