Revista Cine

A negro

Publicado el 23 febrero 2017 por Jesuscortes
A NEGRO Uno de las mejores películas de Maya Deren, "Witch's cradle", permanece extrañamente desconocida a pesar de la brevedad de la obra de la gran cineasta ucraniana. Por conservarse incompleta y estar desprovista de banda sonora, puede haberse pensado que esta obra primeriza (1943), si bien estrictamente contemporánea de su célebre debut, "Meshes of the afternoon", apenas esboza algunos temas mejor desarrollados en films posteriores. O quizá la fértil relación de Deren con la danza y la música, omnipresente a partir de la subsiguiente "At land" y esplendorosamente plasmada en "A study in choreography for camera", "Ritual in transfigured time", "Meditation on violence", "Ensemble for somnambulists" y "The very eye of night", prácticamente "expulsa" a los márgenes de su filmografía a esta pieza asonante, abrupta y enfermiza, la más arraigada y a su vez proyectada en mundos ajenos de todas cuantas hizo.  Las conexiones de "Witch's cradle" con buena parte de las vanguardias del siglo, no son muy difíciles de rastrear: varios apuntes sobre la escritura y - por una cita de Duchamp - el inserto del corazón latiendo, pertenecen a André Breton, aparece en persona el mencionado Marcel Duchamp y de una de sus instalaciones más conocidas se sirve Deren para imaginar una inquietante variación, alguna pose de la bella actriz Pajorita Matta está inspirada en fotografías y bobinas de Man Ray, al menos dos esculturas dadaístas que vemos en el último tercio del cortometraje no pueden ser de nadie más que de Marcel Picabia, los espacios oníricos descienden de los cortos surrealistas de Luis Buñuel... y anuncian a los que muy pronto diseñará Salvador Dalí para Alfred Hitchcock.
Como se sabe, un poco más adelante, Maya Deren irá a Haití y se interesará por el vudú, lo cual unido a la llamativa presencia de esa cuerda que cobra vida y se transforma en una hiedra que sube por los miembros y, especialmente, la del pentagrama satánico grabado en la frente de la chica poseída por el maligno - conviene tener en cuenta que estamos a cuatro años para que el Señor de las tinieblas venga "contra todo pronóstico" a llevarse a Aleister Crowley - polarizan por completo el efecto de todas esos elementos citados.
Su pánico, su zozobra al mirarse al espejo o a que la mire la cámara cuando descubre qué tiene tatuado en la cara, más el efecto infeccioso y paralizante de las cuerdas, abren múltiples vías hacia otras películas, no sé si tan interesantes para los que prefieren hacer hipótesis sobre los significados de las imágenes, pero igual de fascinantes.
No recordamos los films completamente, por muchas veces que los veamos y exiguo sea su metraje, elegimos inconscientemente imágenes y sonidos que atamos y supeditamos a otras y otros. No es mala idea pensar en "Witch's cradle" como el resultado de ese proceso, en lugar de como la fuente del mismo. Cuanto pueda faltar cada vez que aparece un fotograma vacío y cuanto queda en elipsis es lo que Maya Deren no quiere o no puede recordar de cuanto vio. 
ADENDA
No me resisto a divagar un poco, pidiendo disculpas de antemano por la perorata. La hierática repugnancia de quien se sabe desposeída de voluntad, lleva a las brujas de Dreyer, y sobre todo a "Vampyr". También a Kenneth Anger - abducido sin remedio por el loco de Thelema - desde el vicioso "Fireworks". La fragilidad sexual de esta bruja que "nace" ante nuestros ojos, remite a la Ellen/Mina de "Nosferatu" de Murnau. Turbada, la imaginación lleva a la Lil Dagover de "Der müde tod" de Fritz Lang o la Asta Nielsen de "Vanina oder Die Galgenhochzeit" de Arthur von Gerlach. La sensación de no poder penetrar un espacio conocido, pero sentirse instalado en uno desconocido, está presente en varias obras señeras de Tod Browning; pienso en "The show", "The blackbird", "The mystic" y "White tiger" por lo menos, más varias otras perdidas de las que sólo conocemos datos sobre su argumento que bien podrían añadirse a esa lista y que nos recuerdan que hay películas influidas por películas que ya no existen. También ha sido bien administrada esa herencia por David Lynch y así lo demuestra en "Twin Peaks", "Inland empire", "Eraserhead", "Rabbits" o "The amputee".
La fascinación con la desasosegante imagen devuelta por el espejo, por la dulce muerte de un yo para dejar paso a otro, remite a "I walked with a zombie" de Jacques Tourneur.     A NEGRO  A NEGRO  A NEGRO  A NEGRO  A NEGRO A NEGRO A NEGRO  A NEGRO

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