Revista 100% Verde

África y el último que decide

Por Cooliflower

Los ingenieros de mundos repartieron los roles después de plantar césped en los montes, gastar una fortuna en rellenar océanos y pintar el cielo de azul (iba a ser magenta, pero había excedentes de cian. El color original se guardó para atardeceres románticos). Llevaban algo de prisa; se habían dejado llevar con el Amazonas y Madagascar.

Empezaron por el hemisferio norte, bastante más soso que el sur. “Enriquezcamos las vidas de estos blancuchos”, pensaron. “Démosles mejores papeles. Se nos fue la mano con la gaita, la música folk y los culos de carpeta, pobrecillos…”.
La población hizo cola, guardando la vez. Hubo retrasos; En Grecia e Italia surgieron problemas con los revendedores de roles. En España les robaron hasta el cobre de las brochas. Llevó su tiempo. Una vez finalizado el reparto, nada sencillo, fueron al hemisferio sur, la zona más verde y divertida, con las pocas vacantes disponibles. A la mayoría se le asignó el rol de figurante fibroso. Los ingenieros de mundos debían marcharse a Ganímedes en un cuarto de hora, así que repartieron al azar lo que quedaba y así resultó: hubo sicópatas erigidos presidentes, y numerosos criminales burócratas que pronto hicieron buenas migas con sus homólogos-mongólogos norteños.


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