Revista Cultura y Ocio

"¡Absalón, Absalón!", la novela más faulkneriana de William Faulkner

Publicado el 13 julio 2018 por Juancarlos53

" Quintín oía sin escuchar a medida que recorría con los ojos la borrosa escritura delicada que no parecía un trazo impreso en el papel por la mano de un ser vivo, sino una sombra proyectada sobre el pliego y fijada en él un instante antes de que el lector lo mirase y que podría desvanecerse, borrarse en cualquier momento, mientras los ojos lo recorrían: la lengua muerta hablaba después de cuatro años y repetía las mismas palabras después de cincuenta más, suave, sarcástica, irónica e irremediablemente pesimista, sin fecha, encabezamiento ni firma: Advertirás que no injurio a ninguno de nosotros diciendo que ésta es la voz de los vencidos; mucho menos, de los muertos."

Acabo de finalizar la lectura de la novela que el escritor sureño de New Albany (Misisipi) publicó en 1936, cuando contaba 39 años de edad y había dado a la luz hasta ese momento ocho títulos entre los que se cuentan los que más influencia han tenido en la literatura posterior. Concretamente "¡Absalón, Absalón!" es el cuarto título de los seis o siete que en opinión de muchos de sus estudiosos -el más conocido de todos ellos, por mediático, fue Harold Bloom- conforman el denominado 'universo Faulkner', esa sucesión de hallazgos literarios, de estilística narratológica, de mundo literario propio y personalísimo, que hicieron que tras esos libros la escritura literaria no fuese igual que lo había sido hasta entonces. Los siete títulos a los que me refiero vieron la luz entre 1929 y 1939-40: "El ruido y la furia" (1929), "Mientras agonizo" (1930), "Santuario" (1931), "Luz de agosto" (1932), "¡Absalón, Absalón!" (1936), "Las palmeras salvajes" (1939) y "El villorrio" (inicios de 1940). Personalmente sólo me resta por leer "Las palmeras salvajes"; los otros seis los he leído a lo largo de mis años siempre con gusto y sorpresa.

William Faulkner, a los aficionados a la buena literatura, nunca cansa; aunque también es cierto que no todos sus libros tienen el mismo nivel de dificultad. Al respecto he de decir que éste que acabo de concluir, "¡Absalón, Absalón!", me ha parecido de los más dificultosos. Los motivos derivan de la propia novela -el mismo autor durante la escritura de la misma confesaba a su editor: "Es una historia torturada y una tortura escribirla" - pero también de la necesidad de contar con buenas traducciones y la que yo he tenido entre mis manos, en mi opinión, dejaba mucho que desear en ocasiones. ¿De verdad dejaba mucho que desear o es que Faulkner es así: enrevesadamente lioso? Sinceramente pienso que las dos cosas influyen.

Mis experiencias con grandes obras de literatura universal en traducciones deficientes han sido importantes. La primera y más grave que recuerdo me sucedió con el "Ulises" de James Joyce en la edición que la sudamericana editorial Rueda ponía al alcance de los adelgazados bolsillos de los estudiantes. Firmaba la traducción J. Salas Subirat y en verdad en verdad que por su culpa y seguramente también por mi impericia lectora ha sido uno de los pocos libros que he abandonado y que nunca he podido leer de seguido sino a saltos y buscando aquellos fragmentos que me interesaban. En "¡Absalón, Absalón!" he seguido la traducción que la argentina Beatriz Florencia Nelson hiciera en 1950, sólo un año después de que el novelista fuese distinguido con el Premio Nobel, y que sin cambio alguno -o muy pocos, seguramente- se ha ido repitiendo sin revisión alguna año tras año. Por curiosidad, al finalizar la lectura en la edición de ' Alianza editorial' que he usado me pasé por la Biblioteca a fin de consultar la que hizo Miguel Martínez-Lage para 'La Otra Orilla' con prólogo de Antonio Muñoz Molina. ¡Buff, en efecto hay diferencias sustanciales! La de Martínez-Lage es, dentro de la dificultad inherente a Faulkner, inteligible. En mi opinión es la edición más recomendable. Además cuenta en portada con la reproducción del famoso mapa del condado de Yoknapatawpha que el escritor incluyó en esta novela y que sirve para ubicar debidamente los movimientos de los personajes de ésta y otras novelas que conforman este universo Faulkner.

