Revista Opinión

A la sombra de las multitudes

Publicado el 26 agosto 2010 por Alfonso

Mirando hacia el sur, aparte de sed y calor, tenemos mineros atrapados y mandando pruebas de vida en forma de papel escrito, en las tierras que en 1972 se estrelló un avión y sus supervivientes aparecieron de repente cuando nadie los esperaba (ojalá esta vez saber del relativo buen estado de los desaparecidos no tenga un final totalmente contrario e indeseado). Aquí mismo, tenemos una reforma laboral, base de la economía más doméstica, a la que los políticos no prestan atención, más bien todo lo contrario, en votaciones ni comisiones. Sin salir de nuestro país, riadas (lo de siempre: similares desordenamientos urbanísticos en pueblos igual de desprotegidos), controladores aéreos con demasiado poder, atentados a agentes de uniformes mil y una veces hechos trizas, aunque ahora en tierra de talibanes, hacia el este... Si nos volvemos hacia el norte tenemos gitanos búlgaros y rumanos desfilando a ritmo de La Marseillaise. Y si lo hacemos hacia el oeste, el proyecto de una mezquita allí donde antes se alzaban dos torres a cuya sombra vivíamos la mar de bien, ignorantes pero felices, estúpidos y crecidos, y los grupos de soldados van llegando en aviones que les rejuvenecen unas horas y devuelven a los suyos... ¿por cuántos años?
Y mientras tanto hay gente que va de aquí para allá, en busca de la fuente de la eterna juventud, sin haber leído jamás a Proust cuando dice: "En el momento de ir a realizar un ansiado viaje, mientras que la inteligencia y la sensibilidad empiezan a preguntarse si realmente vale la pena viajar, la voluntad, sabedora de que esos dos amos ociosos otra vez considerarían tal viaje como cosa maravillosa en caso de que no se llegara a efectuar, las deja divagar delante de la estación y entregarse a múltiples vacilaciones; y ella va tomando los billetes y nos coloca en el vagón para cuando llegue la hora de la marcha. Todo lo que tienen de mudables sensibilidad e inteligencia lo tiene ella de firme; pero como es callada y no expone sus motivos, parece casi que no existe, y las demás partes de nuestra personalidad obedecen las decisiones de la voluntad sin darse cuenta, mientras que en cambio perciben muy bien sus propias incertidumbres." Trotamundos que no disciernen, por tanto, la verdadera facultad que les empuja a moverse, que no entienden ni media palabra de la advertencia del francés.
Tampoco de las que escribe y filma King Vidor en The crowd (Y el mundo marcha, 1928), una de las últimas joyas de la era silente, y una de las más refulgentes de esa corona: We do not know how big the crowd is, and what opposition it is... until we get out of step with it, o The crowd laughs with you always... but it will cry with you for only a day. Y eso aunque los intertítulos se los traduzcan a su lengua vernácula, pongamos el castellano de mi caso: No conocemos el poder de la multitud ni la oposición que ejerce hasta que dejamos de marchar a su ritmo, y Cuando ríes, la multitud siempre ríe contigo; cuando lloras, sólo llora un día. En septiembre, con los equipajes a medio deshacer, esperemos que no haya ríos de llantos ni presión (multitud) insoportable.
A LA SOMBRA DE LAS MULTITUDES
Marcel Proust, Blanche

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