Revista Regiones del Mundo

28. Como Luke Skywalker En El Planeta Dagobah

Por Lagunamov @Lagunamoc
Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida...para no darme cuenta, en el momento de morir, que no había vivido.
Walden, la vida en los bosques
Ese primer fin de semana en Arriba la Luna lo recuerdo desastroso. Cuando me duchaba con los cubos de agua la casa parecía un lago, cuando intentaba cocinar algo todo salía mal e incluso cuando intentaba hacer fuego, necesitaba una gran cantidad de papel para lograrlo. No me estaba adaptando bien.


28. Como Luke Skywalker En El Planeta Dagobah

En Arriba la Luna

Hasta ese momento todo me había salido perfecto. El ir a dedo, el trabajar en la recepción de un hostal, el conocer a gente maravillosa y un largo etc de cosas deseables... El viaje había sido fabuloso. Pero claro, yo no empecé a viajar para solamente disfrutar, sino para también aprender, y un choque como el que viví esos primeros días en la chacra era esperado, y más si eres una persona que siempre ha vivido en la ciudad.
Pero no me decepcionaba ni me ponia triste cuando algo no me salía bien, todo lo contrario, me gustaba la idea de que todavia tenía muchas cosas que aprender, ¿Acaso la vida no es otra cosa que un largo aprendizaje sobre ella misma? Un camino sin final en el que aprendemos a vivir... Además, esos nuevos retos me iban a hacer llevar la soledad mucho más llevadera. Si fallaba, lo volvía a intentar, si todavía no funcionaba, pues otra vez hasta conseguirlo. De esa manera, el simple hecho de cortar madera se transformaba en un pasatiempo.
 Así mataba las horas, aprendiendo poquito a poquito e intentando superarme con cualquier tarea de subsistencia. Me sentía como Thoreau en Walden, sólo que yo tenía un largo camino por recorrer hasta poder subsistir solamente con lo básico (la comida).
Ese domingo, después de la siesta, abrí el grifo para llenar los cubos y algo raro pasaba. No funcionaba. Ana me había explicado que a veces el tanque se vaciaba y que tenía que poner en marcha la bomba de agua para llenarlo. Así que salí afuera en busca de aquella máquina. La encontré, pero al activarla no se ponía en marcha, la rueda estaba un poco suelta.

