Revista Cultura y Ocio

A la vieja encina

Por Bandolero Gabriel Gil
A los pies de la ermita blanca
silenciosa y erguida  tú dormitas,
nadie te llevó nunca rosas
aunque tus ramas sean benditas.

¡Cuanta fe refrescó tu sombra!

alivio de buenos peregrinos,
tus frutos nunca dieron hijos,
no nacieron con sabores finos.

Tronco de matices oscuros,

arroyos de confesiones riega,
el lugar donde  agua de lluvia,
no mira, ni se para, ni llega.

Yo me pregunto vieja encina,

en esta vida todo es incierto,
¿Dejaran flores en tu tumba?
¿Te las llevaran cuando hayas muerto?

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