Adiós, Cípele

El poster de ‘La amiga’ y la foto de una cena con Tato, entre los recuerdos preciados de Cipe.

La noticia de la muerte de Cipe Lincovsky evocó en quien suscribe el recuerdo de dos personajes que dan cuenta de la versatilidad de esta actriz en general asociada con el teatro, con el drama, incluso con la danza antes que con el cine, la televisión, la comedia. El primero: la Raquel Kessler que interpretó en La amiga, película de Jeanine Meerapfel, con Liv Ullmann, que nuestras salas estrenaron en abril de 1989. El segundo: la periodista alemana que encarnó en octubre de 1992 para un episodio de El misterio de la Argentina, mini-serie acoplada al programa La Argentina de Tato.

“Mirá, Cípele, el talento está bien pero hay que ser útil en la vida”. A tono con este mandato paterno, la actriz siempre participó de proyectos con sustancia política e histórica.

Las dos obras mencionadas son elocuentes en este sentido. Mientras la película de Meerapfel describe el sufrimiento que la dictadura de 1976-1983 provocó a fuerza de censura, persecución, destierro y/o desaparición, el célebre programa de Tato Bores pronostica la extinción de nuestro país a merced del menemismo.

A través de Raquel y de la periodista alemana, Cipe contribuye a contar nuestro pasado reciente. Conmueve profundamente cuando encarna a la mejor amiga de una mujer de barrio que deviene en Madre de Plaza de Mayo. Divierte con la misma intensidad cuando entrevista con tonito condescendiente al antropólogo Helmut Strasse.

El repaso de estas piezas en el transcurso de una misma tarde nos devuelve a la mejor Lincovsky, es decir, a la actriz libre del marco de solemnidad que le impusieron quienes machacan con la interpretación del célebre poema atribuido a Bertolt Brecht y con la sociedad artística conformada con Jorge Donn y Maurice Béjart.