A vueltas con Franco

Juan Linz es el patriarca de la sociología y de la ciencia política española, admirado por grandes profesionales en todo el mundo. A sus 86 años todavía enseña en Yale.

Sus trabajos más divulgados se centran en el análisis comparado entre los regímenes totalitarios y los autoritarios.

Naturalmente, ha estudiado el caso del franquismo, del que se liberó yéndose a EE.UU. en un exilio intelectual que no evitó que siguiera estudiando la evolución de España.

El peso de Linz está por encima de numerosos historiadores y políticos izquierdistas, “à la mode”, casi todos descendientes de franquistas, obsesionados con matar al padre a través de Franco.

Linz coincide con el denostado Luís Suárez, que define el franquismo como autoritario, no totalitario, en el Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia.

Quizás les hubiera sido mejor dividir el franquismo en dos etapas, una década totalitaria, como los comunismos y el nazismo, y los 25 años restantes autoritarios.

Durante la guerra civil el padre de este cronista, un simple disidente, estuvo dos veces ante pelotones de fusilamiento franquistas.

En la inmediata postguerra guardias civiles y falangistas planearon asesinarlo varias veces: sospechaban que ayudaba a los maquis.

Pero a partir de 1950 el régimen se ablandó. Las persecuciones se redujeron drásticamente. Las costumbres se liberalizaron.

En los 60 se estudiaba a Linz en las universidades españolas. Y a Marx, a Engels y a Lenin. Se conseguían libros oficialmente prohibidos, se viajaba libremente.

El cronista militó activa y pacíficamente en la oposición al régimen reorganizando un partido izquierdista. Sufrió represalias que no le cambiaron la vida.

Luego, vivió en la entonces tan admirada revolución China y conoció otros comunismos: eso sí era y es el verdadero totalitarismo, la opresión absoluta, el lavado de cerebro, el perenne asesinato cívico y político.

Y se sigue diciendo que por ser hostiles a Franco los comunistas defendían la democracia, falsedad histórica mucho peor y más cruel que no reconocer el totalitarismo franquista de su primera década.

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SALAS. El valor perenne del humor nos muestra qué ocurre tras cualquier elección.