Revista Cultura y Ocio

A los pies de las estrellas.

Publicado el 21 febrero 2017 por Molinos @molinos1282
A los pies de las estrellas.Las miro de vez en cuando durante toda la proyección.  María está a mi derecha, Clara a mi izquierda. Siempre nos sentamos así en el cine porque las dos quieren tener la oportunidad de comentar cualquier cosa conmigo, de no perderse ninguna posible explicación que yo pueda dar. Hoy, sin embargo, no preguntan nada.  Estaban reticentes y bastante despistadas cuando les comenté el plan. 
—Mamá, la que vamos a ver es la de que se mudan a Nueva York, ¿no?—No, ¿cuál es esa?—La de sama sama y el vestido rosa  y las escaleras y el teléfono. —No, esa es Descalzos por el parque. —Ah, entonces ni idea. —Pues yo les he dicho a mis compañeros que íbamos a ver Dirty Dancing, sabía que era algo de ing pero no me acordaba – es la aportación de María. 
Ahora, sin embargo, están abstraídas por completo en lo que está sucediendo en la pantalla. Miran extasiadas y con reverencia como Gene Kelly baila como si fuera fácil, como si el movimiento de sus pies fuera algo que hace sin pensar, sin ensayar, como si fueran solos. De repente me doy cuenta de que así es como hay que ver esta película, así es como se deberían ver todas las buenas películas, mirando hacia arriba. En los cines antiguos, en los grandes cines clásicos, en las salas en las que vi Blancanieves, y Regreso al Futuro e Irma  La Dulce la pantalla quedaba elevada sobre la sala y nuestra actitud física con la vista y la cabeza levantada expresaba la admiración y reverencia por el espectáculo. El agradecimiento por ser partícipes y destinatarios de ello. 
Ahora las salas son anfiteatro, nos sentamos y la pantalla está nuestros pies. Parece una tontería pero creo que no lo es, ahora no vamos como espectadores agradecidos, somos exigentes consumidores. Nos sentamos en alto, conscientes de nuestro poder, como los emperadores romanos en el circo. Reconozco la comodidad de nuestras salas, que han eliminado la posibilidad de que alguien más alto que tú o con una enorme cabeza  dificulte el disfrute de la película, pero Cantando bajo la lluvia hay que verla así, desde abajo, con reverencia, con admiración, porque Gene Kelly, Debbie Reynols y Donald O'Connor son dioses desaparecidos e inalcanzables, apariciones que despliegan su talento para nuestro exclusivo disfrute. 
La sala está llena a rebosar y una corriente eléctrica de emoción la recorre durante toda la proyección. No se oye ni un teléfono, ni un susurro, ni un movimiento. Aplaudimos después de cada número musical y yo siento cada una de esas ovaciones como una despedida. 
Cuando llega el final, con la imagen de Gene Kelly y Debbie Reynolds besándose, las vuelvo a mirar. Veo sus caras iluminadas por el resplandor amarillo de las letras The End que sé que están ahora proyectadas en la pantalla. 
The End, el final, pero, para mis hijas, espero que sea una noche que no olviden jamás. No solo lo espero, lo sé, lo he visto en sus caras esta noche. No olvidarán jamás la noche en que vimos Cantando bajo la lluvia en la sala de un cine a punto de cerrar y, al salir, bailamos por la calle a pesar de que nuestros zapatos no sonaban.     

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