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A vuelapluma (V) parte IV

Publicado el 15 junio 2011 por Eloidodelmundo
A vuelapluma (V) parte IVHoy la penúltima entrega de este relato!
Mi cabeza no acertaba a asimilar lo que estaba sucediendo. Tenía en mis manos un objeto por el que cualquier humano mataría de conocer su existencia, la llave de la fortuna, mi pasaporte hacia una riqueza nunca antes imaginada. No tendría límites, apuestas deportivas, juegos de azar o incluso un gabinete como futurólogo (esto último me hizo sonreir). Tuve la tentación de saltar por toda la casa como si de un crio que acaba de recibir un regalo se tratara. Sin casí darme cuenta, me había puesto en pie y paseaba nervioso por toda la estancia. Me dejé caer de nuevo en el sofa y me serví una gran copa de cognac mientras mis temblorosas manos hacían tintinear los cubitos. - ¡Vaya, por fin ocurre algo bueno en tu miserable vida! - me dije al tiempo que rebuscaba en el cajón el puro más grande que pudiera encontrar. - ¡En fin, veamos qué noticias tenemos para mañana! - y rompí a reir de nuevo entre sonoras carcajadas. No duró mucho mi estado de absoluto delirio, mis risas cesaron súbitamente en el segundo vuelco de mi corazón en lo que llevabamos de dia. A pie de página podía leerse un titular que tornó mi tez de una palidez casi mortecina. Si alguien hubiera podido contemplarme en ese preciso instante, habría concluido que acababa de ver un fantasma :
Trágico accidente aéreo
Espeluznante suceso. 185 personas perecen en un terrible siniestro aéreo. El aparato volaba con destino a Lima donde se celebraba la convención mundial de arqueólogos e historiadores. Entre los fallecidos se encontraban Jane Waters, organizadora del evento y Mark Wood, uno de los más ilustres asistentes a dicho acontecimiento. Todavía se desconocen las causas del accidente aunque la policia ya ha abierto una profunda investigación a fin de esclarecer lo ocurrido. Una trágica pérdida para todos, y en especial para el mundo de la arqueología que de seguro tardará mucho tiempo en recuperarse.

Hubo un profundo lapso de tiempo hasta que conseguí siquiera emitir un bufido de estupor. Mi mirada permanecía anclada en las palabras que acababa de leer. Un sudor frio recorrió mi frente haciendome casi tiritar. Era el colofón al dia más extraño de mi vida...
Fuera estaba oscureciendo, las sombras del ocaso lo envolvían todo como si de humo negro se tratara. Mi reflejo en la ventana me observaba serio, escrutándome. Mi mirada se perdía en los frondosos rosales del jardín. Llevaba un buen rato sumido en una profunda meditación. Tenía en las manos el destino de la persona que había arruninado mi vida. Lo único que tenía que hacer era cruzar el jardín y avisarle de lo que se avecinaba... -Si, pero ¿que le vas a decir? Mark, no subas mañana a ese avión porque según mi periódico que predice el futuro, se estrellará y morirás junto a casi 200 infelices. - Pensaría que he perdido la cabeza y se partiría de risa en mis narices. Incluso sería capaz de concluir que la envidia me estaba matando y estaba recurriendo a un desesperado intento de frustrar su viaje. Eso solo fortalecería su idea de subir al avión. Mi mente buscaba solución a la encrucijada que se interponía entre el destino escrito y el que yo podría escribir. ¿Por qué tenía que ser precisamente su avión? ¿por qué era yo el elegido como portavoz de una desgracia? La rabia había anidado y se multiplicaba en mi interior desde hacía tánto tiempo que era practicamente imposible que fuera capaz de tener un criterio mínimamente objetivo. Ira y compasión se arremolinaban en una disyuntiva con sólo un camino correcto, pero ¿sería posible encontrarlo? ¿dónde se escondía?
No recordaba cúantas copas había tomado, tal vez la botella entera. Tampoco estaba seguro de recordar cómo de llena estaba cuando comencé a degustarla. El carrillón dio las cuatro de la madrugada. El día se echaba encima a pasos agigantados y no había tomado una decisión. Puede que el avión despegase a las siete, incluso a las seis. El reloj desgranaba los minutos y yo no entendía por qué no había traspasado el umbral de mi puerta para salvarle la vida a mi vecino cómo hubiera hecho cualquiera con un mínimo dehumanidad. ¿A quién quería engañar? ¡yo nunca cruzaría el jardín para salvar la vida a ese bastardo! Esa afirmación interior me hizo verlo claro. La metástasis de mi rencor era irreversible y había devastado cualquier atisbo de compasión que pudiera haber intentado aflorar durante aquella interminable noche. No podría decir si me sentía satisfecho o no, tampoco sabré nunca si aquella decisión pudo ser otra mejor, lo único que sí tenía claro en aquel preciso instante era que no me arrepentía en absoluto de haberme puesto el pijama y dirigido a la cama a aprovechar las últimas horas de noche que quedaban por consumirse...

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