Revista Coaching

✓ 3 formas de simplificar el inicio y la ejecución de cualquier proyecto

Por Jeroensangers @JeroenSangers
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A veces lo único que separa a las personas de su estado actual y el estado en el que quieren estar es un simple paso, que es obvio y elemental pero al mismo tiempo difícil: Empezar. Después de empezar hay que mantenerse, y después de mantenerse hay que terminar. Pero hay una diferencia entre las tres etapas: Empezar requiere más energía. Luego de empezar, para mantenernos y para terminar por lo menos contamos con la inercia y el impulso inicial del inicio y del desarrollo del proyecto.

En el mundo abundan las buenas ideas, pero la mayoría son huérfanas. Sus creadores no se esfuerzan lo suficiente o no encuentran el camino para ejecutarlas. Ellos saben que materializarlas implica un proceso e implica esfuerzo, y muchas veces no están dispuestos o no saben cómo afrontar ese proceso.

Empezar algo nuevo requiere un alto gasto de energía. Empujar la roca cuando está en estado de quietud siempre va a ser difícil, especialmente si lo hacemos solos y lo hacemos sin ninguna herramienta.

Cuando están al frente de la roca, se evidencian dos grupos de personas: Los que se convencen a sí mismos de que es muy complicado moverla y desisten de la idea y los que se convencen a sí mismos de que es muy complicado moverla y traen una palanca o a otras personas para que les ayude a hacerlo. El primer grupo de personas es el responsable de las ideas huérfanas. El segundo grupo utiliza a su favor el poder del apalancamiento para lograr sus objetivos.

Si cada persona empezara a desarrollar al menos el 10% de lo que sueña y aspira, habría menos gente aburrida con sus trabajos y sus vidas y más gente dedicándose a lo que les gusta y viviendo su estilo de vida ideal.

Seguramente no todos terminarán lo que empiecen y no continuarán hasta el final, pero esa es otra historia. La que nos concierne en este post es cómo mejorar las probabilidades de empezar a ejecutar esa idea que siempre nos ha rondado en la cabeza, ese proyecto que sabemos que puede ser el “game changer” pero que nunca nos hemos atrevido a empezar.

Tal vez si la gente conociera herramientas y formas en las que el proceso para empezar se haga más sencillo, tal vez si a todas las personas se les diera una palanca para que puedan mover la roca, mucha más gente empezaría a ejecutar lo que tanto ha ideado y empezaría a hablar menos y a actuar más. Tal vez de esta manera la gente se atreva a experimentar y a empezar a ejecutar.

Pagar por ver

Lo anterior es una especie de “pagar por ver”. Atreverse a hacer el esfuerzo y el gasto inicial de energía y de tiempo necesarios para empezar el proyecto con la intención de ver qué puede llegar a pasar. Esta es una de las filosofías con las que trato de vivir mi día a día y de basar las decisiones que tomo, formulando constantemente la pregunta ¿Qué pasaría si? y siendo consciente de que la única que manera de conocer los resultados de un proyecto o de una idea que tengo en mente es encontrando la manera de poder empezarla.

Pero no es suficiente con querer conocer el resultado y querer empezar, porque es en este punto donde empiezan a surgir las preguntas que nos frenan ¿Por dónde empiezo?, ¿Será que sí logro hacerlo? Es en este punto donde debemos utilizar herramientas que nos permitan apalancarnos para que el proceso sea más sencillo.

3 maneras de simplificar el inicio de cualquier proyecto

Hay tres factores en los que nos podemos apalancar para que el proceso de empezar sea menos traumático y avance de manera fluida, hasta el punto de que la inercia de ese punto inicial sea el que nos siga empujando más adelante para continuar con el proyecto:

1. Apalancarse en personas

¿Quién ya lo ha hecho? ¿Cómo nos puede ayudar? ¿Qué herramientas utilizó? ¿A quién recurrió? ¿Cómo trabajó? Aunque parezca un consejo obvio, una de las formas de “desatascar” el inicio de un proyecto es pedir ayuda a otras personas. Hay gente que cree que su trabajo tendrá menos mérito o no será considerado tan importante si recibe ayuda de las demás personas. También hay gente que cree que sus trabajos o sus proyectos tienen que ser 100% originales o algo totalmente revolucionario.

La realidad es otra, muchos de los grandes proyectos y desarrollos más innovadores se basan en ideas de otras personas, toman conceptos y se inspiran de proyectos anteriores o mejoran y le dan un nuevo enfoque a objetos, ideas, productos o servicios que ya existen.

Siendo esta la realidad, ¿Qué problema hay en apoyarse en otras ideas, conceptos o personas para empezar nuestro propio proyecto? Muchas veces pedir un consejo, por obvio o estúpido que parezca, puede hacer la diferencia.

