Revista Comunicación

A mi madre

Publicado el 27 abril 2012 por Noupere

Se acerca el Día de la Madre y no quería pasar la ocasión, como ya hice con mi padre, para hacerle un pequeño homenaje a la mía, Gregoria de la Fuente Tercero, una mujer sencilla, pero extraordinaria, que sirve también para reconocer a todas las madres.

Como cientos de miles de personas, abandonó de niña su tierra natal en busca de un destino mejor. De un pueblecito de Cuenca recaló en otro de Valencia. Eran los primeros años del franquismo y se trasladó, junto a su numerosa familia, a Masías (Moncada) y Torrent.
Apenas pudo estudiar porque tuvo que cuidar a su madre enferma, que pronto moriría de cáncer, y a sus hermanas, menores que ella. Los primeros años de juventud los pasó trabajando y cuidando a sus seres queridos.

Toda una vida de dedicación y entrega a los suyos, que ha hecho que mi madre tenga la mayor fortaleza de cuantas personas conozco. Ha sobrevivido a la muerte de su madre, pero también a la de una hija, víctima de otro terrible cáncer. Un episodio de nuestras vidas muy doloroso, para todos, pero especialmente para mis padres y mi sobrina. Pero ahí ha estado siempre mi madre, al pie del cañón, no sólo con su hija, sino con toda la familia, dándonos apoyo a todos y llorando en silencio y a escondidas para que no la viéramos sufrir.

Ha sido madre y abuela y como abuela, también ha sido madre, porque ha criado a la hija de mi hermana fallecida. Al pie del cañón con todos y en todo momento. Un ejemplo de entrega, sacrificio, amor y generosidad.

La he visto y la veo sufrir muchas veces por sus hijos, sus nietas, sus hermanas, sobrinos y por la gente que quiere. Es una persona honesta, noble, con un corazón enorme, en una palabra: es una buena persona. Sin duda, una de las mejores personas.

Así es mi madre. Gregoria de la Fuente Tercero. Una persona, a la que no sólo quiero, sino a la que admiro. Admiro su fortaleza, su entrega, su bondad y su gran sentido del humor, muchas veces negro y corrosivo del que he bebido yo pequeños sorbos.

Mi madre es, ante todo, un ejemplo a seguir. Una persona siempre dispuesta a luchar a pesar de sus 75 años para ayudar en lo que puede y a su manera a toda su familia y personas que conoce. Lo hace de manera desprendida, porque le nace del corazón, porque es una buena persona.

Una persona que ofrece amor y cariño y que, por eso, es también muy querida.

Mamá, perdona por los muchos malos momentos que te he hecho pasar y gracias por existir.


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