Dicen que toda gran aventura comienza con un simple e inocente primer paso. El mío en este caso fue un correo electrónico en el que me proponían participar en esta experiencia junto a Canon España para plasmar, a través de mis ojos y conocimiento, un día en Madrid.
No lo dudé ni un momento. La propuesta era tan interesante como atrevida y tenía un ingrediente muy especial, la participación de mis seguidores. Ellos, por primera vez desde que dirijo este blog, serían los encargados de marcar el rumbo de mis pasos y paseos por Madrid. Ellos a través de sus propuestas, decidirían mi inmediato futuro y marcarían la orden del día. Yo, obediente, trataría de cumplir al máximo sus deseos.
Admito que no fue sencillo el tratar de cuadrar al máximo posible todas estas proposiciones virtuales en el espacio y en el tiempo, pero ahí estaba Madrid (una vez más) para tenderme la mano y para posar como sólo ella sabe. Un viaje casi capicúa puesto que empieza y termina prácticamente en el mismo sitio, en la Puerta del Sol. Entre medias otros 21 momentos o lugares tan dispares y básicos para entender la ciudad como el Barrio de las Letras, la Plaza de la Villa, la Almudena o el Templo de Debod. Todos debían estar en esta fiesta y así fue.
Esta experiencia me ha brindado varias realidades fantásticas. La primera de ellas, poder inmortalizar Madrid con una pasada de cámara como lo es la EOS M5. Acostumbrado a patear por la ciudad y captarla con el teléfono móvil esto ha sido un auténtico salto de categoría. Con sus objetivos he llegado a rincones que otras veces se me escapaban, he logrado encuadres que hasta ahora sólo vivían dentro de mi cabeza. La calidad de la imagen obtenida creo que en muchos casos, habla por sí sola. Nunca Madrid me sonrió así.
Otra cosa que me llevo de estas #23horasConEOSM5 es haber recuperado esa mirada curiosa del turista, cuyos sentidos tratan de acaparar todo cuanto les rodea en cuanto pisan una nueva ciudad, llena de posibilidades. Después de muchos paseos por la Villa, el tratar de transmitir sus mayores virtudes y su esencia de una manera tan inmediata me hicieron recobrar la mirada del foráneo, que casi se sorprende por todo cuanto se encuentra.
He montado en barca del Retiro, he visitado la casa de Cervantes, he visto un atardecer impagable, he subido a los cielos de Madrid, he paseado por el Mercado de San Miguel y saboreado un bocadillo de calamares a los pies de la Plaza Mayor. Y así hasta 23 momentos difíciles de olvidar. Gracias a Canon y a vosotros por este maravilloso reto. Gracias a él, de nuevo he entendido, el porqué me enamoré de Madrid.
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