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Adolescencia

Publicado el 16 junio 2012 por Dolega @blogdedolega

Hicup, Deko, Kady
Quiero dedicar este post a todas los padres y madres de hijos adolescentes, porque en mis vueltas por los blogs amigos veo que algunos están pasando por esa terrible etapa de la vida de los padres.

Quiero dejar constancia explícita, que hablo exclusivamente desde mi experiencia y en ningún momento pretendo ser un referente para nadie.

Simplemente relato mi experiencia por si le sirve a alguien de alivio momentáneo para no sentirse solo en esta travesía del desierto.

La adolescencia de la niña, apenas la sentimos. Se centró en llorar sin sentido y estar eufórica sin ningún tipo de horario así que la cosa resultó incluso divertida. Pero como el Karma es el Karma, la vida nos tenía reservada la adolescencia del niño.

Empiezo por decir que el Niño fue el niño perfecto. Notas de todo sobresalientes, educado, simpático, cariñoso, el mimado del colegio porque según todo el mundo desde el Director a la cuidadora del comedor era perfecto. Jamás hubo que reñirle fuerte, mucho menos darle un azote ó un capón, nunca.

Así transcurrió nuestra vida plácida hasta los doce y medio ó trece años de la criatura. A partir de ese momento le pasó lo que a los Pokemon, mutó.

GENGAR

 

De la noche a la mañana nos encontramos con un ser totalmente extraño que lanzaba puertas por cualquier motivo, chillaba como un energúmeno y sobre todo, estaba todo el día encabronado con el mundo.

Por supuesto los estudios dejaron de ser, no su prioridad no, ni siquiera una actividad digna de dedicarle ni un minuto al día. La música cuanto más soez y machacona mejor y por supuesto a unos decibelios que hubieran hecho las delicias de la banda sonora del mismísimo infierno.

La actitud de desplantes y reto permanente a su padre y a mí fue el pan nuestro de cada día a partir de ese momento.

Así empezó un calvario que es difícil de explicar.

Pasas de vivir preocupada por las actividades extraescolares, la logística de tu casa y el equilibrio de tu presupuesto a estar permanentemente enfrentada a un cabrito que se dedica las 24 horas al día a ver cómo te amarga la existencia, qué es lo que puede hacer para exasperarte y sacarte de tus casillas. Y la cosa empieza a enrarecerse en tu casa y los reproches entre nosotros se suceden a diario.

-claro si le hubieras castigado el otro día cuando llegó a las 11 en vez de a las 10 como era su hora….

-Porque eso pasa porque le consientes todo lo que le da la gana

Y mientras tanto él, haciendo de las suyas.

Y te empiezan a llamar del colegio, que qué le pasa al niño, que con lo majo que ha sido siempre, que a ver si va a ser problemas de drogas. Que la mitad de los días llega tarde.

Y las madres de hijos perfectos según ellas, compañeros del tuyo te empiezan a decir que claro, que las compañías, que ya se sabe, que hay que atarlos cortos y que el tuyo “no es por nada, pero….”

Y tú te sientes en el centro de un tornado del que no puedes salir y al que tampoco le encuentras las instrucciones para desactivar.

Y en casa las palabras más repetidas son “correccional”, ”prisión” y “yonki”.

Y llegas a trabajar y lo llamas y allí está en casa dormido como un ceporro y otro día que no va a clase y te entran ganas de irte para casa e inflarlo a bofetadas.

Y el caso es que hay días que, aunque sea por unos segundos, reconoces al hijo que ha sido siempre, al niño que ha desaparecido detrás de una indumentaria que ha generado miles de peleas.

Y te pasas la vida negociando estupideces para que la convivencia no llegue a niveles insoportables.

Y las idas y venidas del trabajo se convierten en repasos infinitos de todas las cosas que has hecho para educarlo, para inculcarle tus valores, para hacer de él una persona honesta, responsable y te preguntas una y otra vez qué coños es lo que has hecho mal y repartes las culpas entre el padre y tú pero no sabes exactamente qué porcentaje darle a cada uno ó a ninguno.

