Revista Regiones del Mundo

49. La Luz Interior : Segunda Parte

Por Lagunamov @Lagunamoc

Si quieres saber quién eres, camina hasta que no haya nadie que sepa tu nombre.El temor de un hombre sabio
Cogí de la mano a mi hija y salimos de la habitación en la que nos encontrábamos. En la nueva sala, la luz del día se filtraba con vividez a través de las cortinas que cubrían las ventanas. Era muy amplía y algunos cuadros decoraban con estilo sus paredes. También tenia todos los elementos que se le pueden atribuir a una sala de estar / comedor: un sofá, una televisión, lámparas, mesitas, una consola de videojuegos, etc...
¿Dónde está Alaska? Ni ella ni Balto están encima del sofá – le dije a la niña en catalán.
-Están con Nero en el jardín.
-¿Y Collin?
-Nos ha dado la comida – tomó una pausa, me miró dubitativa y luego puso esa expresión de sorpresa que tanto la caracterizaba (si, en mi mente la conocía de toda la vida) -,y se ha ido a dormir, estaba muy cansado.
-¿Has llamado a la mama? - le pregunté mientras empezamos a andar hacia el portal transparente que salía al exterior.
-Si, y dice que la llevemos al veterinario, que parece grave – se paró y empezó a llorar- ¿ Se va a morir Alaska?. 
49. La Luz Interior : Segunda Parte
Me agaché hacia ella, le puse una mano en el hombro mientras con la otra le quitaba las lágrimas de los ojos. Los recuerdo como si los estuviese viendo ahora mismo, eran tan azules que las sombras de tu corazón desaparecían al verlos. Increíblemente bellos.
-Tranquila, Alaska es una perra fuerte y tiene solamente 10 años. No le va a pasar nada – dije intentando calmarla-. Además, recuerda que los husky son inmortales! ¿No te acuerdas de Colmillo Blanco o de Balto?
Eso último la tranquilizó y paró de llorar.
-Es verdad papa, los husky son muy fuertes, más que los galgos. Son los perros más fuertes del mundo – dijo con alegría.
-Y tú la más lista – le dije mientras me levantaba y le acariciaba la cabeza –. Vamos a curarla.
Corrí la puerta y salimos al jardín. No era muy grande, pero tampoco me provocó la impresión de ser demasiado pequeño. Varios matorrales trepaban por las tablas de madera que servían para contener el espacio verde dentro de la casa. Un césped vivo y fuerte adornaba el suelo, y algunas flores empezaban a salir para celebrar que la primavera estaba llegando.
En una esquina, vi a un niño algo más pequeño que Silmeria jugando con dos perros. Uno era un husky hembra (Alaska) con los ojos azules y bastante grande y, el otro, era un galgo negro macho (Balto), muy alto y y considerablemente más joven que la descendiente de los lobos.
Me acerqué hasta el niño y lo cogí en brazos. Tenia el pelo claro, no era del rubio de Silmeria pero, definitivamente, no era moreno. Sonrió. El color de los ojos si que los compartía con su hermana, eran grandes y azules como una mañana sin nubes.
-Ya he llegado, Nero – le dije a la vez que le besaba en la mejilla.
-Hola papa - contestó de una manera muy pilla.
Lo volví a dejar en el suelo, acaricié a Balto, que se habia puesto a dos patas con la ayuda de mis piernas y examiné a Alaska.
-¿Qué te pasa guapa?
Mostraba un aspecto bastante deprimente, estaba tirada en el suelo y parecía que le costase respirar. Una fuerte preocupación tintó mi ser. Tenia que llevarla al veterinario sí o sí. No lo dudé.
49. La Luz Interior : Segunda Parte
-Silmeria, te vienes conmigo a la clínica y a recoger a tu madre del máster?
-Si!!! - exclamó- vamos en moto, porfa?
-No, hoy no, está muy lejos la universidad y tenemos que llevar a Alaska con nosotros. Además, luego empiezas a llorar diciendo “soy sólo una niña pequeña y mi padre un friki que va a toda velocidad, no me puedo bajar, tengo pipi y vamos a morir todos” - la chinché mientras le hacia cosquillas en la barriga.
