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A propósito de Llewyn Davis: con la guitarra a cuestas

Publicado el 08 enero 2014 por Cineenconserva @Cineenconserva
A propósito de Llewyn Davis: con la guitarra a cuestasUlises regresó a Ítaca, a su hogar, tras un largo periplo no exento de problemas y también de pequeños placeres, pero al contrario que el héroe de "La Odisea" el protagonista de la "última película de los hermanos Coen", expresión que a buen seguro el público utilizará para no meter la pata con el título en cuestión, no tiene hogar ni tampoco ninguna mujer que le espere, si acaso la única compañía de un gato perdido. Llewyn Davis, ese joven cantante de folk amargado y sin suerte, que vaga sin rumbo y sin horizonte definido hacia ninguna parte es la máxima expresión del fracaso. 
Así de incierta y melancólica es A propósito de Llewyn Davis, una obra pequeña de estructura circular que empieza y termina en el mismo sitio y en donde los hermanos más famosos del cine de autor, nos trasladan al famoso Greenwhich Village neoyorkino, lugar donde en los 60 se fraguó el nacimiento de la música popular americana, el folk.  
No todos llegan a ser Bob Dylan
Llewyn Davis es un perdedor de los buenos. Los Coen nos enseñan tan solo una semana de su vida, pero es más que suficiente para darnos cuenta de que este joven artista, inspirado en el músico Dave Van Ronk, vive condenado como un dios de la mitología o un héroe kafkiano a repetir su periplo un día sí y otro también, y todo por triunfar en la música. Así, Davis amanece cada día en una casa nueva (amigos, familiares...) y sin dinero ni un abrigo decente que le resguarde del frío invierno, intenta buscar una oportunidad. Armado solo con su guitarra y con un repertorio de canciones tan tristes y hermosas que ningún magnate de la música con visión comercial apuesta por él, es consciente de que puede que esa oportunidad nunca llegue. 

En este sentido, uno de los aciertos de la película es sin duda su protagonista, brillantemente interpretado con desgana por Oscar Isaac (Ágora, Drive), y en cuyo rostro se puede ver el hastío, el dolor (pérdida de su compañero de trabajo), el orgullo de quien se niega a ser un títere y la rabia de saber que quizás tenga que quedarse en el camino. Y es que Davis es cínico, inmaduro, egoísta... cae mal en ciertos momentos (pataleta en casa de sus mecenas) pero logra conquistar al espectador con su guitarra y su voz (cómo canta señores). Aunque el peso de la película recaiga en Isaac, destaca también la aparición de otros secundarios como una Carey Mulligan en un personaje con más capas de lo que parece, y quien vuelve a hacer gala de sus dotes musicales (como ya hizo en Shame), Justin Timberlake, F. Murray Abraham (recordado por siempre como el mítico Salieri de Amadeus), o el gato Ulises, que hasta tiene ya una cuenta en Twitter.A propósito de Llewyn Davis: con la guitarra a cuestas
No todos llegaron a ser Bob Dylan, parecen decirnos los Coen en una película de ritmo tranquilo, no apta para todos los paladares y que siendo una rara avis en su filmografía (aunque conecte en cierta forma con O brother) incluye escenas con su particular sentido del humor, cruel y ácido en muchas ocasiones, u otras secuencias más absurdas y propias de un mal sueño, como ese viaje en coche hacia Chicago en el que se embarca Llewyn con dos acompañantes; uno de ellos Roland Turner, cantante de jazz adicto a las drogas interpretado por John Goodman. Quizás Inside Llewyn Davis no sea la obra maestra definitiva de los Coen, pero solo por su estupenda banda sonora, la fotografía de Bruno Delbonnel (Amelie) que plasma a la perfección la soledad del personaje, sin olvidar la interpretación de Isaac, merece un puesto destacado en la filmografia de estos directores. 


Lo mejor: Banda sonora (atención a la canción "The death of Queen Jane", una maravilla que te pondrá los pelos de punta) Oscar Isaac (que merece una nominación a los Oscars como mejor actor), fotografía y ambientación, algo que siempre se le ha dado bien a estos hermanos. Y por supuesto ese guiño final, la inclusión de una leyenda de la música.

Lo peor: La sensación que te deja (al menos a mí) de que es una película buena en todos los sentidos pero que en conjunto no logra apasionarte. 



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