Revista Educación

Adolorido

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Del partido de mi debut en la tercera división del fútbol regional apenas recuerdo nada, sin embargo tengo mucho más vívido lo que pasó apenas dos horas antes. Lo que ocurrió fue un accidente de tráfico que hoy rememoro con nostalgia. Mi padre conducía un Cuatro Latas propiedad del club de luchas que tantos años presidió, a su lado iba el que les escribe malhumorado porque llegaba tarde al estadio y detrás mi hermano, que no sé en qué se entretenía.

A la altura del Peñón del Indiano, cuando el camino se bifurcaba, hacia Tomaren o Masdache, el coche seguía recto, directo a las parras de un arenado que esperaban dos metros más abajo. Advertí que mi padre no giraba y grité. Giró, derrapamos y volcamos de medio lado. Algo muy pesado me cayó encima; era mi padre. Mi hermano voló en el sillón trasero hasta estamparse con uno de los laterales del coche (nadie llevaba cinto de seguridad). En este punto nos recuerdo saliendo por la puerta del conductor, que había quedado mirando al cielo, comprobando que estábamos enteros y recibiendo la ayuda de un taxista que pasó para poner el Renault 4 de nuevo en pie. Lo hicimos y sin pausa seguimos la marcha; supongo que todos magullados, pero ninguno refirió dolor alguno.

Adolorido

También era blanco y ni un rasguño le advertimos

Medio renqueante de un hombro salté al césped del antiguo Avendaño Porrúa de Lanzarote para tratar de ganar al Tenisca con medio tiempo por delante. No sé qué hice sobre el campo, si me enteré o no, mas luego nos contó mi madre que tras el partido el míster señaló a la radio insular que si yo hubiese metido un gol tras una jugada interesante que hube de hacer él “habría tenido un orgasmo deportivo”; así de tremendo era quien se atrevió a remover un vestuario plagado de veteranos con un puñado de juveniles ilusionados. Ilusión del espíritu que en mi caso aquel día goleó de calle al cuerpo ‘adolorido’.


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