Revista Psicología

A mí también me gusta Humans of New York

Por El Baúl De La Psique @bauldelapsique

En 2010 Brandon Stanton fue despedido de su trabajo. Los treinta estaban a la vuelta de la esquina pero él se tomó aquel momento de incertidumbre laboral como una oportunidad para retomar su hobby preferido: la fotografía. Como era de esperar, la madre del georgiano no gritó de entusiasmo cuando su hijo le comentó que partía hacia Nueva York para recopilar 10.000 retratos fotográficos de gente desconocida. Aquello olía a “ni-ni” de por vida.

El plan era construir un mapa fotográfico que describiera la diversidad étnica y cultural de la ciudad que nunca duerme pero Brandon y sus primeros seguidores pronto se percataron de que las imágenes competían con los relatos biográficos de aquellos extraños: los apuntes anecdóticos y las breves conversaciones con los retratados que el fotógrafo colocaba al pie de las imágenes en su blog, empezaron a cobrar aún más relevancia que las propias fotografías.

Hoy en día Humans of New York cuenta con más de 12 millones de “likes” en su página de facebook y su libro publicado en 2013 e inspirado en el blog, sigue vendiéndose como churros alrededor del mundo. Cada día son más los discípulos de Brandon que intentan escribir vivencias ajenas y anécdotas a través del lente fotográfico en otros rincones del planeta: Humans of India, Humans of Tehran o Humans of Seville, por mencionar algunos ejemplos. Es difícil encontrar a alguien al que no le llame la atención la propuesta y como muchos seguidores han reconocido en los comentarios: a veces uno entra más para leer que para ver las fotos.

Y por supuesto… a mí también me gusta Humans of New York. Pero, ¿por qué? ¿Qué hay en la idea de Stanton que llama tanto la atención de cualquier persona que se cruza con sus relatos y fotografías?

A mí también me gusta Humans of New York

Portada del libro “Humans of New York” (2013)

Porque nos gusta contar y escuchar historias

Los seres humanos nos desvivimos por contar, escuchar o leer relatos. Hubo un atrevido antropólogo que llegó a afirmar que sólo éramos “animales que cuentan historias”. Nuestra fascinación por los relatos, cuentos, fábulas, anécdotas, cotilleos o historias, es una de las pocas características universales de nuestra especie que se repite en cualquier comunidad y a lo largo de nuestra historia.

Durante mucho tiempo, los psicólogos desechamos las narrativas y las historias que contábamos debido a su subjetividad y complejidad para ayudarnos a comprender el comportamiento humano. Sin embargo, desde que el estudio de las narrativas dio sus primeros pasos con el constructivismo, hemos descubierto que el contar y escuchar historias se relaciona de forma intrínseca con aspectos esenciales de nuestra identidad (Bamberg, 2010; Singer, 2004; Somers, 1994) y la manera en la que percibimos el mundo que nos rodea. Tanto es así, que nuestro cerebro también nos da testimonio de la relevancia que esta actividad ha tenido en nuestra filogenia.

Érase una vez un córtex prefrontal

En 2004, Raymond A. Mar descubrió que las áreas cerebrales que más actividad mostraban a la hora de contar o escuchar un relato, diferían de los patrones de procesamiento que se ponen en marcha cuando prestamos atención o intentamos comprender una frase. Es decir, el patrón que se produce durante la narración es mucho más específico de lo que creíamos.

El hemisferio derecho emprende una gran labor durante dicha actividad y es en el córtex prefrontal medio y lateral donde hallamos los núcleos más activos: nuestra memoria funcional rinde al 100% para secuenciar la información que se nos aporta sobre la historia. Por otro lado, el córtex cingulado nos ayuda a representar el relato de forma visual mientras el córtex medio prefrontal, la unión temporoparietal y los polos temporales aúnan fuerzas para comprender e identificar los estados mentales de los protagonistas.

Y es en este último hallazgo donde comenzamos a comprender algunas de las ventajas adaptativas más importantes de contar historias.

A mí también me gusta Humans of New York

Esta fotografía ha pululado por internet durante los últimos años exagerando de manera inadecuada el rol de ambos hemisferios; en realidad el cerebro contiene sus funciones de un modo más integrado y coordinado. A pesar de ello, hay actividades en las que sí que existe una mayor especificidad (aunque no tan exagerada como muestra la imagen), como es el caso de contar/escuchar historias. 

Una persecución geométrica

Fritz Heider y Mary-Ann Simel (1944) mostraron a un grupo de sujetos la animación de algunas figuras geométricas en la que dos triángulos y un círculo se movían alrededor de un cuadrado. Cuando les preguntaron qué estaba pasando varias personas respondieron lo que cualquiera de nosotros diría al ver aquella escena: “El círculo está persiguiendo a los triángulos”. Acababan de contar una historia atribuyendo intenciones y motivaciones a simples figuras geométricas.