Cuando me di cuenta que me gustaba escribir y decidí que quería tener un blog, no tenía claro cuál sería su enfoque ni sobre qué temas específicos iba a escribir. Me surgió la típica pregunta que aqueja a muchas personas cuando tienen una idea pero no saben cómo materializarla: “¿Y por dónde empiezo?” Le pedí consejo a un amigo, y lo que me dijo sonó estúpido, pero con el tiempo, me di cuenta de que a veces un consejo obvio o hasta estúpido es lo único que necesitamos para empezar a hacer algo. El consejo que me dio fue: “Escriba sobre lo primero que se le venga a la cabeza”.

A veces la preocupación, el estrés y la ansiedad de empezar un nuevo proyecto no nos permiten ver las cosas obvias. Empezamos a maquinar escenarios complejos y a veces innecesarios, dejando por fuera el sentido común y el poder de simplificar, que a veces es tan necesario para empezar a hacer algo. Este fenómeno a veces es inconsciente, y lo hacemos como una manera de poner obstáculos para nunca empezar. Imaginar que el inicio requiere procesos complejos a veces es sólo eso, imaginación. Y esa imaginación sirve como excusa para evadir infinitamente el inicio del proyecto. A veces es necesaria una mirada o un consejo de un tercero para ser conscientes de esa situación.

2. Apalancarse en experiencias pasadas y en retroalimentación de otros proyectos

Las experiencias pasadas aportan un gran valor que la mayoría de las veces no detectamos ni utilizamos: Tienen el potencial de enseñarnos cómo mejorar nuestras experiencias futuras. Un proyecto nunca será exitoso sino aprovechamos el retroalimentación que las experiencias pasadas, el entorno y las demás personas le brindan.

Parte del secreto para lograr aplicar esto es aprender a reciclar ideas y experiencias pasadas para aprovecharlas en nuevos proyectos.

Para aprovechar al máximo este recurso, las personas de la Nueva Generación han entendido la importancia de abrir la mente y empezar a reconocer patrones o generadores de valor que han logrado encontrar en algún proyecto o actividad y replicar esto en los demás aspectos de su vida. A veces no somos capaces de identificar ni de extrapolar factores que nos han dado resultado en algún aspecto de nuestra vida para aplicarlo a otro:

  • Encontraste un método efectivo para aprender a tocar un instrumento musical. Este método hace que nunca te de pereza asistir a las clases y te mantiene la motivación para practicar a diario. ¿Por qué no replicar las bases de este método para aprender esa nueva habilidad que requieres para mejorar y ser más eficiente en tu trabajo?

  • Hace un año empezaste a hacer ejercicio regularmente. Después de mucho tiempo de procrastinar y no hacer nada de deporte te diste cuenta de que la manera de mantenerte motivado era pensar en las consecuencias a largo plazo que traería el no hacerlo. Cada mañana vislumbras cómo será tu estado de salud en 5 años sino empezabas a hacer deporte. Si este método de pensar en las consecuencias a largo plazo de hacerlo o no hacerlo funcionó ¿por qué no replicarlo para empezar ese proyecto que tanto te está costando? Tal vez pensar en las consecuencias a 5 años de hacerlo o no hacerlo te impulsará a empezar.

A veces no resulta tan sencillo hacer conjeturas y encontrar relaciones entre diferentes tipos de actividades o proyectos. Pero generalmente son estas relaciones las que mayor valor generan y más efectividad tienen a la hora de ayudarnos a desatascar problemas. También sirven como combustible para el inicio del proyecto.

Los procesos y los métodos exitosos no son exclusivos para una sola situación. En muchos casos, se pueden extrapolar para otras situaciones, sin importar si se aplicó en el deporte y luego en un negocio, o si primero se aplicó en un proyecto de cocina y luego en un proyecto de construcción.

3. Apalancarse en la tecnología

Si la tecnología está para resolver problemas y para hacer más cosas en menos tiempo ¿Por qué no utilizarla para volver menos traumático el inicio de nuestro proyecto?

Cuando empecé a escribir este blog no tenía idea de cómo crear un sitio web. En lugar de que esto fuera un impedimento, me apalanqué en la tecnología y en los recursos disponibles en la web para hacerlo. Utilicé la plataforma y las plantillas de WordPress para hacerlo.

En internet existe un curso o un tutorial para casi cualquier cosa, desde cómo aprender a coser, cómo aprender a hablar mandarín o cómo crear una planta de energía casera. En la web existen millones de plantillas, marcos y métodos preestablecidos que facilitan el inicio de cualquier actividad o proyecto.

Es hora de dejar de hablar de apalancamiento sólo como un término financiero, y empezarlo a aplicar en la vida cotidiana. A lo mejor de esta manera más gente empezará, por lo menos, a pensar en cómo mover la roca.

Imagen «Start» cortesía de Shutterstock

Juan Esteban Bravo Álvarez

Obsesionado con ayudarle a entender a la gente que simple es mejor y que la simplicidad está subvalorada.

Convencido de que el recurso más importante no es el dinero, es el tiempo. Con más tiempo se puede hacer más dinero, con más dinero no se puede hacer más tiempo.

www.thenewgeneration.co

@nuevageneraxion


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