Revista Cultura y Ocio

2019, el año liminal.

Por Alejandra Naughton Alejandra Naughton @alenaughton

2019, el año liminal.

Fuente La Nación. Crédito: 21st Century Museum of Contemporary Art, Kanazawa.


Paradójicamente, no fueron las columnas de opinión ni las innumerables charlas con macroeconomistas y politólogos quienes me orientaron este año. Creo, en cambio, que fue la primer exposición antológica del “ilusionista” Leandro Erlich, realizada este año en el MALBA.  El nombre de la retrospectiva, “Liminal”, me invitó a buscar su significado. Así aprendí que el concepto liminal nos remite a la sensación de no estar ni en un sitio, ni en otro. Oscilar en el borde liminar de una experiencia sugiere que “siempre estamos atrapados entre una realidad previa, que ya ha sido dejada atrás, y una nueva que nos invita y está cerca, pero que nos deja varados si nos demoramos”.
Debo confesar que a priori me pareció que el concepto era muy aplicable en medio de la gran confusión de los meses posteriores al inicio del calendario electoral. Realidades previas parecían quedar atrás mientras las nuevas, apenas sugeridas, nos introducían en un atolladero. Pero también me pareció que aplicaba a nuestra historia que nos muestra cómo sistemáticamente oscilamos entre la ilusión y la desesperanza sin mediar reflexión ni aprendizaje. Y por qué no también, a veces, a nuestros sueños que parecen no llegar nunca aunque, nobleza obliga, los sueños de tanto de tanto nos sorprenden y, deseándolos firmemente, se hacen realidad. 
Estoy convencida que este estado liminal prolongado entre el pasado y el presente nos bloquea la oportunidad de un futuro mejor. Propongo mirar a nuestros errores a los ojos y aprender a no repetirlos. Solo así creo construiremos un país con su democracia funcionando a pleno, una democracia con capacidad para saldar cuentas históricas como la pobreza o la inflación que han probado notable resiliencia a pesar de los 36 años transcurridos desde el regreso de la democracia. Se me ocurre pensar que debiéramos probar recreando el clima de alegría universitaria con el que allá por 1983 en Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, conversábamos, discrepábamos y nos admirábamos por igual. 
En la exhibición del MALBA, Erlich se vale de objetos y espacios simples, comunes para ilustrarnos. Así nos engaña con un ascensor que no va a ninguna parte, o un vagón de subte que al ritmo y sonido del traqueteo de las vías parece moverse o de lavarropas que parecen estar funcionando …pero no. Ni hablar de las puertas cuyas mirillas nos muestran un pasillo tan verosímil  como inexistente. Si logré intrigarlos, tienen tiempo todavía hasta el 2/2/2020 para ver la pileta de natación que, aunque llena, somos capaces de caminarla mientras otros nos observan desde el borde a través del agua. ¿Es que acaso seguimos respirando en su profundidad? ¿Entonces no nos ahogamos? En la obra de Erlich todo parece suceder, pero no sucede, permanentemente.
Por este año dfficil y lo que aprendí en el MALBA, en este nuevo año que estamos por iniciar, brindo para que logremos conversar, especialmente si no estamos de acuerdo, y juntos crezcamos haciendo que las cosas a diferencia de la muestra artística sencillamente sucedan, permanentemente, dejando atrás a las sensaciones liminales que al menos a mí, a esta altura de la vida, se me están haciendo eternas. ¡¡¡Feliz 2020!!! 

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