Y sientes que lo que más quieres en este mundo se te va de las manos y se autodestruye sin que tú puedas hacer nada por evitarlo.

Y pruebas por las buenas y por las malas y mediopensionista, ignorándolo, negociando, apoyándolo…

Y las personas que ya han pasado por este torbellino te dicen:

-Es duro pero ya verás que sale. Donde hay madera, al final sale barco.

Y tú dices que no, que los otros sí, pero que el tuyo acabará debajo de un puente como una piltrafa humana porque no hay manera de hacer carrera de él.

Y te animan:

-Acuérdate del mío, cuando salió un día a las fiestas del pueblo y a los tres días, después de buscarlo ya por los hospitales nos llamó desde Francia, que se había ido a pintar vagones de tren con un colega. Acuérdate que a su padre casi le da un infarto y se lo tuve que quitar cuando fuimos a buscarlo a la estación. Que si lo coge lo mata a palos.

Ether NYC Train *Robbed*

Y tú

-Sí, pero míralo ahora terminando sus estudios de Ingeniería y más majo que las pesetas, pero es que el tuyo ha sido un buen chico desde siempre. El mío también, pero el mío no sale seguro ya verás, ese se queda en el camino. Y lloras.

Y viene otra que ya es veterana

-Que no, que tienes que aguantar, que ya verás que poco a poco va pasando, que el chico lo que está haciendo es tirar ídolos y vosotros sois sus ídolos así que tiene que hacerlos añicos.

Acuérdate de la mía en la boda de su hermana en Nueva York cuando se nos presentó en la iglesia disfrazada de Morticia, la de los Adams, pero en sexy con aquella especie de camisón largo negro con tirantes y aquellas botas militares desabrochadas y con los cordones arrastrando y aquellos pelos largos y aquella pinta de espectro con los labios negros. Recuerdo que casi termino en el hospital cuando la vi llegar, y el cura que no se podía concentrar en la ceremonia porque estaba todo el rato como temiendo que a la imbécil de la niña, la cabeza le empezara a dar vueltas como a la del exorcista. Y yo machacándome la cabeza, pensando dónde había logrado esconder semejante indumentaria en la maleta.

Adolescencia

Y yo

-Ya pero mírala ahora felizmente casada y haciendo la residencia en cardiología y es que ella siempre fue un cielo de niña, el mío también pero este no sale ya lo verás.

Y después de miles de malos ratos, millones de anécdotas y experiencia para escribir el “Manual de supervivencia en la guerra de guerrillas” resulta que sí, que es cierto que se sale.

Porque poco a poco el Pokemon va volviendo a su ser y empieza a volverte a dar besos sin más y puedes volver a hablar con él sin discutir a los 10 segundos y le vuelve la responsabilidad y vuelve a estudiar y se echa novia y termina los estudios y se encuentra él solito el curro y aprende a hablar “spanchi” para hablar con el restaurante chino y te sientes infinitamente orgullosa de él y le ves a su padre la admiración en los ojos cuando lo mira.

Y entonces te encuentras con alguna amiga que está pasando por lo mismo que tú hace años y que dice lo mismo que tú hace años.

-Sí, si no dudo que el tuyo sí, pero el mío no, el mío termina en un correccional porque ese chico se torció. No sabemos cuándo, pero se torció.

Y le dices que sí, que ya verás. Que donde hay madera, al final sale barco. Que se pasa fatal pero que se sale. Tú aguanta firme.

Y ella te cuenta la última cafrada que ha hecho el maldito niño de los huevos y llora y tú para animarla, te pones a desgranar las mil y una del tuyo.

Y al cabo de los años cuando te llama toda orgullosa para decirte que el 21 de este mes viene a Madrid al acto de graduación en la Universidad porque el niño termina los estudios, sonríes y piensas:

Donde hay madera, al final sale barco.

 


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