28. Como Luke Skywalker En El Planeta Dagobah

Vacas de los alrededores

Como no tenía ni idea de dónde estaban las herramientas y tampoco queria experimentar con un aparato desconocido (por miedo a cargármelo) fui a la casa más cercana a buscar ayuda. No me podia permitir estar una semana sin agua. Pues Ana me había traído agua potable, pero no me iba a durar toda la semana y tendría que utilizar la del grifo.
En la búsqueda de ayuda conocí al Cuca, un verdadero gaucho que vivía cerca de Arriba La Luna y que nada más verme el abrigo me dijo:
- De ciudad, verdad?-
Me había calado solamente viéndome el abrigo y la manera de andar. ¿No es gracioso? Desde el primer momento fue muy simpático, estaba acostumbrado a ayudar a los voluntarios de Ana y no hizo menos por mí.Vino y me echó una mano con la bomba, por lo visto yo tenía razón y estaba suelta, así que la apretó y conseguimos que la casa volviese a tener agua.
Le di un apretón de manos y salí corriendo de vuelta a la casa. Recordé que había puesto pan en el horno antes de salir y ese asunto me había tomado más tiempo del previsto. Cómo no! Al llegar ví que se había quemado! Todo estaba en mi contra.
Salió la luna y me subí al tejado a observarla, como dije en la entrada anterior, no he visto un cielo más bonito en mi vida, era fácil entender por qué el lugar se llamaba Arriba la Luna. Miles de estrellas formaban las tropas que capitaneaba el astro nocturno. Vaya show. Me puse música de Chopin hasta quedarme semidormido en aquel tejado, incluso olvidé que todo me estaba saliendo de culo. Las mejores cosas de la vida son gratis creédme. El sol de la mañana penetró en mi habitación con fuerza, me preparé un desayuno compuesto por galletitas y mantequilla mientra gozaba de la neblina que había invadido el valle esa mañana.
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Con ese fenómeno meteorológico la semana empezó y eso quería decir que mi trabajo también. Tenia que ordenar las cajas de las abejas y limpiar la miel de algunas. Además de alimentar a América y Libertad. Un trabajo fácil y rutinario que me ocupaba la mayor parte del día (desde las 10 AM hasta las 18). Esa tarde, escuché unas voces que me gritaban. Bajé de donde estaba subido y me encontré con dos tipos de unos 50 años de edad.
Eran Ismael y Cheo, dos trabajadores (muy humildes) de Ana que se encargaban de construir el complejo. Estuvimos hablando un rato y luego volvimos al trabajo. Parecían simpáticos. Al dia siguiente me despertaron para desayunar tomando mate. Querían saber de mí. Sobre las 12, volvieron a aparecer y me dijeron de ir a la casa de voluntarios a comer. A partir de ese día siempre comía con ellos y fueron mi solución a todos los problemas. 
Me lograron electricidad para tener luz, me enseñaron a hacer fuego y un huevaco de cosas que me iban a ser útiles para mi vida allí. Era con ellos como Luke Skywalker con Yoda. cuando llega al planeta Dagobah y el maestro Jedi tiene que enseñarle como utilizar la fuerza (pelotudo tú ser). Que si la temperatura del mate no es la correcta, que si para hacer fuego necesitas más leña fina, mejor clava así los clavos... Era su aprendiz de Vagabundo (de súpervagabundo mejor dicho, supertramp).
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Creo que nunca se lo podré agradecer lo suficiente. A parte, Ana me dejó comida, pero era toda vegana (ella es vegana) y querráis o no la carne se echa de menos si estás acostumbrado a ella. Ellos, sin decirles nada, compartían su comida conmigo. Yo cocinaba unas lentejas y ellos le ponían carne (en serio, aquí la vaca está a otro nivel).
Pasábamos la hora del almuerzo (así llaman a la hora de comer) charlando sobre la vida, sobre el país y sobre muchas cosas. Me pidieron que les explicara cosas de Filosofia y del mundo (una vez les dibujé un mapamundi en un tablón de madera para que supieran situarse cuando les hablaba). Creian que Rusia era rica todavía y les tuve que explicar el rollo de la Guerra Fria, la crisis de los misiles cubanos y etc. Qué bien me lo pasaba.
Pero no solamente hablaba yo, ellos también tenían muchas cosas que contarme. Durante esas charlas es cuando verdaderamente me dí cuenta de lo corrupto que está el pais. Los políticos se intentan quedar con todo el dinero, los abogados engañan a los analfabetos para así quedarse con sus tierras y un largo etc. También me percaté de que el engaño y la estafa están tan al orden del día que es casi imposible arreglar ese problema, como un árbol cuyas raices ya están muertas.
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Durante uno de esos almuerzos, Cheo me hizo una pregunta realmente triste:
-Por qué los europeos son tan ambiciosos? Siempre quieren más y más, no lo entiendo.
-Cheo, está bien que no lo entiendas, significa que no eres como ellos- le respondí.
Parece que hay una especie de enfermedad en la sociedad.Queremos entender todo, las cosas que no entendemos nos provocan incertidumbre y miedo y solamente que pensamos en poder comprenderlas. Yo, hace un tiempo, también era así, pero, un día, me dí cuenta que no es malo no entender ciertas cosas de nuestro mundo. Para entender algo tienes que compartir cierta forma de pensar con esa cosa, si no la entiendes, es que simplemente piensas de otra manera. Ni mejor ni peor, diferente, y nunca la entenderás.
Aunque no todo era serio, ni mucho menos. El 30% de las conversaciones eran interesantes, el resto, pura risa. Me pedían que les enseñara fotos de novías mías, de mis viajes, que les contara aventuras sexuales y tonterías por el estilo. Creían que era un amo en el arte de conquistar mujeres jejej. No paraban de bromear y de intentar sacarme una risa. Alguna tarde también venia Nadia y así podía hablar con alguien de mi edad. En verdad, como veis, no estaba tan sólo en Arriba la Luna, por las mañana comía con Cheo e Ismael y alguna tarde estaba con Nadia y el crío, así que tampoco era tan ermitaño ermitaño.
Acabé esa primera semana muy contento, había aprendido a domar al Dios del fuego, a cocinar una buena carne argentina, a pintar, a no sufrir duchándome con cubos y, lo más importante, a no pasarlo mal viviendo con lo básico y aíslado (también aprendí a convivir con ratones jeje, pero eso lo dejo para una versión extendida).
El viernes por la noche decidí que el fin de semana lo iba a dedicar al turismo. El sábado por la mañana recorri el camino a través de la nada hasta Trevelin (30- 40 minutos), la población más cercana. Me sentía raro, la gente me miraba mucho, como si fuese uno de esos forasteros que llegan a una ciudad desconocida en un western. Encima, recuerdo que, al llegar, en mi iPOD empezó a sonar la canción que sirve de introducción de True Detective (seriaca, de las mejores que he visto en mi vida, no os la podéis perder), cosa que hizo que todo fuese mucho más surrealista.

