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Abortemos este Gobierno

Publicado el 21 diciembre 2013 por María Mayayo Vives
Los Gobiernos deberían saber que las leyes restrictivas no impiden que se obre según una convicción, sólo consiguen aumentar los riesgos de actuar igual. Los Gobiernos deberían tener en cuenta que no se puede imponer la forma de pensar de unos pocos a todo un país. Los Gobiernos deberían sopesar el riesgo de no dejar que un país siga decidiendo absolutamente nada por sí mismo. Los Gobiernos deberían tener claro que su labor no es imponer un código moral, el suyo, a todos los ciudadanos. Este Gobierno debería ver de lejos que hay muchos campos que labrar en este país venido a menos antes de hacer lo que quiera que estén haciendo.
Cuesta ponerse a opinar sobre un tema tan peliagudo como es esta nueva ley del aborto promovida por el ministro Gallardón y que lo único que tiene de nueva es que se aprueba hoy. Alberto Ruiz Gallardón decide restringir el derecho al aborto porque "la vida no es una concesión graciosa", como pueda serlo la concesión del Ministerio de Justicia, por ejemplo. Apunta, para los más iletrados, que además la vida "es un derecho inalienable que no se ve reducido por razón de discapacidad", como inalienable es el derecho a ser titular de determinados Ministerios de este Gobierno por muy incapacitado que se esté. Al margen de que las comparaciones, al señor Gallardón, puedan parecerle odiosas, resulta paradójico que un Gobierno que lo primero que ha hecho es eliminar las ayudas a los discapacitados obligue a las familias a tener niños impedidos para dejarlas abandonadas a sus posibilidades de ofrecerles una vida digna. Yo no sé si un feto con una malformación congénita desea nacer, lo que sí sé es que hacen falta algo más de mil euros mensuales para proteger esa vida y hacerla lo más digna posible. Y me parece una vergüenza, señores del PP, que sea el propio Gobierno el que lo priva de esa dignidad obligándolo a nacer en un país con una ley de dependencia derogada por este mismo Gobierno.
Así pues, señores meapilas del Congreso, ministros de ceja espesa, fascistas de justa sesera, acepten si pueden una sugerencia dictada desde el poco sentido común que me visita un viernes sin otro. Deroguen ustedes el derecho al aborto si el llanto de esos niños no nacidos les roba el sueño más que el de los ciudadanos que ya viven en este país, pero protejan a esas madres del sacrificio, el dolor y el sufrimiento con que esos niños marcarán el resto de sus vidas, adjudicándoles el dinero que ustedes se ocupan de robar legal o impunemente a diario. Permitan que esas madres maltratadas y esos niños malformados puedan, al menos, vivir en la paz y la libertad que un país con una mejor disposición para acogerlos les brindaría. Hagan ustedes posible que esas madres no tengan que valorar si siguen adelante o no con esa vida por falta de medios. Porque son ustedes quienes están abortando la vida, no sólo de esos niños, sino también de sus madres y sus padres. Yo, señores del des-Gobierno, amo la vida a muerte, pero no apruebo esta muerte en vida a la que nos están abocando con sus imposiciones, prohibiciones, derogaciones y recortes imposibles. Por eso les pido, les exijo, les obligo a que hagan, por Dios, algo bien de una buena vez o a que se vayan, y así, por fin, nos dejen vivir como Dios y la Constitución mandan.
Nota para no olvidar: Anoche, me cené, de una sentada, las memorias de Lola Herrera, esa dama del teatro a la que mi madre lleva años adorando por su "elegancia", entendida como la excepcional cualidad del saber estar. Sus recuerdos, contados desde una serenidad difícil de mantener cuando se es la protagonista de esa vida que narra, la retratan una vez más. Lola Herrera es una mujer hecha a sí misma en un mundo en el que todo estaba en su contra. Su voz es la voz templada y dulce de una mujer que confiesa haber tenido que parecer valiente por estricta necesidad. Una mujer que dejó de estudiar temprano por empezar a trabajar y a luchar en una España en la que no se podía ser mujer. Una mujer que entiende, porque lo ha sentido, lo que le ha costado a su generación llegar a ser lo que hasta ayer podíamos ser. Échenle un vistazo. Por lo que no se debería olvidar.
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