Revista Infancia

Adiós al jardín Waldorf… Y ahora en primaria ¿qué?

Por Aguamarina Maribel Jiménez
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La primera vez que pisé la escoleta Waldorf a la que Sunflower ha asistido desde los tres años, sentí que aquel era el lugar en el que podía dejar a mi hija con confianza. Todo el espacio era tan inspirador, tan precioso.

En la charla explicativa, hice varias preguntas con intención sobre cómo acompañaban los ritmos de los niños, sobre cómo resolvían los conflictos (por ejemplo si un niño mordía a otro), y todas las respuestas que obtenía por parte de la directora me convencieron muchísimo.

Salimos de aquella primera visita con una sensación de alivio y de tranquilidad. Tras haber solicitado una plaza en una escuela pública (en la que nunca nos matriculamos) y después de recorrer varios proyectos alternativos, tuvimos entonces muy claro que Sunflower iba a empezar en el jardín Waldorf.

Tres años de Jardín Waldorf en el corazón

Recuerdo su primer día, lo nerviosos y excitados que estábamos todos. S. no había estado nunca con alguien externo (siempre con mamá, papá y algún día los abuelos), así que toda la familia nos teníamos que adaptar a esta separación.

Los dos primeros días del curso, los padres y  madres siempre participan en la jornada ayudando a limpiar y a ordenar toda la escuela, por lo que esos primeros momentos fueron divertidos, de explorar cosas nuevas y de jugar. Ya entonces escogió para su perchero la casita, que ha estado con ella estos años.

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Sin embargo, el día que se quedó sola, nunca lo olvidaré.  Intentó despedirse de nosotros con su carita de valiente, pero enseguida se desmoronó y las lágrimas rodaron por sus mejillas sin parar. Entonces su maestra la recibió amorosamente, cantándole cancioncillas y acogiéndola entre sus brazos.

Oh, cuánto me latía el corazón cuando la fui a recoger al final de aquel día.  Qué momento al encontrarnos.

Y desde entonces S. cada día daba un pasito más, primero muy pegada a las faldas de la maestra, poco a poco abriéndose hacía ese nuevo espacio, trayéndonos a casa ese ritmo que solo se percibe en un jardín waldorf (aquí te expliqué cómo es un día en una escuela de infantil waldorf) con las canciones y su manera de jugar, superando sus propios retos de movimiento y de probar alimentos nuevos, haciendo sus primeras amigas y amigos, y finalmente floreciendo, como ha florecido este último curso en el Jardín.

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Ojalá todas las familias que se plantean ofrecer a sus hijos estos primeros años una educación respetuosa y más conectada, puedan verlo tan claro como lo vimos nosotros. Y puedan tener una experiencia tan positiva como la nuestra.

Han sido tres años llenos, llenísimos de momentos bellos, de encontrarnos con personas (maestras y ayudantes) maravillosas, enamoradas de su trabajo y volcadas en los niños/as. De conocer familias amigas inspiradoras, con las que compartir este crecimiento tan intenso. De aprender sin parar cada día.

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Nos llevamos tantos recuerdos en el corazón, las llegadas cada mañana a la escuela, con saludos amorosos y prisas por dejar los zapatos y ponerse el delantal (si era el día del pan), los momentos de juego en el jardín tras el comedor, esas jornadas especiales como el día de la sopa a principios de otoño, o el día del Farol, ¡o los mercadillos de Navidad!

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Y el taller de manuales con mamás, qué tardes y qué mañanas más bien aprovechadas, cuántos momentos compartidos y aprendizajes.

No tengo más que palabras de gratitud por estos años y de admiración por esta labor,  porque sé bien lo complejo que es trabajar en una escuela con niños y niñas pequeños (que además no tiene subvención de ningún tipo) sin perder el entusiasmo, lo difícil que es resolver bien los conflictos diarios, el estar pendiente de todos y observar sus cambios, mantenerse presente para poder hacerlo y afrontar cada día a padres y madres exigentes (porque los que optamos por este tipo de educación lo somos, y mucho).

Estamos felices de poder decir que han sido tres años de verdadera nutrición para nuestra hija, se va con un bolsito precioso bien lleno de semillas que germinarán algún día. Pero nosotros también nos vamos plenos, satisfechos, con la sensación de haberla dejado en las mejores manos.

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Gracias Laura, Inma, Meritxell, Cecilia, Llucia y Aina por todo lo que habéis aportado a nuestra hija, nunca, nunca lo olvidaremos.

Y sobre todo a Inma, por ser una maestra tan completa, tan cercana, tan amorosa y humana. Que hayas sido la maestra de Sunflower estos tres años ha sido un regalo. Gracias. ¡Tu nineta siempre tendrá un lugar especial en nuestro hogar!

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Y ahora en primaria, ¿qué hacemos?

F. dice que soy una enamorada de la pedagogía Waldorf y no puedo negarlo. En un momento de búsqueda de mí misma importante en el que me encontraba cuando empecé a conocer por dentro la pedagogía Waldorf, encajó tan perfectamente con la mamamorfosis que estaba atravesando, que puedes hacerte una idea mirando el blog lo mucho que he aprendido de ella.

Entonces una escuela waldorf de primaria era sin duda la primera opción.

¿Qué ocurrió?

El proyecto Waldorf de primaria en Mallorca (te hablé de esta escuela aquí) está en Palma, y vivimos casi a 40 km de distancia.

Podríamos bajar cada día en coche, sí, como muchas familias hacen para ir a otros colegios privados, y en un primer momento estuvimos de acuerdo en hacerlo, pero finalmente el destino obró y llegó otro proyecto alternativo mucho más cerca de casa que ha sido finalmente el que hemos elegido.

No es una escuela Waldorf propiamente dicha, en sus inicios fue una iniciativa amiga de la red de escuelas waldorf de España, con lo que nace muy inspirada en ella (de hecho la estética es muy parecida) pero se fundamenta en la pedagogía holística, que en pocas palabras es una educación consciente, humana y ecológica. 

Ha sido una decisión muy difícil, que nos ha quitado el sueño muchas noches pero finalmente estamos tranquilos y tenemos de nuevo esa sensación de confianza en que es el sitio adecuado para nuestra hija.

Ella está contenta con el cambio.  Además va a ir con una amiga y sin duda sabemos que el momento de transición más difícil lo vivió a los tres años, ahora ya puede hacerse una idea de a dónde va y cómo va a ser. Y lo espera con ganas.

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Así que estos días solo nos queda prepararnos para el rito de paso del Jardín a la primera clase. Pronto te cuento cómo nos estamos preparando.

Y ahora cuéntame tú:

¿Has vivido con alguno de tus hijos el final de la etapa de infantil? ¿Cómo te sentiste?
¿Tuvisteis que cambiar de centro? ¿Qué tal fue?

Uno recuerda con aprecio a sus maestros brillantes, pero con gratitud a aquellos que tocaron nuestros sentimientos. – Carl G. Jung

Aguamarina

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