-Qué malito eres papa! Voy a por las cosas de Alaska, ¿vale? - respondió.
La niña se metió en la casa y salió al cabo de unos pocos minutos con un collar y una correa. Me los dio y armé a la perra, la cual se levantó ipso facto como si supiese que nos la íbamos a llevar. Cogí a Nero en brazos y Silmeria condujo a Alaska hasta el interior de la casa.
-Espera aquí, voy a buscar a Colin – le dije a la cría.
Me dirigí al otro extremo de la sala, donde empezaba un pasillo que estaba repleto de puertas. Al fondo de este, piqué en una de ellas y una voz masculina me contestó en inglés.
-Dime Teo.
-Collin, tengo que salir un rato. ¿Te puedes quedar con Nero?
La puerta se abrió y salió un tio de unos 20 años con aspecto de guiri y con unas greñas parecidas a las de Jim Morrison.
-Claro, amigo – me respondió y giró la cabeza hacia el niño que sostenía en mis brazos - ¿Quieres jugar a videojuegos, Nero?
-Si, pero yo juego y tú miras.
Collin y yo cruzamos nuestras miradas y empezamos a reírnos.
-Ha salido a mí, yo hacia lo mismo con mi hermano, qué le vamos a hacer – bromeé.
-Si, si hubiese salido a la madre me estaría mandando a hacer algo ahora mismo – dejó caer Collin.
Descendí a Nero hasta el suelo, me dio un beso y se metieron en la habitación. Dí media vuelta y avancé por el pasillo, de nuevo, hasta llegar al comedor. En la esquina, algo llamó la atención a Future Teo, era un mueble que estaba repleto de marcos digitales, en los cuales se mostraban algunas fotos de familiares, amigos y de momentos clave en mi vida. Me puse melancólico (sí, sin haberlos vivido). Recuerdo unos pocos que me llamaron la atención, pero no todos. 
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Cuando Teoalternativo se recuperó de su momento nostálgico del día, entró por otra puerta y salió a la calle. Lo primero que vi fue a Silmeria con Alaska enfrente de la casa, justo al lado de un coche 4x4 (si, como habéis notado, a mi mente le gusta flipar a lo grande en todos los sentidos), luego, miré hacia el panorama y observé como una gran carretera pasaba por delante de la casa y, al otro lado, había una playa.
Saqué de uno de mis bolsillos las llaves del vehículo y lo abrí. Silmeria cogió a Alaska y se pusieron en la parte de atrás, yo me senté en el asiento del conductor.
-¿Preparada para escuchar la música mala de tu padre?
-A mí me gusta mucho – me respondió.
-Ah si?, demuéstramelo. In the day we sweat it out on the streets a runaway American dream– dije cantando.
-At night we ride through the mansions of glory in suicide machines - siguió Silmeria.
-Sprung from cages out on highway nine.- volví.
-Chrome wheeled, fuel injected,and steppin' out over the line – me respondió.
-H-oooooooooooooooooooooooooh – gritamos ambos.
La miré y tomé de nuevo el liderazgo.
- Baby this town rips the bones from your back.
-It's a death trap, it's a suicide rap - cantó riéndose.
-We gotta get out while we're young .
-Cause tramps like us.
-Baby we were...BORN TO RUUUUUN – cantamos al mismo tiempo, muy sincronizados por cierto (de aquí a La Voz).
-I want to know if your love is wild, Ooooh, baby I want to know if love is reeeeeeeeeeeeal – despuntó ella como para terminar la canción.
Esa última frase me provocó tanta risa y felicidad ( cuando recobré la conciencia me dejó muy raro ese sentimiento ) que tuve que acercarme a la parte de atrás para darle un beso. Después, me incorporé a mi asiento, toqué una pantalla táctil y Bruce Springsteen intentó imitarnos. Inmediantamente, puse el coche en marcha y pronto dejamos la casa atrás. 