Sinopsis (proporcionado por la propia editorial)

Ambientada en un imaginario condado sureño en la época de la Guerra de Secesión, " Quentin Compson ­vástago del linaje cuya ruina se describe en " ¡Absalom, Absalom!" cuenta, desde las perspectiva de cuatro narradores, la historia trágica de la familia Sutpen, desde su génesis hasta su destrucción. El ruido y la furia"­ recrea, con la ayuda de Shreve, su compañero de habitación de Harvard, los obstinados esfuerzos de Thomas Sutpen para regir una gran plantación y fundar una dinastía. La destrucción y el fracaso son la conclusión final de una historia de violencia, orgullo, incesto y crimen.

Faulkner, como ya he señalado anteriormente, era consciente de la gran dificultad de escritura e intelección de la novela que estaba escribiendo. Es por ello que al finalizar la laberíntica historia temporal que es "¡Absalón, Absalón!" incluyó una 'Cronología' y una 'Genealogía' de los personajes actuantes en la misma. Gracias a estos añadidos se puede seguir el desarrollo de la trama con una cierta mayor facilidad.

A la hora de analizar esta novela no me voy a detener mucho en la enumeración y explicación de los recursos estilísticos que conforman el estilo Faulkner. Para ello os remito a las dos reseñas que hace uno y dos años respectivamente hice de dos de esas siete magníficas novelas a las que he aludido al inicio. Concretamente son los posts que dediqué en 2017 a "Luz de agosto" [] y un año antes a "Mientras agonizo" [ leer reseña aquí ].

Sí quisiera comentar algunos aspectos que han llamado poderosamente mi atención en esta novela. El primero es la construcción que el novelista hace de una historia con ribetes míticos, una historia que como la mayoría de las suyas sitúa en el Sur de los Estados Unidos (" - El Sur -dijo Shreve-; el Sur. ¡Jesús! No me admira que os sobreviváis a vosotros mismos años y años "), en ese territorio inventado del que se declara único dueño y propietario, el Condado de Yoknapatawpha, cuya extensión, lindes, poblaciones y moradores principales de las mismas señala en el mapa explicativo que hizo acompañar a la novela.

En concreto, la historia que la anciana Yoknapatawpha, trasunto del muy real de Lafayette donde el autor se crio. La familia Rosa Coldfield le está relatando a Quentin Compson en 1909 sucedió tiempo atrás, en los años anteriores y posteriores a la guerra de Secesión americana (1861-1865) que dio al traste con la cultura y la manera de entender el mundo que tenían los once estados confederados de los que formaba parte el de Misisipi donde se sitúa el Condado ficticio de Sutpen se inspira, al decir de muchos, en la propia familia del escritor.

Todo en esta novela es de altura épica. Desde el propio título sacado de una cita bíblica (2º libro de Samuel, versículos 19:5) en la que se refiere a Absalón, hijo del rey David que se rebeló contra su padre. El mismísimo Faulkner en carta dirigida a su editor en agosto de 1934 le decía a propósito de la novela que estaba escribiendo: "inexorable, es especialmente de un majestuoso nivel épico el esquema narrativo elegido: un relato a cuatro voces en el que el tiempo cronológico lineal y sucesivo desaparece prácticamente moviéndose al ritmo del recuerdo de lo escuchado y de lo supuesto e imaginado. Y es que los narradores: ... Tengo un título para ella que me gusta, dicho sea de paso, ¡Absalón, Absalón!: La historia de un hombre que quiso tener un hijo a fuerza de orgullo, que tuvo demasiados, y al que sus hijos destruyeron ". También los nombres de algunos personajes como Clite (Clitemnestra) o las alusiones a otros en esas descripciones tan características del escritor (" un aire de Casandra, sin alegría, severa y profundamente profético, totalmente desproporcionado a la edad de aquella misma niña que nunca había sido joven ", escribe refiriéndose a Rosa Coldfield ). Si ya estos dos nombres orientan al lector hacia un crimen que se cometerá de modo Rosa Coldfield, Shreve, Quentin Compson y el padre de este último no conocen la historia en su integridad sino que cada uno por haberla vivido ( Rosa), o haberla escuchado de un narrador testigo (los Compson, padre e hijo) o tras escuchar el relato haberla completado ( Quentin Compson y Shreve) la construyen cual si de un puzle incompleto se tratara, cada uno desde su rincón y conocimiento ( multiperspectivismo).

