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5 errores que no notas al escribir, pero tus lectores sí

Por Leonardo Peña García @thelexworld
¿No te ha pasado que al terminar de leer un texto te quedas con un sabor agridulce? ¿Y si eso también le sucede a tus lectores? La razón puede estar oculta en errores de redacción de los que no somos conscientes al escribir. Errores que al desconocer, tampoco somos capaces de corregir.

Como todo escritor, a veces me gusta leer mis viejos escritos para evaluar mi progreso. Entonces, descubro errores propios de la inexperiencia y me pregunto, ¿qué otros errores estaré cometiendo ahora? Lo cierto, es que ninguno de nosotros alcanzará la perfección al escribir, pero lo que sí podemos alcanzar es la claridad y la sencillez.

Nos gusta escribir y que lo que escribimos se entienda. Por eso, nos tomamos el tiempo de revisar nuestros textos. Corregimos las tildes, la puntuación y el buen uso de las palabras. Sin embargo, la revisión no termina allí. Existen una serie de fallos en la redacción que son más difíciles de encontrar, sobre todo si el que revisa el texto es el mismo escritor.

No de forma precisa, quiero decir que no señala exactamente "ah, se saltó esta regla de redacción". Lo que sí puede pensar el lector es algo como "qué texto tan aburrido" o "esto no se entiende bien". Para evitarlo necesitamos conocer los errores de redacción más comunes y menos conocidos por quienes escriben.

Para escribir, como en cualquier actividad, hay que tener un plan. Sin la planificación necesaria el resultado es desordenado y caótico. En redacción esto es mucho más esencial, porque lo que se quiere hacer es transmitir ideas. Si estás no se expresan bien, no serán comprendidas.

Por eso, antes de soltar la pluma o los dedos en el teclado, hay que hacer una estructura. Basta con enumerar las ideas principales y secundarias del texto. Luego, repartimos una idea en cada párrafo y señalamos la oraciones que darán forma a esas ideas. El resultado será, que al escribir tendremos una pauta que seguir. De ese modo evitaremos desviarnos del tema principal y no confundiremos al lector.

En estos casos es mejor prevenir que curar, ya que la corrección puede resultar costosa. Si detectas que las ideas de un texto están desordenadas, habrá que volverlas a ordenar. Hacerlo implica modificar las oraciones y los enlaces entre ellas. Por eso, lo mejor es tener la estructura antes de lanzarse a redactar.

Soy de los que promueven la escritura libre. Una vez creada la estructura del texto, es bueno dejar que las ideas fluyan de forma natural. Así evitamos que la redacción quede artificial y cuadrada. Sin embargo, incluso la escritura libre requiere cierta práctica, que es la de poder ordenar las ideas en la mente antes de escribirlas.

Veamos un ejemplo práctico:

Separemos la oración en tres partes, delimitadas por las comas. Podemos observar que en la primera oración se introduce un tema (el de los motivos) que nunca se desarrolla. El resto del párrafo termina desarrollando la segunda idea y no la primera, como debió ser desde el principio.

Este es un riesgo de la escritura libre. Los elementos de la oración no se escriben en orden lógico, sino que siguen la estructura del pensamiento. Podemos decir entonces que quien piensa de forma ordenada, escribe de forma ordenada.

¿Por qué es difícil de corregir? Como el escritor tiene en su mente el significado de la oración, siempre la va a entender. Así, es casi imposible notar el desorden sintáctico. Por eso es vital pedir una segunda opinión, ya que para otros será más fácil detectar estos fallos.

Es una tentación para muchos escritores emplear estas palabras por su significado tan amplio. Sin embargo, bien podrían reemplazarse por otras que expresen con mayor precisión las ideas. Lo que sucede es que algunos prefieren ahorrarse este trabajo. El uso de estas palabras es una evidencia de pobre vocabulario y provoca que el texto sea aburrido de leer.

Algunas palabras comodín son:

Los verbos hacer, decir, haber, tener: Son verbos muy generales que casi siempre pueden ser reemplazados por otros que especifiquen mejor la acción.

Los sustantivos cosa, tema, algo: Por su significado amplio tienen muchos usos, pero al mismo tiempo son imprecisas y no ayudan a la comprensión.

Los demostrativos eso, esto, esa y esta: Cuando se utilizan en exceso se convierten en un obstáculo para que el lector entienda el texto.

Locuciones y conjunciones como pero, o sea, entonces: Igual en que en el caso anterior, no se debe abusar de su uso.

El mal uso de estas formas verbales se ha vuelto común. El problema es que complica la lectura y comprensión de un texto. Además, pueden causar que el lector tenga una doble interpretación de las oraciones.

El gerundio de posterioridad es el uso indebido del gerundio para señalar una acción posterior.

Los medios de comunicación se han encargado de difundir este tipo error, pero es incorrecto por donde se le mire. Hay que recordar que el gerundio solo se utiliza para expresar simultaneidad.

En la oración anterior, lo correcto sería:

El infinitivo sin conjugación es otro fallo muy difundido. Muy común en los discursos y documentos formales, muchos creen que suena elegante y sofisticado. En realidad es una demostración de falta de conocimiento del idioma.

Veamos este ejemplo:

No hay razón para usar el infinitivo de esta forma. Para que una oración sea correcta y pueda ser comprendida debe contar con al menos un verbo conjugado. En este caso, encontramos un verbo infinitivo reemplazando lo que debería ser un verbo conjugado.

Lo correcto sería:

Ante todo, expresarles mi agradecimiento.

La principal causa de que un texto sea aburrido es por la monotonía. Esto se puede producir a dos niveles: en la oración por usar siempre las mismas palabras y en el párrafo por usar siempre las mismas estructuras de oración.

En el español la estructura básica es: sujeto + verbo + complementos.

A partir de allí podemos jugar con el orden de los elementos y añadir otros.

Complementos + verbo + sujeto

Complementos + sujeto + verbo

Pronombre + verbo + complementos

Sujeto + verbo + conjunción + sujeto + verbo

Existen oraciones que comienzan con un complemento de lugar o de tiempo, otras que utilizan conjunciones y algunas que dejan el sujeto para el final. Ante tanta variedad de opciones, debemos procurar no repetir siempre la misma estructura. De lo contrario, nuestros lectores sentirán que el texto no tiene variaciones y les resultará aburrido.

Una técnica efectiva para romper la monotonía del texto es con los marcadores del discurso.

Estas son palabras o expresiones que sirven para relacionar las oraciones dentro de un párrafo para que no queden aisladas unas de otras.

Algunos marcadores del discurso son: pues, dicho esto, por otra parte, en primer lugar, por último, por cierto, de igual modo, de esa manera, además, en consecuencia, entonces, sin embargo, en todo caso, en resumen.

Como hemos visto, existen errores difíciles de detectar en nuestros escritos. Solo el conocimiento y la práctica nos ayudarán a no cometerlos. Tengamos presente que la importancia de escribir bien no radica en hacerse el culto. El verdadera fin de la buena redacción es que nuestros lectores entiendan nuestro mensaje con la mayor claridad y sencillez posible.

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