Revista Asia

Adaptarse o morir

Por Amoreno
Es increíble qué distinta es la vida de un país asiático a otro.
Recuerdo el año aquel que vivía en Vietnam y me vanagloriaba de ir en moto a cualquier parte en Saigón y dejarla aparcada en cualquier sitio y de cualquier manera. Qué tiempos.
Adaptarse o morir
Nada más poner un pie en aquel país vi que allí sin moto no había nada que hacer. Por absurdo que os pueda parecer esto en realidad no queda otra, y el extranjero que llegue y no esté dispuesto a hacerse con una moto la vida le resultará muy complicada, imposible diría yo. La opción del coche queda descartada desde el principio, con el impuesto de importación de vehículos por las nubes y la obligación de llevar varios años de residente en Vietnam antes de poder conducir, tener coche propio supone un sueño inalcanzable. Los taxis son baratos, cierto, pero los atascos que se montan en hora punta son monumentales y la forma lenta de conducir de los taxistas vietnamitas termina con la paciencia de uno rápidamente. El transporte público también es barato pero deja un poco que desear, sólo hay líneas de autobuses que van siempre petados y la red de metro todavía está en fase de planificación. En definitiva, o tienes moto en Vietnam o simplemente no puedes vivir en Vietnam, así de simple.
Adaptarse o morir
Adaptarse o morir
Al llegar, por supuesto que intenté adaptarme lo más rápidamente y me tocó aprender a conducir una motocicleta en una ciudad caótica donde las normas de tráfico parecen simples recomendaciones.
Adaptarse o morir
Acostumbrado a moverme en coche por Madrid, al principio me parecía un engorro tener que coger la moto para ir a cualquier lado (más aún cuando todavía era temporada de lluvias y caían aguaceros al salir del trabajo) pero al tiempo empecé a verle las ventajas y me aficioné a ir en moto. Lo mejor era sin duda poder aparcar en cualquier sitio. Andar se consideraba de pobres y las aceras de Saigón no están hechas para los transeúntes, esa gentuza no tiene derechos, sino para aparcar las motos delante de cada establecimiento.
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Cierto que en algunos centros comerciales existían aparcamientos subterráneos pero lo habitual era aparcar en la calle. Llegabas hasta el señor que controlaba el aparcamiento, le entregabas tu moto y este escribía un número con tiza y te entregaba un papel que luego debías proteger con tu vida si querías volver a recuperarla. El precio por el servicio era irrisorio, 2000đ (6 céntimos de €).
Adaptarse o morir
Adaptarse o morir
Vietnam, qué gran país. El regreso a España fue muy duro, volver a coger el coche y sufrir los atascos de la M30, tener que buscar plazas libres en la zona verde o la zona azul, aparcar con límite de tiempo, ufff... un completo atraso. Venir a Japón tampoco me hizo cambiar de idea de que Vietnam era LO MÁS en transporte por la ciudad... sino que encima parecía peor que España, ya que tener coche implicaba un cúmulo de gastos y problemas: no existen plazas de aparcamiento públicas en la calle, los precios de los aparcamientos privados son prohibitivos y cualquier intento de dejar el coche aparcado fuera del lugar establecido es sancionado duramente. Con la moto pasa casi tres cuartos de lo mismo, no se pueden dejar aparcadas por ahí en cualquier lado.
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Multita al canto, por dejar el coche mal aparcado 10 minutos. 135€ de nada.

La cuestión era de nuevo saber adaptarse, y descubrir que aquí en Japón el rey del transporte es el tren. Todo el mundo en Japón usa la red de metro y de cercanías para moverse en el día a día, ir al trabajo, salir de compras, quedar con los amigos, etc.
Adaptarse o morir
Al principio me costó adaptarme y cada vez que iba a Tokio me tocaba las narices pasar tanto tiempo encerrado en un vagón y hacer mil transbordos hasta llegar al destino, pero lo que peor llevaba sin duda era orientarme en medio de esa maraña imposible de líneas de tren, me parecía más complicado incluso que aprender a montar en moto en Saigón, lo juro. A veces los transbordos entre dos líneas de tren de compañías distintas quedaban lejos y me tocaba salir a la calle y encontrar la entrada a la otra estación, continuamente metía la pata.
Adaptarse o morir
Un día di con el problema: lo estás haciendo mal.
¿Qué necesidad hay de orientarse cuando puedes tener a mano internet en el teléfono móvil? Hasta hace poco debía ser uno de los pocos extranjeros residentes en Japón que antes de ir a Tokio se pasaba media hora estudiando el mapa de metro y líneas JR pensando la mejor combinación para llegar desde casa hasta Shibuya, o Yoyogi, o Shinagawa, ... ¿Has dicho pensar? Esa actitud es del s. XX, en el s. XXI tenemos máquinas que piensan por nosotros. Y además estás en el país más moderno del mundo. Definitivamente lo estás haciendo mal, Alberto. La gente normal usa internet en el móvil y se quita de chorradas. Pero claro, yo no tenía internet en el móvil hasta hace bien poco. Creía que no era necesario, que lo único para lo que serviría sería para arrastrarme a esa espiral de adicción que tienen todos los japoneses que les impide separar la vista de la pantalla del teléfono móvil un segundo... qué gran error, resulta que además de entretenido es útil.
Adaptarse o morir
Y es que si por algo impera esa rigurosa puntualidad en los trenes japoneses no es para chulear frente al resto de países del mundo, sino porque de verdad resulta beneficioso para los ciudadanos si estos saben tomar ventaja del sistema y controlar el horario de trenes a la hora de desplazarse de un lugar a otro de la ciudad. Esto no se hace mirando horarios ni historias, hemos dicho que nada de pensar, se consigue por medio de servicios de información online como Hyperdia, que tienen acceso a todos los horarios de trenes de Japón y son capaces de calcular la mejor ruta entre dos puntos.
Adaptarse o morir

Ayer por la noche, por ejemplo, fui a Tokio Shibuya para cenar con unos amigos. Se trata de viaje de una hora y media desde Tsukuba cogiendo 2 o 3 líneas de tren y haciendo los correspondientes transbordos, habré ido ya con 10 combinaciones distintas lo menos. Para planificar la vuelta a casa, en lugar de ponerme a pensar como hacía otras veces y calcular a qué hora debía estar saliendo como muy tarde del bar para ir con margen de tiempo suficiente, utilicé el servicio online en el teléfono móvil (ahora con conexión a internet, antes andaba con pre-pago). La herramienta me mostró la mejor combinación de horarios de tren calculado al minuto, de esta forma pude llevar al límite el tiempo de estancia con mis amigos en Shibuya sin arriesgarme a perder el último tren a Tsukuba. Decidí seguir la planificación y llegué a Tsukuba exactamente a la hora prevista del último tren, con apenas 3 y 7 minutos de transbordo entre líneas. Realmente impresionante.
Esto me lleva a la siguiente conclusión: en Vietnam sin moto no haces nada, en Japón sin internet en el móvil tampoco. Adaptarse o morir.

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