Revista Cultura y Ocio

Abducida por Decathlon

Publicado el 30 septiembre 2014 por Molinos @molinos1282
Abducida por DecathlonHay tres tipos de personas: 
- Los que no hacen deporte pero compran ropa de hacer deporte en Decathlon y la tienen en el armario sin estrenar por si acaso un día encuentran el momento de empezar a usarla.- Los que hacen deporte pero compran su kit deportivo en tiendas especializadas ubicadas en calles dónde no se puede aparcar y con horarios más restrictivos que las horas de visita en Alcatraz. " Moli si quieres una buenas zapatillas tienes que ir a "Zapatilla corre que te las pelas" o te destrozarás los pies".  - Los que no compran ropa de deporte pero arrasan los pasillos etiquetados como "travesía" y "fitness". 
He dicho que hay tres tipos de personas y luego estoy yo que  soy una mezcla de las tres. No hago mucho deporte pero tengo mierdas variadas para nadar compradas en Decathlon, tengo "prendas de deporte cojonudas"* ninguna de las cuales ha sido comprada allí y me flipa el pasillo de "travesía".   
Decathlon no es como Ikea, no hay un recorrido trampa de hamsters que haya que realizar completo para llegar al final abrazar a la cajera como si fueras Marco y ella tu madre y recompensarte con un perrito caliente y cebolla frita en el Círculo Polar Ártico. 
Decathlon es mucho peor. Me creo libre y alocada y me enfrento al gran pasillo central tan ufana como Caperucita, con mi cestita para meter las famosas zapatillas de M que es lo que he venido a comprar.
"Travesía niños" se cruza en mi camino y claro, tengo que entrar. Me arrodillo a los pies del creativo que puso este nombre y que a mi me sugiere "ropa para que las niñas puedan destrozar pero vayan abrigadas" o "ropa para dar un paseo por el campo con un noruego y quitártela luego delante de la chimenea... muy deprisa". 
Me adentro en el pasillo y una orgía de forros polares de colores diversos, camisetas de manga larga y pantalones de muchos bolsillos fáciles de quitar salen a mi encuentro. Salgo de allí sin querer mirar los forros de colorines que llevo en la cesta, ajustándome la ropa y con el pelo revuelto y electrificado porque me he probado unos cuantos de la talla 14 años para decidirme por uno para mi. Salgo casi con la misma pinta que si hubiera estado retozando con el noruego...
Paseo alegremente por delante del cartel de fitness que es un concepto que no me mola nada. Fitness me sugiere cereales, me sugiere pasar hambre y me sugiere gimnasios con ruido y espejos. En fitness todo sugiere esfuerzo y es blanco, que requerirá esfuerzo posterior para quitar las manchas. Paso de "fitness". 
En Decathlon todo tiene nombre que sugiere la actividad a la que va dirigida: quechua es montaña porque obviamente los quechua viven en las montañas con ropa de abrigo, nabaiji es deporte acuático porque suena a islas caribeñas y mares cristalinos, Kalenji es todo lo de corretear porque suena a África, a etíopes y a run to be wild y todas esa majaderías. 
Para lo que no es para nada pero es para todo o es ridículo tienen el nombre ARTENGO. 
Artengo, Artengo, Artengo...lo leo y es como un mantra y ya no puedo pensar en otra cosa. ¿Qué es Artengo? Artengo es como Talgo. ¿Artesanía tentativa Goyeneche? "Artilugios engalanados Gomez"? ¿Archiperges Tentadores Gordos? ¿Armando Tendencias Gorrinas? 
Ahhhhh...no me lo puedo quitar de la cabeza. Soy la loca del pasillo central con el pelo electrificado y la cesta llena de forros de colores que va murmurando combinaciones imposibles de sílabas y palabras mientras cabecea como Stevie Wonder.  
Salen entonces a mi encuentro los calcetines. Yo siempre necesito calcetines, compro a montones, me regalan, los guardo decenas de años pero siempre parece que me faltan, así que Decathlon y sus cestas rebosantes de tríos de calcetines son una gran tentación y una gran frustración. 
Tengo una teoría sobre los calcetines de Decathlon.  Hay de dos tipos: los Artengo y los Kalenji. Los Artengo son más de fiar, son de señor, se pierden menos y son más serios pero yo no puedo comprarlos por lo que he comentado más arriba, entro en trance si veo el nombre... Así que opto por los Kalenji, los de corretear, pero los Kalenji son una especie esquiva y casquivana. 
Para empezar ¿Alguien ha visto alguna vez un par de calcetines Kalenji de la talla 34-39? No. No existen. O los venden con cartilla de racionamiento o sólo a los Vips. 
Aún así, a pesar de saber que un calcetín Kalenji de la talla 34-39 es casi como un unicornio, suelo dedicar una cantidad indecente de tiempo a rebuscar en las cestas por si encuentro alguno. Cuando me rindo, o van a cerrar o se ha hecho de noche, opto por comprar 20 pares de la talla 31-34 porque total, estoy más cerca del 34 que del 39. 
Semanas después descubro, una vez más, que en la manada Kalenji las cosas no son fáciles para los pequeños y mis calcetines de la talla 31-34 han sido fagocitados por los Kalenji 50 de Pobrehermano Mayor de la talla 39-42. Rebusco en los cajones, en los de mi hermano, en el suelo de su cuarto, en el cesto de la ropa sucia, en los cajones de las princezaz y como mucho rescato un par de pobres kalenjis pequeños...con agujeros y la goma pasada. Son el eslabón débil de la evolución calcetinera y están a punto de extinguirse así que ahora llevo calcetines de la talla 39 que me asoman sexymente por el talón o llevo doblados en la punta de los dedos. 
Cuando ha pasado una cantidad increíble de tiempo vagando por los pasillos, admirando cañas de pescar,  asombrándome de mi increíble talento para que las chupas que me gustan siempre sean las más caras del pasillo correspondiente, horrorizándome con los tutús, valorando si necesito los mil quinientos gadgets para nadar que tienen y mil cosas más, decido que tengo que salir como sea de Decathlon... o acabaré volviéndome (más) loca. 
A mi y a mis circunstancias Decathlon nos ha engullido como un agujero negro, como un enorme vórtice deportivo al que me asomé con la sana intención de comprar unas zapatillas de 8 euros para que M destroce y sin saber muy bien cómo, he terminado sentada en un banco rodeada de cascos mientras me pruebo unas botas de montar a caballo. 
Recobro la consciencia, oigo una voz que dice "Moliiii...sigue la luz", echo las botas en la cesta sin pensar, total son 14 euros...y concentrada para no despistarme y acabar en el pasillo de caza comprándome una cazadora que me dice "esta es la chupa para pasear por el monte después de haberte quitado la ropa delante de la chimenea del noruego", llego al encuentro de la cajera jurando que la próxima vez lo compraré todo por internet. 
O no... tengo que volver por si descubro el misterio que se esconde detrás de Artengo. O al noruego. 
*Un bañador segunda piel que fue obscenamente caro (en su día pensé que un conjunto de lencería mono me daría más juego...jajajaja...le he dado mas uso a esto),unas zapatillas de montaña espectaculares de buenas y que casi me regalan en una de esas tiendas de ultrasofisticación deportiva porque era el último par que les quedaba. Fantaseo con pasear con el noruego y mis zapas chulas. 

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