Revista Cine

'39 escalones' (1935), de Alfred Hitchcock

Publicado el 27 octubre 2011 por Loquecoppolaquiera @coppolablogcine

39 ESCALONES (THE 39 STEPS, 1935) de Alfred Hitchcock
Vista hoy 39 escalones desprende un aroma a experimentación, a obra de cineasta primerizo pero genial, a boceto que posteriormente irá moldeándose con mejor forma, en definitiva a culmen de una etapa: la británica. Este film de suspense, uno de los más importantes dentro de la vasta carrera del maestro Hitchcock, fue uno de los últimos de dicha etapa y el que mejor la resume. Tomando como punto de partida uno de sus temas favoritos, el falso culpable, Hitchcock sabe jugar habilidosamente con unos elementos que parten de una premisa mínima, para acabar sumergiendo al espectador en un entretenimiento memorable.
Su sabiduría cinematográfica reside en muchos aspectos pero quizás el más significativo es cómo logra extraer de un guión sin apenas envergadura un producto de tan alta calidad que en otras manos hubiera sido, sin duda, algo desastroso y lamentable. Hitchcock aporta al espectador una información mínima al comienzo del film, que más bien parece anecdótica, para a partir de ahí ir tirando del hilo. Se sirve de los 39 escalones como mcguffin, el cual es tan irrelevante que hacia la mitad de la película ni nos acordamos de él, al estar disfrutando como enanos con las peripecias del protagonista, Richard (Robert Donat), para que no le atrape la policía y, al mismo tiempo, intentar demostrar su inocencia.
39 ESCALONES (THE 39 STEPS, 1935) de Alfred Hitchcock
A partir de ahí, los engranajes de la maquinaria se ponen en marcha de forma imparable y con ella las situaciones vendrán sin respiro una detrás de otra. Hitchcock se sirve de la inverosimilitud como sólo él sabe hacerlo para extraer todo el jugo a la historia que nos está contando, consiguiendo con ello lo de siempre: un ejemplo de brillante e impecable ejercicio cinematográfico.
Mucho del Hitchcock americano se encuentra ya en 39 escalones. Pensemos por ejemplo en Con la muerte en los talones (1959) o Sabotaje (1942), dos films que perfeccionan las carencias sobre todo técnicas y de guión de las que adolece el film británico. En él se nota la presencia de un cineasta, un auteur, cuya línea estilística necesita ser ampliada por la imperiosa necesidad de crecer como cineasta, se aprecia un realizador que saca el mayor partido que puede de los medios con los que cuenta; sobre todo en los decorados, mejorables, impropios de él (recordemos al respecto el monumental decorado que recrea un vecindario entero en La ventana indiscreta [1954], ese otro con milimétricas indicaciones en el suelo para que los actores sepan dónde moverse dentro de los inmensos planos secuencia de La soga [1948], o la siniestra y magnífica mansión en la que vive Norman Bates con su madre en Psicosis [1960] y que se halla alojada en el inconsciente colectivo de forma imperecedera; sirvan como ejemplo todos ellos para ilustrar la importancia del decorado en la obra madura de Hitchcock, y como prueba de que su etapa primeriza no daba más de sí).

39 ESCALONES (THE 39 STEPS, 1935) de Alfred Hitchcock

Hitchcock dirigiendo una secuencia del film

Dentro del espectáculo que el británico nos ofrece, varios son los momentos donde se presenta como cineasta con mayúsculas en estado puro, convirtiendo en oro un mero entretenimiento. Merece la pena reseñar nuestros favoritos:
1) La huida en tren de Richard, donde desde su punto de vista cree que todos los personajes sospechan de él, los pasajeros que tiene enfrente y los policías que están en el andén. Se inicia un juego de miradas donde las palabras sobran para seguir la acción. 
2) La situación creada en la casa aislada de Escocia con el agricultor, la mujer de éste y el falso culpable. Nuevamente nuestro cineasta se sirve de un espléndido juego de miradas donde el agricultor cree que el fugitivo pretende a su esposa, cuando en realidad él le está indicando a ella que no le delate con el periódico que hay encima de la mesa, el cual relata su caso. 
3) La espléndida comicidad que nunca puede faltar en un buen Hitchcock, aquí tiene su punto fuerte cuando Richard toma la palabra en un mitin político, y en aquellos otros momentos donde el fugitivo está esposado con la protagonista femenina del relato, interpretada por Madeleine Carroll, y se hacen pasar por matrimonio.

39 ESCALONES (THE 39 STEPS, 1935) de Alfred Hitchcock

39 escalones demuestra que es sobre todo el trabajo de un creador del lenguaje cinematográfico, de un realizador cuya obra no posee referencias a ningún otro cineasta. Un director, en definitiva, cuya fuente principal es él mismo. Si bien es cierto que su estilo fue siendo escrupulosamente mejorado película a película, 39 escalones es hoy la misma delicia que hace 76 años, que se dice pronto.
Terminemos con el deleite de la sabiduría infinita de Sir Alfred Joseph Hitchcock al ser preguntado por Truffaut acerca de 39 escalones. Benditos sean los cineastas franceses, quienes se atrevieron a reivindicar la grandeza del maestro en la época donde éste era infravalorado por la crítica americana. He aquí al Hombre:
"Rodar películas, para mí, quiere decir en primer lugar y ante todo contar una historia. Esta historia puede ser inverosímil, pero no debe ser jamás banal. Es preferible que sea dramática y humana. El drama es una vida de la que se han eliminado los momentos aburridos. Luego, entra en juego la técnica y aquí soy enemigo del virtuosismo. Hay que sumar la técnica a la acción. No se trata de colocar la cámara en un ángulo que provoque el entusiasmo del operador. La única cuestión que me planteo es la de saber si el emplazamiento de la cámara en tal o cual sitio dará su fuerza máxima a la escena. La belleza de imágenes, la belleza de los movimientos, el ritmo, los efectos, todo debe someterse y sacrificarse a la acción". (François Truffaut, El cine según Hitchcock. Madrid : Alianza Editorial, D.L. 2008. Pág. 96).
EDUARDO M. MUÑOZ BARRIONUEVO


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