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Camino a Trevelin

Fuí a la oficina de turismo del pueblo y me indicaron cómo ir a Esquel. Tras una espera de 5 minutos, apareció el bus y me monté. Solamente me cobraron 12 pesos por unos cuantos kilómetros de camino (aprende España). Al llegar tenía claro que hacer, quería visitar el poblado mapuche, así que fuí hacia la estación de la Trochita y me monté en ese tren súper viejo (precioso). Sus vias me llevaron a la comunidad de Nahuel Pan, donde vivían los "nativos".

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La Trochita

Me separé del grupo en la estación y fuí a mi aire. Todos los "mapuches" que me encontraba me contaban cosas similares. Tenían unas situaciones un poco jodidas, casi todo el mundo había intentado robarles sus tierras (de ahí la pregunta de Cheo) y ellos no luchaban por recuperarlas. Les daba igual. Les tratatan un poco como apestados que hay que mantener al margen. Todo lo que recibían era para que no hiciesen mucho ruido. Aún así parecían contentos, ya que poseían algo que poca gente tiene, el placer de poder contentarse con poco. Uno de los mayores dones de esta vida.
Estuve un rato por allá y comí con unos tipos muy simpáticos que al ver que no era argentino me invitaron. Cuando los rayos del sol empezaban a ser débiles, bajé de nuevo en la mítica Trochita, compré un sandwich para cenar en La Anónima y volvi para Trevelin.
Esa noche cai rendido, un cansancio extremo invadió mi cuerpo y nada más tumbarme frente al sol de mi habitación mis ojos se cerraron para no abrirse hasta la mañana del día siguiente. Era domingo y parecía tener a la madre tierra de mi parte. Hacia buen clima (os recuerdo que el invierno en el sur de Argentina no es jauja) y eso me permitiría hacer otra excursión como la de la jornada anterior.
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Volví a recorrer el camino que me separaba de Trevelin y esta vez obté por ir al Parque Nacional Los Alerces. Cuyos lagos y montañas me recordaron el sentido de todo el viaje. Estuve haciendo un poco de trekking y me volvi a la hora de comer. Mientras volvía hacia Arriba la Luna, un coche paró a mi lado y me dijo:
-Estás con Ana, verdad? Te he visto alguna vez en el tejado de la casa. Sube.
Era Tomás, un porteño (traducción = de Buenos Aires) que se habia alejado de la capital del país para poder pasar una vida tranquila con su esposa. Me llevó hasta Arriba la Luna y me invitó a que algún día bebiésemos mate juntos.
Comí y, cuando estaba dispuesto a leer un rato y echar la siesta, alguien picó a la puerta. Eran Ana y Nadia, me traian agua y comida. Estuvieron trabajando un rato en la chacra y luego compartimos un té. Y así de rápida pasó mi primera semana en aquel lugar, pero todavía me quedaban dos...&version;

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