Añade grados de leyenda épica saber que el padre de Quentin Compson le cuenta a su hijo la historia que conoció de labios de su propio padre, el general Compson, abuelo de Quentin y compañero de armas del Coronel Sartoris. Una historia, pues, transida de oralidad, que llega desde el pasado hasta el momento actual de 1909 a través de primeros y segundos narradores que con sus palabras o la propia escritura quieren salvar del olvido aquello que ocurrió y es merecedor de saberse. En definitiva, una defensa cerrada de la importancia de la narratividad

"Pasa el tiempo, llueve y brilla el sol y llega un día en que nadie recuerda el nombre y lo que dicen esas letras nada importa ya. Quizás por eso, si uno puede dirigirse a alguno, cuanto más extraño mejor, y darle algo, lo que sea: un pliego de papel o cualquier otra cosa que nada signifique por sí misma, aunque ellos no lo lean ni lo guarden, ni se preocupen siquiera por destruirlo o arrojarlo, ya es algo porque ha sucedido y puede ser recordado, pasando de una mano a otra, de una inteligencia a otra " (pág. 113)

La altura épica del relato crece con la laberíntica estructura temporal del relato que sigue el hilo de la conversación o del recuerdo, en lugar de la linealidad de la narración tradicional. En este sentido han llamado poderosísimamente mi atención los anuncios o veladas referencias ( flash forward) a sucesos que vendrán o a objetos y personajes que aparecerán. Con este manejo del tiempo son normales las referencias, siquiera de pasada, a algunos personajes aparecidos en otras novelas del escritor que aquí son actores muy secundarios pero que habitan y contribuyen a la existencia de ese espacio mítico que es el condado de Yoknapatawpha del que el escritor es el único y exclusivo propietario. Un ejemplo es el del juez Benbow de la novela "Santuario" citado al hilo de una de las muchas conjeturas que alguno de los narradores o narratarios lanza; también podría decirse otro tanto de esos dos militares, el general Compson y el Coronel Sartoris, que habitan con papel protagonista en otros relatos del autor sureño.

Lo mítico, lo legendario, lo fabuloso envuelve toda la tragedia que se cierne sobre ese Sur donde nació el escritor y donde transcurre la peripecia de la estirpe Sutpen. Una estirpe cuyo final premonitoriamente se anticipa, se avanza, se imagina, desde las páginas iniciales del relato:

"Aquella mañana dominical de junio de 1833 en que, [Thomas Sutpen] saliendo de un pasado incógnito, penetró a caballo en la ciudad y adquirió aquella propiedad -nadie supo cómo- y construyó su casa, su mansión, sacándola al parecer de la nada, y se casó con Elena Coldfield y engendró a sus dos hijos (el hijo que dejó viuda a su hermana, sin haberse desposado) y prosiguió así su camino hasta llegar a un violento (y justo, como hubiese dicho sin duda la señorita Coldfield) final." (pág. 6)

En este párrafo se puede ver el origen fabuloso del personaje que surge de lo desconocido, su esfuerzo épico patente en la construcción de una mansión sacada de la nada, y la tragedia inevitable -¡y justa!- que se anuncia ya desde el inicio: el posible incesto perceptible en esa hermana que queda viuda por culpa de su hermano sin siquiera haberse casado y la muerte violenta del patriarca. Todo, pues, ya está aquí. Al lector sólo le queda atender a cómo se desarrollaron los hechos. Y este desarrollo es lo que le van a dar, cada uno desde su incompleto conocimiento, los cuatro narradores.

Junto a todo esto y muy en consonancia con el Sur donde se localiza la historia está la importancia que tiene en la historia la raza negra. La negritud, la posible sangre de negro que circule por las venas aunque sea en cantidad ínfima, si tal hecho se da o es plausible, contamina en el imaginario sudista la vida del blanco, del amo, del dueño de la Hacienda y es capaz por sí solo de desatar la tragedia. De ahí el interés máximo por garantizar la limpieza de sangre buscando tener un hijo con quien no esté manchado en absoluto. Elena Coldfield es garantía de esto pero el origen nebuloso de Thomas Sutpen siempre nos dejará en la duda.

Por otra parte la fuerza del sexo, la imposibilidad de escapar al mismo, es elemento importantísimo en esta historia. Un sexo que no se para en barras y que se practica con seres de la raza que sea sin pararse a pensar en consecuencias como las que más arriba he señalado. Un sexo impulsivo, de puro instinto, irracional, animal... Y cuando en esta pulsión sexual se abre paso el amor, el desastre puede aún ser mayor pues en este caso ya nada importa y hasta las leyes más sagradas pueden estar en serio peligro (incesto, homofilia, mestizaje, etc.).

