Revista Educación

A mi edad, y en el cole…

Por Gema01

Son muchas las personas, que con una edad adulta, retoman unos estudios abandonados o mal “trabajados”.

Las razones puedes ser múltiples, pero simplemente por la actitud que requiere y su interés, hace que estas personas merezcan todos mis respetos y reciban el apoyo de todos los que les rodean.

Tras este largo periodo sin escribir (perdonad por el retraso), hoy vuelvo a retomar mis artículos en el blog. El motivo ha sido la dedicación a mis queridas alumnas: mujeres con una edad en la que no es muy habitual estudiar. Aunque, como ellas mismas han reconocido, se puede y debe estudiar a cualquier edad, cuando surge la necesidad o tenemos interés.

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Son varios los años que, a lo largo del curso escolar, trabajo como docente de los Servicios Sociales impartiendo clase a mujeres de edad no escolar (mayores de 18 años), que abandonaron los estudios y se encuentran en situación de desempleo.

La mayoría son personas con cargas familiares y múltiples problemáticas, pero con un objetivo: mejorar su formación y con ello las posibilidades de acceder al mercado laboral.

Para ellas es un doble reto: aprender a una edad a la que la capacidad de retención es menor, y compaginar las clases con las obligaciones que supone tener cargas familiares (hijos, padres…)

A lo largo de estos años se han demostrado a sí mismas y a los demás, su valía y capacidad para alcanzar aquello que se propongan.

¿Cómo lo hacen?

El principal motor que les empuja a retomar los estudios es la necesidad de encontrar trabajo. El desempleo es una lacra que afecta negativamente a nuestra personalidad, actitud y sentimientos.

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Cuando esa situación se alarga en el tiempo nuestra autoestima acaba reduciéndose, pensando que somos el motivo por el que no encontramos trabajo. Compartir nuestros sentimientos y realidades, descubrir que hay muchas personas en nuestra misma situación, sentirnos útiles aprendiendo y realizando actividades, nos ayudará a mejorar nuestra autoestima.

El aprendizaje después de muchos años sin haber realizado ningún curso es algo costoso, pero con una buena técnica y el interés por delante, conseguiremos alcanzar nuestros objetivos.

Los profesores dedicados a la educación de adultos conocemos los hándicaps de este tipo de educación y trabajamos para minimizarlos al máximo.

La paciencia, tanto por parte del alumnado, como del profesorado, es una cualidad muy importante y necesaria. El alumnado debe ser consciente que es normal que aprenda más lentamente que cuando estudiaba, que le costará más tiempo asimilar y retener los contenidos. Por su parte el docente tiene que adaptarse a cada alumn@ en concreto, flexibilizando el proceso enseñanza-aprendizaje y reduciendo (si es necesario) unas exigencias temporales rígidas, dejando el tiempo necesario para que adquiera los conceptos y esté segur@ de dominarlos.

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Otro aspecto que hay que tener en cuenta es la flexibilidad, tanto de horarios como de asistencia a la acción formativa. Las cargas familiares y la tendencia social a que sea la mujer la encargada de la atención de hijos/as y nuestros mayores, implica que su asistencia pueda verse afectada. Si los formadores somos excesivamente rígidos en este aspecto nos podemos encontrar con el abandono de su formación.

Hay que conjugar muy bien flexibilidad con excesiva rigidez para evitar un nuevo abandono en la formación de estas personas.

Si os encontráis en una situación similar, buscad información y demostrad vuestro interés, porque a buen seguro que lograréis vuestro objetivo.

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