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Ágape se paga, de William Gaddis

Publicado el 13 febrero 2012 por José Angel Barrueco
Ágape se paga, de William Gaddis
La obra de William Gaddis era una de mis lecturas pendientes. En los últimos años no era fácil encontrar sus libros. Sexto Piso va a reeditar toda su obra, que no abarca demasiados títulos. Empezaron con Ágape se paga. Decidí leerlo el mes pasado, aprovechando la edición de Gótico carpintero en Sexto Piso y el volumen ¡Despidan a esos desgraciados! en Alpha Decay (otro día hablaré del mismo), en el que Jack Green ataca a quienes criticaron Los reconocimientos sin haberla leíd.
A cualquier lector de Beckett y de Bernhard (como yo, por ejemplo) le encantará este texto. Una novela breve e inclasificable en la que el narrador une el titubeo y la verborrea propios de los personajes estáticos de Beckett con el ansia de fustigar al mundo de los libros de Bernhard. A veces se vulneran los signos de puntuación para ofrecernos un torrente de voz, una conciencia que fluye sin pausa y agrede a la tecnología que trata de suplir al hombre. La edición incorpora un prólogo de Rodrigo Fresán y un postfacio de Joseph Tabbi. Estoy deseando leer otros libros de Gaddis, de quien os dejo dos extractos:
Locura, todo es locura, la locura que quiso escapar de ese yo que es su prisión, míralo, mírame, la piel como papel higiénico manchurrones que florecen a diario sangre derramada hace una semana y esta maldita pierna acorazada, los pulmones perforados y lo que sucede más abajo no es cosa de nadie ni siquiera veo nada al otro extremo de la habitación todo esto es un desastre de arriba abajo, una prisión como ésta de la que hay que salir y salir como quien apaga una vela, yo, yo no puedo, no yo, no puedo. Purgatorio todo es purgatorio de cabo a rabo, catarsis de principio a fin.
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Lo cierto es que he caído en el olvido, me he quedado en un estante con los muertos, los blancos muertos en el programa académico de turno, mis premios se han olvidado porque hoy todo el mundo da premios a ese rebaño supino que anda ahí fuera a la espera de que alguien algo lo que sea le dé entretenimiento, que ocio ya tiene, e intente educarlos como hicieron los que compraron los rollos de música para piano de la casa Educator que les enseñaba a tocar con las manos no, que pasaron derechos a descubrir su talento insospechado tocando con los pies, ahí está Flaubert, eso es, “Todo el sueño de la democracia”, dice, “consiste en elevar al proletariado al mismo nivel de estupidez alcanzado por la burguesía”.
[Traducción de Miguel Martínez-Lage]

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