Revista Psicología

Adolescencia y provocación

Por Clotilde Sarrió Arnandis @Gestalt_VLC

No hace mucho, navegando por la red de redes, me topé con una fotografía —la misma que ilustra este artículo— que me conmocionó profundamente. Invito al lector a que antes de seguir leyendo, contemple la imagen durante unos segundos y compruebe si al mirar la expresión de la niña que sostiene un cigarrillo en la mano, percibe en su mirada el mismo desafío que a mí me hizo estremecer al imaginar cual sería su reacción si me atreviera a recriminarla por la improcedencia de adoptar una pose tan adulta a su corta edad.

Adolescencia y provocación, Terapia Gestalt Valencia - Clotilde Sarrió

¡Que complicada es la adolescencia!

«¿No sería mejor fingir que no me he dado cuenta y dejar que la niña fume el cigarrillo si es lo que quiere; al fin y a la postre no es mi hija ni tampoco algo de mi incumbencia», pensé con recelo para que pasara de largo una responsabilidad que no me apetecía asumir, no por falta de convicción sobre la improcedencia de que la adolescente fumara sino por miedo a su reacción si llegaba a amonestarla.

Sin embargo, aunque la situación no fuera real y sólo estuviera elucubrando ante una fotografía, me incomodaba que la adolescente me mirara de un modo tan turbador: fijamente a los ojos, provocativamente y aparentemente con ganas –o tal vez la necesidad– de que me acercara a ella para reprobar su actitud.

Mi experiencia en el manejo del comportamiento en la adolescencia, me ha enseñado que en esta etapa del desarrollo se manifiesta una gran habilidad para el desafío, la seducción y también para alardear de una fingida valentía mientras el/la adolescente disimula su miedo ante las críticas que pueda recibir de sus mayores, unos reproches ante los que simulará una provocativa indiferencia que en realidad interiorizará con una ansiedad encubierta con poses de adulto tan falsas como su apática desgana por todo.

Adolescencia: entre el reto, el tanteo y la seguridad

Cuando se producen estas situaciones de reto y de tanteo por parte del adolescente, lo que en realidad pretenden estos jóvenes inexpertos es analizar cada situación, cada gesto del otro, cada dato procedente del ambiente y prever la reacción del adulto, así como evaluar que límites deberá respetar y cuales no podrá traspasar sin que suponga un peligro para él o para ella. Tal vez en este caso, la niña del cigarrillo sólo esté experimentando o recreándose en la fantasía de ser –o sentirse– mujer por un instante mientras en un recoveco de su subconsciente, la niña que aun no ha dejado de ser querrá sentir la seguridad que percibía cuando jugaba con sus muñecas.

Avanzando con las hipotéticas elucubraciones desencadenadas por la contemplación de una simple fotografía, profundizo aun más en mi abstracción e intento adivinar cuales serán los pensamientos que ocupen la mente de esta adolescente al, tal vez no saber si permanecer en la seguridad de la infancia o bien sumergirse en las procelosas aguas de la madurez.

En mi esfuerzo por descubrir cual podría ser la demanda real de la niña, hago un ejercicio de introspección, viajo hacia atrás en el tiempo e intento visualizarme en la etapa de mi adolescencia cuando mi rebeldía no era más que una oposición por sistema a cualquier disposición que me impusieran los adultos, y recuerdo, como si los años no hubieran transcurrido, que cada vez que recurría esta táctica de resistencia lo hacía por dos contundentes razones: no tenía claro lo que sentía y no sabía que quería.

Es entonces cuando, regresando de nuevo a mi presente, concluyo que, independientemente de la inevitable evolución inherente al progreso de la humanidad, hay algo que no diferencia a un adolescente de la Grecia clásica (por poner un ejemplo) de otro del siglo XXI. Ese algo es el desconcierto interior, la sensación de no ser comprendido, la inseguridad y el miedo propio de una etapa de transición que desencadena respuestas de negativismo y actitudes de provocación

En el fondo, no pasan de ser un lenguaje de signos y de palabras con las que el adolescente se defiende distanciándose del adulto, aparentemente para buscar su autonomía, cuando en realidad, inconscientemente, lo único que necesita es afianzar la seguridad de la infancia que está a punto de perder conforme se consolida su madurez.

¡Que complicada es la adolescencia!

Clotilde Sarrió – Terapia Gestalt Valencia

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