49. La Luz Interior : Segunda Parte

Anaconda de tres o cuatro metros.

Recuerdo que estuve conduciendo un buen rato por un paisaje costero. Vi muchos cárteles que indicaban que Badalona estaba cerca y otros de entradas a autopistas. Creo que salía del Masnou, pero no estoy muy seguro. No me conozco mucho la zona.
Tras kms de autopista salimos en una población, aparcamos el coche y entramos con Alaska a una clínica veterinaria. Una vez allí, una simpática joven que ya conocíamos nos dijo que nos sentáramos mientras ella jugaba con la niña.
-Silmeria , Silmeria, guapa. ¿Dónde has dejado a tu hermano? ¿Os lo habéis olvidado en casa? - preguntó la chica.
No, se ha quedado con Collin jugando a videojuegos – respondió ella solita.
Estuvimos un rato charlando hasta que nos llegó el turno, cogimos a Alaska y nos metimos en la consulta. Un hombre de mediana edad estaba esperándonos de pie. Me dio la mano a mí y acarició suavemente la cabeza de mi hija.
-Hola, Teo. Cuánto tiempo! , es raro verte por aquí – dijo.
-Si Gerard, es que he llegado a casa y mira cómo estaba Alaska.
-Uff, parece que está mal – balbuceó el veterinario al verla.
Seguidamente, la cogió y la examinó, la perra se dejó hacer de todo sin ladrar ni moverse.
-Creo que es algún tipo de acidosis (¿qué cojones es eso?), pero me la vas a tener que dejar para hacerle unas pruebas.
-¿Se va a morir? - preguntó de repente Silmeria.
-No, tranquila, no es nada - respondió Gerard.
-La vamos a dejar aquí para que la curen, Sil, va a estar bien en nada. Ahora vamos a despedirnos de ella y salimos para la universidad a buscar a mama. Luego podemos volver todos juntos a visitarla.- dije.
Nos acercamos a Alaska y la acariciamos. Estaba muy apagada y no reaccionaba ni a nuestros mimos. Me miró con unos ojos llenos de tristeza, como mira una madre a un niño la primera vez que este le cuenta que la vida le ha traicionado. Esa mirada me dio mala espina y aumentó mi ansiedad. Aún así, cogí de la mano a Silmeria y nos despedimos del veterinario.
-Bueno, tenéis el número de mujer para avisarla en cuanto sepáis algo. Mañana por la mañana, antes de entrar a trabajar, me pasaré igualmente. Gracias. 
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Salimos de la consulta y, después de despedirnos de la chica, de la clínica. Volvimos a subir al coche, esta vez Silmeria iba sentada de copiloto y pusimos rumbo hacia las montañas escuchando Sweet Home Alabama (where the skies are so blue nananana).
-Papa, cuando lleguemos a casa puedo ver Punky Brewster con el casco? - me preguntó.
-Menuda friki estoy criando – pensé.

-Si, pero solamente un ratito antes de dormir – dije.


Aparqué en la universidad y le dije a Silmeria que enviara un aviso a su madre. Al rato, una mujer abrió la puerta del copiloto, la besó, la puso detrás y se sentó a mi lado a la vez que me besaba en la boca. Sinceramente, no os la puedo describir, después de la alucinación recordaba que no me sorprendió, pero ahora ya no me acuerdo ni de eso (de hecho, esta entrada la escribí a los dos días y por eso es tan detallista. Hoy no recuerdo ni la mitad).
-¿Qué tal el máster? - pregunté.
-Una mierda, es súper aburrido y el profesor es un baboso que no para de mirarnos, y eso que por lo menos nos saca 15 años. - me respondió en un catalán un poco extraño.
-Es que no me extraña, yo todavía me estoy preguntando que hace una jovencita tan guapa como tú sentada en este coche. En serio, ¿Dónde está tu madre, princesa? - bromeé.
-Empezando a chochear. Ah, por cierto, ya podemos ir a por Alaska, me han avisado de que ya tienen las pruebas.
Al escuchar eso, una parte de mí se relajó mucho, se calmó tanto que cerré los párpados y desperté delante de la hoguera, la cual ya se había extinguido. Me dolía todo y observé que todo mi alrededor estaba lleno de unos vómitos de un color extraño. Charlotte estaba a mí lado, mirándome, el sol estaba saludando al nuevo día mientras se permitía la osadía de iluminar su rostro y su cabello. 
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-8 horas. Has estado ocho horas sin decir casi nada y sentado ahí sin moverte. ¿ No es guay? - me dijo.
Al escuchar esas palabras, empecé a pensar y me miré las manos.
-Joder, si que es fuerte esta mierda – respondí.
Entonces, Jorge, al ver que estaba ya consciente, se acercó y se sentó en el lado que estaba libre.
-Cuando ayudaste al conejo, ¿qué viste? - preguntó.
Les expliqué a los dos toda mi alucinación.
-Qué guay! - exclamó Charlotte mientras se levantaba –. Voy a mi cabaña a prepararte algo de comer, que no tienes buena pinta, ahora vuelvo.
Se fue y me dejó sólo con Jorge.
-¿Sabes que lo que has visto es tu futuro no? Tú eres muy lúcido y los de tu tipo conseguís acceder a estas cosas, vuestra mente es muy poderosa.

