Revista Educación

Abusos

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Abusos

Las reminiscencias del franquismo se mantuvieron demasiado tiempo en la mayoría de los pueblos del interior peninsular, pueblos rudos, extremos en toda su extensión y, por momentos, inmensamente oscuros.

Pese a que mi pueblo tenía fama de ser el "pueblo rojo" de la Guerra Civil, como le seguían llamando muchos de los que añoraban otros tiempos, era un pueblo de misa, rosario, toros y gente de campo. Las medallas de la virgen de oro puro colgaban, también, de los cuellos de aquellos y aquellas que repudiaban la iglesia.

Incluso, pese a que alguno hacía finales de los ochenta, con la extensión de los matrimonios solo civiles, ya renegaba del rito y preguntaba si su hijo podía hacer la comunión por el juzgado, el 99,9 % de los niños y niñas seguíamos la ruta obligada -bautizo, comunión y confirmación- como el que cumple con su escolarización.

A finales de los ochenta poca gente elegía Ética en el colegio o el instituto. Incluso, hubo un padre que preguntó si tenía que comprar a su hijo un caballo para poder cursar la asignatura.

En ese contexto, dos curas daban religión en el instituto, otra anomalía más. Uno era el cura de Manzaneque, el pueblo de al lado, Alfonsito, y el otro no recuerdo ni su nombre, pero llegó para poner en marcha el Seminario Menor.

Al primero se le inyectaban los ojos en sangre cada vez que veía una minifalta. Disfrazado de buenrollismo, se volvía demasiado confianzudo por momentos, un actitud reprochable y suficiente como para que no hubiera vuelto más.

El otro era peor. Te escogía e iba manipulándote poco a poco. Entre reuniones de grupo y demás inventos, lograba que finalmente fueras a confesarte a su despacho, al seminario. Su única obsesión: saber si habías tenido 'pensamientos impuros con chicos', intentando sonsacar cualquier detalle. Era absolutamente vomitivo, acosador, asqueroso, pero nunca dijimos nada. Lo sé porque me pasó, no sé si le pasaría a alguien más, porque eso no se hablaba.

Con el paso del tiempo me di cuenta de lo que significaba ese señor quien, además, tenía a su cargo a un montón de chavales que ingresaban en el Seminario por diversos factores: muchos de ellos, porque sus padres no tenían otra forma de pagarles sus estudios tras el instituto; otros, porque procedían de familias desestructuradas; los menos, por su vocación religiosa.

Hoy, cuando cada vez son más las voces que hablan de los abusos de los curas, no puedo dejar de pensar lo que ese señor podría llegar a hacer viviendo día tras día con esos chicos. Lo que me ocurrió a mí solo una vez es los suficientemente delictivo y asqueroso como para la ley hubiera actuado sobre él, sobre los dos.


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