Anuncio publicado en La Vanguardia en el año 1943
Su ubicación “al ladito de la Caixa” en una calle (Jonqueres, 5) poco amigable para un establecimiento comercial, no supuso obstáculo alguno para un espectacular crecimiento que le llevó a ocupar 4.000 metros cuadrados de un edificio de cinco plantas que con el tiempo se amplió con el inmueble de en frente (donde se instaló el almacén). Esto ocurría en los años 70 y el responsable de tanto éxito era el hijo del fundador de la tienda. En esos buenos tiempos allí trabajaban 150 personas. Últimamente, en cambio, sólo quedaban 25 que hoy mismo han pasado a engrosar las listas de parados en las oficinas del SOC (Servei d’Ocupació de Catalunya).Foto de ayer, 31 de julio, con la tienda ya cerrada
Hace unos días pasé por delante, vi los carteles de liquidación por cierre y pensé que era una pena que la casa de las mantas también sucumbiera a la famosa crisis. En fin, otro establecimiento histórico que vamos a perder y que pronto, cuando pasemos por ahí, habremos olvidado lo que en su día fue. Posiblemente, un nuevo Apple Store, un Zara, un fast food o algo por el estilo ocupará su lugar y legiones de barceloneses acudirán en masa a comprarse lo último en informática, un nuevo modelito de rebajas o se comerán una hamburguesa rica en colesterol.El pasado viernes, 27 de julio, leí en “El País” un articulo estupendo de Ignacio Vidal Folch sobre el fin de “La casa de las mantas” que me hizo pensar en la razón que tiene cuando dice que, en otros tiempos, “una visita a la casa de las mantas era la señal de un cambio vital, de que estabas empezando algo importante que solo quedaba firmado y rubricado con una buena compra de sábanas, mantas...” y sigue preguntándose “¿Cómo ibas a empezar una nueva vida sin una buena manta? Allí te vendían dos por el precio de una.” En mi caso, les diré que eso es cierto y que en la mansión ausente conservamos un par de mantas históricas, adquiridas por mis suegros cuando se casaron allá en los años 60 y que aún utilizamos.
Anuncio publicado en La Vanguardia en 1965
Yo misma acudí a “la casa de las mantas” hace un tiempo cuando nació mi primer hijo y se acercaba el invierno. Necesitaba una buena funda nórdica, bonita y barata porque la economía familiar no estaba para tirar cohetes. En la tienda me atendió una experta en el tema que me hizo mil preguntas sobre la cama receptora de la funda para poderme ofrecer la más adecuada a mis necesidades. Luego, con los datos que le proporcioné, me indicó que la siguiera por un laberinto de pasillos por los que me habría perdido de haber tenido que ir sola y, una vez llegamos al lugar de los nórdicos, me enseñó justo lo que necesitaba. Como dice Ignacio Vidal Folch, ese día descubrí que las dependientas de ese lugar “sabían mejor que uno lo que necesitaba y le preguntaban cosas inverosímiles...”. Pero gracias a ese tercer grado aplicado sobre mi persona me marché a casa justo con lo que quería. Una buena funda, calentita para el invierno, bonita y a buen precio.Con las puertas ya cerradas, los propietarios colgaron este cartel de agradecimiento