Revista Cine

Ajami, de Scandar Copti y Yaron Shani (2009)

Publicado el 06 marzo 2010 por Babel

Ajami, de Scandar Copti y Yaron Shani (2009)Ajami es otra de las nominadas al Oscar como mejor película en lengua no inglesa, no estrenada en las salas comerciales de nuestro país, pero que tuvimos ocasión de ver en Valencia en la última Mostra de Cinema Mediterrani , celebrada el pasado otoño. Como quiera que la crítica, a medida que pasan los días, está elevando la categoría del film a uno de los mejores realizados en Israel en la presente década, y antes de que pueda (posibilidad, la hay) resultar elegida por la Academia norteamericana (el año pasado no le dieron ese Oscar a Israel y este año nominan otra producción del país…), quiero dejar mi opinión libre del posible resultado de la gala que se celebra esta noche. Ajami es una película dirigida conjuntamente por un israelí y un palestino, Scandar Copti y Yaron Shani, que trata de poner sobre la mesa la realidad de la convivencia de ambas culturas y reflejar las dos perspectivas del conflicto árabe-israelí. Ajami es el nombre de un distrito de Tel Aviv en el que los musulmanes viven en extrema pobreza mientras resulta una de las zonas más atractivas para la clase media judía al estar situado cerca del mar. Para los musulmanes, la violencia, la desesperanza y la lucha por la supervivencia está al orden del día. La película narra desde diferentes perspectivas y niveles temporales la historia de cinco destinos que conviven y chocan constantemente en Ajami. Los directores Copti (palestino de Jaffa) y Shani (judío israelí) nos muestran su particular visión a través de estas historias. Rodada con actores no profesionales, a modo de documental y mediante movimientos atrás y adelante en el tiempo, la película resulta una mezcla del estilo Gomorra en cuanto a lenguaje narrativo con una postproducción a lo Pulp Fiction, donde el espectador debe ir encajando las piezas que se le ofrecen para componer el resultado final de la historia. A través de los ojos de varios personajes somos testigos de la casi imposible situación de convivencia en este lugar del planeta donde llevan más de dos mil años matándose por un trozo de tierra. Nasri, de 13 años, dibuja su cómic mientras nos narra las peripecias de su familia, que vive constantemente en peligro desde que su hermano Omar se enfrentó al clan prominente del barrio. El ingenuo joven trabaja ilegalmente en Israel para ayudar a financiar la operación que necesita su madre, mientras su destino se cruza con el del rico palestino Binj, quien sueña con un brillante futuro que consiste en mantener una casa junto a la playa al lado de su novia de origen judío. Por otra parte, Dando, un policía judío esta obsesionado en encontrar a su hermano desaparecido. La fragilidad trágica de la existencia humana se experimenta en la cerrada comunidad de Ajami, donde los que son enemigos están obligados a convivir como vecinos. Probablemente no exista un lugar que exprese mejor el dramático choque de mundos y culturas diferentes: esta es la Babel de nuestro presente, un lugar donde la vida está en permanente estado de emergencia, y Ajami representa una realidad única de ambas culturas, judía y palestina. Ajami, de Scandar Copti y Yaron Shani (2009)

Cabe, sin embargo, hacer el ejercicio de separar qué es la película como cine propiamente dicho, del mensaje, en este caso explícito, de carácter político que subraya el producto. En cuanto a su carácter de film, se trata de thriller dramático muy pegado a la realidad, en el que las escenas no están ordenadas cronológicamente, encontrado saltos en el tiempo entre pasado, presente y futuro. La película se divide en capítulos y está organizada a modo de rompecabezas, en el que cada capítulo es una pequeña historia o la continuación de una iniciada anteriormente. La técnica le confiere emoción porque el público tiene que adivinar como combinar estas piezas. Humor, grave y sombrío recorren las secuencias, todas envueltas en una extraña atmósfera que nos hace estar en permanente estado de alerta y que suele desembocar en fatalismo cuando lo cómico se atora en la garganta al ser conscientes de que lo narrado en realidad está sucediendo cada día. El que los actores no sean profesionales le confiere naturalidad, lo mismo que el hecho de estar rodada cámara en mano, a pesar de las dos horas de duración, que dan la sensación de ser dos guiones entremezclados a la hora del montaje, con algunas escenas –cabe decirlo- no muy bien resueltas. Interesante, se deja ver, aunque en realidad no pasaría de ser una película del montón a no ser por el mensaje y la situación concreta que describe. No hay que olvidar que el film no solo ha pasado convenientemente la censura israelí (que la ha, además, financiado) sino que ha sido elegida por la academia judía para representarla. Es curioso cómo los sectores más progresistas no ven, o no quieren ver, cierto trasfondo que emana de forma evidente, en aras de la convivencia pacífica y cómo se subyuga el resultado a la falsa hermandad que evoca el hecho de contar con una co-dirección en la que se incluye a un palestino. Los palestinos de la película no son solo gente muy pobre, o muy vinculados a sus creencias y tradiciones (de las que hacen depender su día a día). Son retratados como personas a las que no les importa traficar con droga para obtener dinero (en este caso justificado por un fin lícito, cómo no!), que están al margen de la ley del estado, que cuentan con sus propios tribunales y que se organizan en ghetos. Por otro lado, el único pecado atribuido a los judíos es el del deseo de construir su casa junto a la playa, pero en medio del barrio palestino. Los protagonistas judíos representan una causa justa (busca a su hermano desaparecido y sospecha -con razón- que son los árabes quienes lo han secuestrado) y su personaje es un honrado y despechado oficial de policía que pretende justicia. Todo ello atenuado por una conmovedora historia de amor imposible entre un joven musulmán y una bella camarera, cómo no, judía. Si los sectores más radicales solo conseguían el rechazo occidental a su política despótica respecto al pueblo árabe en la zona, quizás los más progresistas estén logrando que no veamos con tan malos ojos el constante agravio sobre la población palestina en Israel. Y es que en el mundo ya no hay buenos y malos, invasores o invadidos, explotadores o explotados. Ahora el atropello descarado se solapa en nombre de la tolerancia mientras el celebro se nos llena con la vaselina de la presumible convivencia. Yes, they can!

[http://www.youtube.com/watch?v=9nA9zoM5rYE&w=560&h=380&hd=1]


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