Me quedé mirándolo con unos ojos de incrédulo. ¿Cómo iba a ser eso mi futuro?


-Mira Jorge, ha estado bien la experiencia, pero yo no creo en estas cosas.
Se rió, y como con pena, me dijo:
-Te propongo un trato. Si lo que has visto no ocurre en 20 años, puedes decirle a la gente que soy un mentiroso y que lo sobrenatural no existe. Incluso te invito a que vengas a pasar un tiempo aquí y te trataré como a un verdadero rey español. Si ocurre, iré a Barcelona y me tendrás que llevar a todos los sitios pagando tú.
-Trato hecho – contesté convencido.
Vamos, ese tio me estaba metiendo el moco más grande visto desde Flubber y se quedaba tan pancho. ¿Se creía que yo era uno de esos turistas tontos que él tenia? Así que acepté sin duda alguna, no podía desperdiciar la oportunidad de volver a visitar una tribu aunque fuese solamente para restregarle por la cara que él no era Emmet Doc Brown ni yo Marty McFly. Le di las gracias por todo, me saqué unas fotos con él y me puse en marcha con la búsqueda de la cabaña de Charlotte.

Los yaguas ya se habían despertado y estaban tratando de vender algunas artesanías a mis compañeros guiris, aprovechándose de su estado de cansancio. Pronto encontré la cabaña y, cuando llegué a ella, Charlotte me había preparado un poco de arroz con vegetales.


-¿Qué tal tu viaje? - pregunté, tenia curiosidad.

-A mí solamente me ha durado 4 horas, pero ha sido muy muy bello. He visto verdades que desconocía y he entrado en contacto con otras realidad. Me siento muy bien.

Me senté y me comí el desayuno, más rápido que Flash. Mi cuerpo estaba muy agotado y mi estómago se había empeñado en que el sufrimiento de su hermano no quedase sin venganza alguna. 

Tras el desayuno, Charlotte y yo estuvimos hablando un buen rato. Yo estaba bastante cabreado por el tema de la Ayahuasca y ella parecía una inconsciente. Tuvimos nuestras idas y venidas hasta que, decidí marcharme de la tribu. No me seguía sintiendo a gusto con ella, la veía como una gran persona y una gran amiga, pero si me quedaba más tiempo seguro que me volvía a drogar o algo por el estilo. No paraba de decirme locuras relacionadas con los psicotrópicos.
-Me alegro mucho de haberte visto de nuevo Teo, te he hecho un regalo para que te acuerdes de mí y del viaje el resto de tu vida – dijo feliz.
Cogió una bolsa, metió la mano y sacó un colgante. Era una especie de cara esculpida en una roca negra. Muy bonita e ideal para mí. Le abracé y le di las gracias.
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-Es una máscara Inca, representa la humanidad de todo ser humano y la naturaleza cambiante de las cosas. Creo que es muy apropiada para ti – me explicó - . ¿A dónde vas ahora?
-Volveré a coger el Henry IV para retomar mi camino por el oeste, bordeando el continente, hacia Ecuador.
-Dicen que es muy bonito y barato, disfruta mucho. Yo vuelvo a Francia en unas semanas, así que no creo que nos volvamos a ver por aquí.
-Ya sabes que estás invitada a Barcelona – dije.
-Si, y tú a Paris. Si vienes algún día sólo o con alguien dime algo, me gustaría volver a verte – respondió.
Nos abrázamos y nos despedimos deseándonos la mejor suerte del mundo.
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Tras esta despedida, los yaguas me llevaron con los guiris hacia su “puerto” para coger un bote de vuelta a Iquitos (primero hicimos un tour por la selva, viendo animales y esas cosas). Nos acómodamos en uno y miré el colgante.
-Silmeria y Nero, no están mal los nombres, eh? – pensé.
Saqué la tablet, conecté los auriculares y empecé a escuchar Born to Run mientras el barco se perdía, más y más, en la basta amplitud del río Amazonas.
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