Revista Ciencia

¡A payasear!

Por El Ojo De Darwin

Alguien dijo una vez que la televisión es el reflejo de la sociedad. En los últimos años hemos sido testigos de la ocupación, cada vez más intensa, del campo televisivo por parte de una serie de personajillos deseosos de aventar sus más truculentos secretos. Todo el proceso se inició en la prensa rosa, se potenció con los llamados reallity shows y la adquisición de más gentucilla a este circo de los horrores, de ahí se contagió al cine al darles papeles a todo este grupo de escorias humanas, y finalmente, el mundo de los documentales con una serie de presentadores con la único intención de hacer el idiota delante de la cámara.

Desde finales de los años noventa del pasado siglo se ha abierto una clara brecha entre los documentales de naturaleza “tradicionales” y los actuales. Ya no se busca el enseñar en esta clase de filmaciones sino el morbo y la tensión. El buen hacer de auténticos maestros en la materia como David Attenborough o Félix Rodríguez de la Fuente* ha sido sustituido por toda una plétora de individuos más pendientes de dar la nota que de mostrar las maravillas del mundo natural. Si bien aún se hacen auténticas maravillas, éstos personajes han florecido en la gran pantalla cual efímeras en primavera. 

Tal vez el caso más famoso sea el del australiano Steve Irwin. Apodado “El Cazador de Cocodrilos” inició su carrera filmográfica en 2007 con su homónima serie de gran éxito en el mundo anglosajón. A partir de entonces compaginó su actividad conservacionista y de director del Queensland Reptile and Fauna Park con la realización de series. Todas ellas tenían en común una cosa: la manía cuasi patológica de molestar al animal de turno, eso sí, siempre y cuando fuera peligroso. Como el índice de audiencia era proporcional al riesgo que supusiera la manipulación del bicho en cuestión el australiano mostraba un comportamiento temerario. Tanto se arriesgaba que, en 2006, acabó con un aguijón deraya látigo en su corazón. El veneno actuó rápido y así acabó sus días Steve Irwin. Pero no es el único, pues otros como Jeff Corwin o Steve Austin se ganan la vida de una forma parecida.

Todo lo que tiene éxito en el mundo anglosajón acaba siendo imitado en mayor o menor medida en el resto del orbe terráqueo. Así,

¡A payasear!

Frank de la Jungla... a la izquierda de la imagen, con su característica gorra blanca. Lo de la derecha es un clamidosaurio.

tenemos a nuestro temerario nacional haciendo el payaso delante de la cámara y, encima, con una nombre más artístico que Irwin & company: Frank de la Jungla. Ataviado con su blanca gorra vuelta hacia atrás y sus crocs** rojos con calcetines, Frank recorre el mundo para mostrar las diferentes especies de animales que habitan nuestro planeta. ¿Y cuál es su función delante de la cámara? Pues jugarse estúpidamente la vida delante de alguna serpiente venenosa. A ver no me malinterpretéis, que este hombre se juegue la vida pues como que me da un igual, lo que me fastidia es que inflinja la primera norma de un naturalista: respeta al animal que quieras observar y, sobre todo, procura pasar desapercibido. Este pasado domingo se estrenó la segunda temporada y, curiosamente, ha empezado de igual forma a como lo hizo la primera: con Frank de la Jungla al borde de la muerte. En la primera a punto estuvo de morir asfixiado por una pitón, y en esta le mordió una víbora de Russell (Daboia russelii). Dos inicios y dos sucesos similares, ¿estoy insinuando manipulación?

Y el amigo Attenborough vuelve con las suyas, ahora con los orígenes de la vida. ¿Preparados a ver la reconstrucción de Anomalocaris oyendo de fondo la curiosa dicción de este genio? ¡¡¡¡YO SÍ!!!! :)

* Dejando al margen toda la polémica existente alrededor de sus técnicas de rodaje.

** ¡¡Acabo de descubrir el nombre que recibe este tipo de calzado!!


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