Y como siempre en Faulkner ese Sur opresivo se manifiesta a través del calor, un calor que anula el entendimiento y que puede propiciar las mayores tragedias. Un calor meridional, húmedo, que favorece la inactividad de algunos -la ciudadanía de Jefferson, la ciudad central de la zona- cuya principal ocupación, cual si de un coro de tragedia griega se tratase, es observar, enjuiciar y comentar lo que otros hacen:

"Ahora fueron las mujeres quienes sospecharon lo que quería y cuál sería su próxima decisión. Ni uno solo de los hombres, ni siquiera los que lo llamaban por su nombre, sospecharon que deseaba una esposa " (pág. 33)
"Sólo sé que toda la ciudad, los hombres que se hallaban en la galería de la posada de Holston, vieron a Sutpen y a la comisión cabalgar hasta la plaza " (pág. 38)

Y naturalmente no se puede dejar de lado ese doble universo que constituyen hombres y mujeres cada uno por su lado. Las mujeres en este sur machista y desconsiderado con ellas aparecen como anticipadoras de lo por venir, dotadas de una intuición mágica y creadora. Los hombres por su lado son los instrumentos de la transformación. Sus arrebatos o impulsos propician desgracias pero también sirven para gestar vida en ellas. Ellas se sienten como meros objetos pero en Faulkner son quienes con paciencia y laboriosidad saben esperar su momento o servirse de otros para la venganza. Muchos son los personajes femeninos que pululan por esta historia: las dos hermanas Coldfield (Rosa y Elena), Clite, Judit Sutpen, Emilia Jones, la haitiana madre de Carlos Bon, la cuarterona con la que Sutpen lo tuvo, etc.

Por último quisiera destacar lo claramente que se percibe en esta novela lo que luego sería marca distintiva del llamado boom de la novela sudamericana de los años 60 del siglo pasado. Me refiero al realismo mágico, a esa atmósfera que el autor logra crear introduciendo en la historia lo fantástico, lo fabuloso, la falta de certidumbre, la duda..., elementos que favorecen que la narración ingrese en el terreno de lo incierto, en esa nebulosa en que aquello podría haber sido pero parece en parte imposible que así se diera. Esto es para mí de lo mejor que tiene esta novela

"Era aquel un estío de glicinas. Su aroma impregnaba la media luz crepuscular, junto con el del cigarro que fumaba su padre mientras ambos, terminada ya la cena, esperaban sentados en la galería a que llegase el momento de la partida de Quentin; allá abajo, en la extensa y rústica pradera, las luciérnagas erraban suavemente de un lado a otro: el olor, el vaho que, cinco meses más tarde, llevaría la carta del señor Compson desde el Misisipí, por encima de la interminable nieve férrea de Nueva Inglaterra, hasta el gabinete de Quentin, allá en Harvard. Era también un día de escuchar..., de oír, en 1909, todo aquello que ya sabía, puesto que había nacido en medio de ello y respiraba el mismo aire que había hecho vibrar las campanas de la iglesia aquella mañana de domingo, en 1833, " [...] (pág. 25)

Es una realidad la de "¡Absalón, Absalón!" que se diría irreal, imposible, desaparecida por completo. Una realidad idéntica a la del propio relato que nos intentan contar esos cuatro narradores que no tienen certezas absolutas, que suponen, que piensan hacia dentro de sí mismos en monólogos interiores que se superponen y se mezclan con aquello que están diciendo o escuchando. Unas historias confusas porque la misma realidad que intentan reflejar también lo es: una guerra de liberación de la negritud que dará como resultado unos estados sudistas vencidos en los que negros descalzos son libres a partir de ahora pero sin serlo en absoluto y con unos blancos -esta estirpe de los Sutpen, por ejemplo- que abomina de aquello con lo que ha estado en contacto íntimo y de quien, quizás (la gran palabra de esta novela), proceden.


Datos del libro
Autora: WILLIAM FAULKNER
Título: "¡Absalón, Absalón!"
Nº de páginas: 518 páginas.
Encuadernación: Tapa blanda
Editorial: Verticales De Bolsillo (8 de junio de 2011)
Lengua: CASTELLANO
ISBN-13: 978-8492781201
En papel: 11,40€
Ebook: 9€ Precio:



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