El director belga Vincent Bierrewaerts ha cultivado diversas técnicas de animación (como línea clara, cuerda, infografía o ‘stop-motion’), relacionando siempre el método empleado y el guion. En Fugue recupera la esencia de la animación, la animación más básica, para demostrar que no es necesario tener animación tridimensional o por ordenador para llevar a cabo una película o cortometraje, como es el caso.
Fugue arranca con un hombre que cuida una pequeña planta que expone a los rayos del sol. Cuando descubre que crece con la ayuda de la lluvia producida por una nuve, persigue la nuve para atraparla y rociar de nuevo su planta, pero la nube se transforma en gotas de agua. Para poder trasladar la nube hasta donde está la planta, el hombre emprende una persecución interminable.
El cortometraje arranca con el intento de captura de una nube, la posterior captura de una gota, y la búsqueda de la planta perdida, como reflejo de la pérdida de nuestros objetivos cuando empleamos todo nuestro afán en encontrar los medios. Actos diferenciados en los que tan sólo se incluye banda sonora, pues no hay diálogos en los mismo. De hecho, hay ausencia total de sonido ambiental, pues desde los sentimientos hasta los movimientos son expresados a través de instrumentos musicales, incrementando la experiencia que puede vivirse en una película muda, tal y como sucedía hace años en los inicios del séptimo arte.
Quizás pueda echar hacia atrás a algunos espectadores la presencia minimalista del diseño del corto, que más que minimalista podría tratarse de rudimentaria, no sólo por los trazos empleados para dotar de animación al protagonista, sino también por la monocromía de colores, donde tan sólo el azul se vislumbra entre el blanco y negro, pero no hace falta nada más para poder dejar claro que la naturaleza hay que cuidarla, y por mucho que quedamos apoderarnos de ella, no tenemos nada que hacer.Muchas más noticias en No es cine todo lo que reluce.
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