Entre los 5 y 6 años de edad los menores comienzan a ser capaces de atribuir estados mentales a los demás y a ellos mismos; desarrollamos lo que en psicología llamamos la teoría de la mente (Baron-Cohen, 1995; Wellman, 1993). Esta capacidad es vital para poder predecir y darle sentido al comportamiento que observamos, por lo que es esencial para nuestra adaptación y supervivencia así como para mostrar empatía y ser eficaces socialmente sin reírnos cuando deberíamos mostrar pena o viceversa. Cuando Brandon cuelga la foto de un alumno de un barrio marginal de Nueva York contándonos los esfuerzos que hace su directora para que puedan salir adelante, la teoría de la mente se pone en marcha en nuestros cerebros junto con un cúmulo de emociones que en ocasiones permiten que en nuestras comunidades ocurra esto.

Si eso no es adaptativo para nuestras comunidades, que me digan qué es.

Las hormigas de Olson

En 1959, el misionero protestante Bruce Olson se adentró en la selva fronteriza entre Venezuela y Colombia para “llevar las buenas nuevas” a los motilones, los miembros de una tribu recién descubierta cuya forma de vida se ajustaba al hombre del paleolítico. Después de convivir con ellos durante tres años y aprender su idioma y costumbres, quiso transmitirles el evangelio pero pronto descubrió que palabras como fe, gracia o esperanza no se hallaban en el vocabulario motilón. Para explicarles la encarnación de Dios en Jesucristo (concepto que de por sí es complicado explicar en cualquier idioma), Olson tuvo que recurrir al único recurso del que disponía: los relatos y leyendas que la tribu le había enseñado. Así, a través de la fábula del hombre que se transformó en hormiga para ayudar a otras hormigas a construir sus casas, el misionero estadounidense consiguió darse a entender.

Tal y como nos comenta Steven Pinker (2007), el contar historias y relatos autobiográficos (reales o ficticios) es esencial para la transmisión de conocimientos y costumbres dentro de las comunidades, sobre todo para las generaciones futuras, que en un momento dado pueden ser demasiado jóvenes e inexpertas para la comprensión de ciertos fenómenos naturales o normas sociales complejas. La popularidad de los relatos biográficos en los que el fotógrafo estadounidense retrata a neoyorquinos que cuentan sus problemas con las drogas, la soledad o un duelo difícil, da fe de lo esenciales que siguen siendo las moralejas hoy en día, a pesar de las innumerables formas de transmitir conocimiento que hemos desarrollado a lo largo de los siglos.

“Ella es la razón por la que ya no me ‘coloco’. Bueno, una de las razones. La otra razón es que yo ya no quiero ‘colocarme’ más” (Viernes 13 de Marzo, 2015). Publicada en el blog Humans of New York.

Las historias que no se cuentan…

El 6 de agosto de 2014, el famoso bloguero nos anunciaba que Humans of New York dejaba de ser de New York y durante 50 días pertenecería a Sudán, Kenya, India o México. A través de un viaje organizado por Naciones Unidas para recordarnos los 8 Millennium Development Goals, Brandon nos contaría los relatos de hombres, mujeres y niños que muy pocos conocemos en occidente. Una forma muy interesante de concienciar a la población mundial sobre los obstáculos a los que se enfrentan otras comunidades cuyos miembros lloran y ríen al igual que todos nosotros.

La psicología cultural y comunitaria nos ha permitido descubrir el rol que juegan las historias cuando una sociedad determina sus valores y principios (McAdams, 2001): las historias viven y mueren en la cultura dependiendo de las normas sociales y las tradiciones que prevalecen en un grupo determinado. Al mostrarnos las historias de Uganda o Irak, el joven fotógrafo nos recuerda que las élites sociales, políticas y económicas siguen silenciando las narrativas de aquellos cuyas historias (y vidas) carecen de interés o valor en ciertos círculos, de ahí que la labor de Brandon tome aún más mérito a la hora de contarnos los relatos que por distintas razones quedan censurados o excluidos en nuestras comunidades. Una labor que sigue cautivando a muchos pero que aún no termina de cundir en la cultura occidental, donde el tabú y la indiferencia han imperado durante siglos. Las historias que no se cuentan… también cuentan.

A mi también me gusta Humans of New York.

A mi también me gusta contar, leer y escuchar historias.

Daniel Sazo

Referencias bibliográficas más relevantes

Hsu, J. (2010). Como un libro abierto. Mente y Cerebro, Nº42, 20-25.

McAdams, D. (2001). The Psychology of Life Stories. Review of General Psychology, 5 Nº2, 100-122.

Palacios, J., Marchesi, Á., & Coll, C. (2008). Desarrollo psicológico y educación: 1. Psicología evolutiva. Madrid: Alianza.

Werscht, J. (1988). Vygotsky y la formación social de la mente. España: Paidós Ibérica.

http://www.humansofnewyork.com/


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