Ábrete Sésamo – @Eva_Zeta

Pertenezco a la generación de la nueva acepción del “¡Ábrete, sésamo!”. Nada sabíamos de Alí Babá, pues a nosotros la frase-comodín-llave-maestra nos la enseñaron muñecos de trapo y ya no existía otra realidad.

“¡Ábrete, sésamo!” cuando nos cerraban el paso.

“¡Ábrete, sésamo!” al que se colaba en la fila que, como flecha sin punta, señalaba al patio del recreo.

“¡Ábrete, sésamo!” en los cumples cuando no podíamos abrir un regalo hasta que tras emplear la fórmula mágica, alguien nos decía “puedes romper el papel”. Y se abría.

“¡Ábrete, sésamo!” al pistacho cerrao. 

“¡Ábrete, sésamo!” a la camiseta del pijama que se atascaba en la cabeza al quitárnoslo solos.

Y siempre funcionaba. No sé por qué no la podemos seguir utilizando cuando, algo más mayores, nos cierran el paso en el pub en el que sabemos que está la persona que nos gusta. Es entonces cuando te das cuenta de que el “¡Ábrete, sésamo!” no es efectivo si sólo lo piensas y que, de pronunciarlo con la misma firmeza con la que lo hacíamos de pequeños, puede que en vez de puertas, nos abran la cabeza.

Entonces descubres que el corazón de una persona no se abre con un imperativo. Te das cuenta también de que hay personas a las que amas que cierran los ojos para siempre y y no hay nada que deshaga ese maleficio. El transporte público cierra sus puertas en tus narices si no llegas a tiempo y pocos milagros te salvan de eso. Cambias “¡Ábrete, sésamo!” por, “Pero abre la puerta, cabrón” y ambas comparten ineficacia.

Creces, necesitas registrarte en todos los sitios. Utilizas la misma contraseña que cuando eras pequeño: ************. Pulsas mostrar contraseña para asegurarte de que la has escrito bien. Ahí está “ÁbreteSésamo”. Aparece un aviso de “contraseña débil”. Necesitas mayúsculas y minúsculas, un mínimo de ocho caracteres, números o caracteres raros y una memoria de elefante.

Ya nada es tan fácil como antes.

La vieja locución aún te abre puertas pero, ¿aceptas las cookies?

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