Revista Coaching

449.- "Espero tener siempre suficiente firmeza y virtud para conservar lo que considero que es el más envidiable de todos los títulos: el carácter de hombre honrado."

Por Ignacionovo
Autor: George Washington. ¡Ah Honestidad¡ ¿Por qué siendo tan fácil de entender, eres tan difícil de asimilar?
“¿Ya estamos otra vez a vueltas con la honestidad?”, pensarán algunos. “Ya sé que en sí misma es buena”, seguirán argumentando, pero no estoy dispuesto a ser honrado, cuando a mi alrededor nadie lo es y se pervierten constantemente la reglas del buen juego. Con el agravante de que aquel que es tramposo, obtiene siempre mayor rédito”. Y sin embargo, la honestidad ha sido y seguirá siendo, la mejor póliza.
Prescindiendo del corto plazo cegador del que quiere todo ya y sea como sea, actuar de forma honesta comportará en el medio plazo un mayor beneficio y, desde luego, una mayor calidad de felicidad. Aparte de los que padecen algún tipo de 'psicopatía' (real o inventada) y que son capaces de desconectarse por completo de sus emociones, no me es posible entender que nadie pueda sentir gran aprecio por si mismo, siendo deshonesto.
Solos ante el espejo, deberíamos ser capaces de soportar nuestra mirada y decirnos: “Puede que no sea ni el más rico ni el más grande ni tampoco el más ilustre de los hombres, pero sé que lo que tengo lo he ganado con mi esfuerzo y que para conseguirlo no he tenido que emplear más armas, que mi esfuerzo y mi propia valía.
La palabra leyenda proviene del latín legenda,"lo que debe ser leído". Leído, añado, rescatando la inocencia y las ganas de aprender de aquel tiempo, ¿ya olvidado?, de continuas maravillas. Nunca se crece tanto como para no poder volver a ser un niño...
Según cuenta una antigua leyenda China, un príncipe de la región del norte del país iba a ser coronado emperador, aunque para ello y de acuerdo con la ley, debía de casarse previamente. Con el fin de encontrar a su consorte y escoger a la más digna de acceder al trono junto a él, el príncipe decidió hacer un concurso entre las muchachas de la corte. Anunció que recibiría a todas las pretendientes y las emplazaría a un secreto desafío.
Una mujer mayor, que servía en palacio, escuchó los comentarios sobre los preparativos del reto y sintió una profunda tristeza, ya que su joven hija tenía un sentimiento profundo de amor hacia el príncipe. Al llegar a casa y relatar los hechos, se asombró al saber que su hija deseaba acudir a la convocatoria real. Por más que lo intento la sirviente fue incapaz de convencerla de que no acudiera; quería evitar la decepción de la muchacha ante la comparación con otras mujeres más ricas y hermosas.
- "No, querida madre, no estoy loca. Yo sé que jamás seré escogida, pero es mi oportunidad de estar por lo menos un instante cerca del príncipe. Eso me hará feliz"
Una vez en palacio el príncipe anunció el desafío:
- "Daré a cada una de ustedes una semilla. Aquella que me traiga la flor más bella dentro de seis meses, será escogida por mí, esposa y futura emperatriz de China." 
El tiempo fue pasando y la joven, que no tenía excesiva habilidad en el arte de la jardinería, cuidaba con delicadeza su semilla. Creía que si la belleza de la flor surgía como correspondencia al amor que sentía, no tendría que preocuparse por el resultado. Pasaron tres meses y nada brotó. La muchacha intentó todos los métodos que conocía, pero sin resultado. Día tras día se iba alejando su sueño. Por fin transcurrieron los seis meses y nada había nacido de aquella semilla. Aún así, consciente de su dedicación, la muchacha anunció a su madre que regresaría a palacio en la fecha y hora acordadas.
Y allí estaba la joven, con su limpio vaso sin fruto. Todas las demás pretendientes sostenían una flor en sus manos; cada una más bella que las otras y de las más variadas formas y colores. Finalmente llegó el momento esperado y el príncipe fue observando con atención la cosecha de cada una de las candidatas. Después de pasear por delante de todas ellas anunció el resultado del concurso: aquella bella joven con el vaso vacío, sería su futura esposa. Los presentes reaccionaron con incredulidad. Nadie entendía por qué el príncipe había escogido justamente a aquella mujer que no había cultivado nada. Entonces, con calma, el futuro emperador explicó en voz alta:
- "Ella fue la única que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en emperatriz: la flor de la honestidad. Todas las semillas que entregué eran estériles."


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