Acrata Albillo 2012

Da igual el día o la hora en la que pase por allí, siempre la pista está vacía. Recuerdo cuando con apenas 15 años, vi como construían esa pista de baloncesto cerca de un hospital militar, a un puente de distancia de mi casa. Cada día los chavales veíamos las hormigoneras trabajando, como echaban el mallazo y como colocaban unas canastas de tablero trasparente, justo antes de pintar las líneas que delimitaban la pista, separándola de los omnipresentes castaños, tan molestos y peligrosos a veces. En aquellos tiempos las canastas se respetaban, y nadie osaba hacer pintadas allí. Cuando la pista se terminó, los chavales hacíamos cola para poder jugar, ya que siempre los más mayores llegaban antes y nos echaban, aunque todos sabíamos que luego seriamos nosotros los abusones. Cuando seas padre comerás huevos. Daba igual la hora y el día, la pista rebosaba vida, y el sonido del bote del Spalding era una constante, como los chirridos de las suelas. Incluso por la noche, unos focos permitían jugar, lo que en esa zona era un auténtico riesgo vital. Nunca el basket fue lo mío, me gustaba jugar de base, a pesar de mi altura media, ya que mi ídolo era Magic Johnson, y como jugador español, muy de Corbalán. En una ocasión acompañé a dos amigos, ellos “muy buenos jugadores” a una prueba con el viejo CB Tizona, pero solo yo pasé un par de cortes, y en el fondo, creo que nunca me lo perdonaron.

Hoy no queda nada de eso. La pista está llena de castañas con sus cáscaras, ya nadie la limpia antes de jugar. Las canastas siguen siendo las mismas, en perfecto estado, como si no hubiera pasado el tiempo, pero no hay sonido de gritos, de juego, no suenan los Spalding votando sin piedad, como tambores llamando a la batalla. Nadie parece jugar allí ya, los jóvenes viven el mundo a través de sus pantallas, aún persiguiendo pokemons, en vez de retarse en una pista de baloncesto, para emular a los ídolos locales del San Pablo Burgos. Esa pista representa una amable juventud, un tiempo que no volverá, y a mi modo de ver, una muestra de decadencia como sociedad. Ellos me llamarán boomer, me da igual, les reto a cualquiera de ellos a meter más tiros libres que yo. Mientras espero que alguno acepte el reto, les esperaré con esta copa de vino en la mano, mientras con la otra me aprieto las botas Atenas de J’hayber.

Photo by Timo Wagner on Unsplash

El Ácrata Albillo 2012 está elaborado por la Bodega Adrada Ecológica, desde Adrada de Haza, Burgos, y aunque la bodega está dentro de la D.O. Ribera del Duero, este vino sale con la contra de Vino de la Tierra de Castilla León, por la utilización de la uva albillo, ya autorizada en estos momentos. Forma parte de la Colección Ácrata que hace referencia a las cuatro estaciones, siendo la uva albillo la relacionada con la primavera. De la bodega Adrada Ecológica hemos hablado muchas veces en el blog, así que pasaré directamente a este vino. Es un coupage de uvas albillo y pirulés (predominó el pirulés según me contó Jesús Lázaro en esta añada), con una crianza de 15 meses en barrica francesa, con una producción de 1300 botellas, lo cual lo hace muy complicado ya de conseguir. Hace la fermentación alcohólica en barrica, desfangado natural y sin clarificar, utilizando el batonage. Presenta un color dorado de capa media alta, levemente turbio y con algún resto de lías, con destellos acerados. Buena intensidad en nariz, fruta blanca pasada, muy madura, recordándonos a vinos del sur, mentolados, profundo, miel, la madera no se nota. Amable entrada, deliciosa acidez, cremoso, cuerpo medio, equilibrado, en la senda de un vino casi dulce, buena persistencia en boca, sugerente y muy sorprendente. Un vino que plantea serias dudas a la corriente más habitual que indica que los albillos ribereños no tienen capacidad de guarda ni aguantan bien la barrica. Me ha encantado, aunque no será nada fácil volver a encontrarme con él.

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