Revista Ciencia

Albert Abrams, el "Maestro de charlatanes del siglo XX"

Publicado el 22 julio 2010 por Suso
En la letra del famoso tango de 1934 "Cambalache", se describe el siglo XX como "un despliegue de maldad insolente", una acertada reflexión con la que, desde luego, estoy completamente de acuerdo. No en vano, durante aquellos cien años, multitud de aspirantes acumularon suficientes méritos como para que sus nombres pasaran a la historia junto al título de "Maestro de charlatanes". Pero entre todos ellos, destaca un tal Albert Abrams (fotografía de la derecha), considerado por la Asociación Médica Americana (AMA) como el candidato que más claramente merece ser recordado con este incómodo estigma, lo que me lleva a pensar que debió tratarse de un individuo... único. Eso sí, entiéndase único con la mayor carga peyorativa que se le pueda atribuir...

Albert Abrams nació el 8 de diciembre de 1863 en San Francisco, California. Con tan sólo 19 años, acabó la carrera de Medicina en la Universidad de Heidelberg, aunque algunas fuentes consultadas afirman que falsificó su título. En cualquier caso, con menos de 30 años ya era presidente de la Sociedad Médica de California, llegando a ser profesor de patología en el Colegio Médico Cooper y presidente de la Sociedad Médico Quirúrgica de San Francisco. Si de por sí, ya es un Currículum impresionante para cualquiera, ¡¡qué podríamos decir si perteneciera a alguien que, realmente, hubiera falsificado su
doctorado!!
Los hechos que le llevaron a ser considerado "Maestro de charlatanes del siglo XX", tuvieron su origen, aproximadamente en 1900. Abrams había comenzado a desarrollar el concepto matriz en torno al cual se vertebró su posterior fraude global, y que se conoce con el nombre de Radiónica. La premisa básica de su propuesta era la siguiente: todas las partes del cuerpo emiten impulsos eléctricos con diferentes frecuencias, que varían con la salud y la enfermedad. Es decir, en el interior del cuerpo de cualquier persona se moverán ciertas frecuencias de energía, las cuales, gracias al empleo de determinados dispositivos eléctricos, pueden detectarse, sintonizarse y ser convertidas en valores numéricos. Comparando los datos obtenidos con los parámetros contenidos en ciertas tablas radiónicas, se podría afirmar si el paciente sometido a estudio está sano o enfermo.
Una tabla radiónica. En la columna de la izquierda, se distinguen los nombres de varias enfermedades como tuberculosis, malaria, difteria o tétano. En el resto de columnas se encuentran los valores de comparación entre personas sana o enfermas.
Estos aparatos, en un principio, sólo permitían realizar diagnósticos, pero Abrams tardó poco en darse cuenta de que el auténtico negocio estaba en el desarrollo de equipos capaces de curar. Así que, sin desviarse de la premisa del párrafo anterior, diseñó, fabricó, patentó y, sobre todo, comercializó una amplia gama de dispositivos que podríamos llamar de segunda generación, ya que no sólo eran capaces de identificar cualquier tipo de enfermedad conocida de la época, sino que acababan con la dolencia "mediante la aplicación de las ondas apropiadas para contrarrestar las frecuencias discordantes".
Abrams en una demostración de prueba de diagnóstico con el Dynomizer.

Eso sí, donde pone aplicación de ondas apropiadas, podéis sustituirlo por aplicación de descargas eléctricas, ya que Abrams estaba convencido de que los electrones eran el elemento básico de la vida, y no perdió ni un minuto en aprovecharse de los avances tecnológicos que el siglo XX estaba poniendo al servicio de la humanidad, sobre todo de laelectricidad, incorporándola de inmediato a sus dispositivos radiónicos, de los que llegó a desarrollar hasta un total de trece diferentes. Abrams bautizó su... descubrimiento, con el nombre de ERA (Electronic Reactions of Abrams, Reacciones Electrónicas de Abrams).

El primero de ellos, y ante el cual merece la pena detenerse un segundo, fue el conocido como Dynomizer, un artilugio similar a una radio (por entonces, una cautivadora novedad, lo que contribuyó a aumentar su encanto...), con la que Abrams afirmaba que podría identificar cualquier enfermedad conocida mediante una sola gota de sangre del paciente. Animado por el éxito obtenido de su engaño, el farsante se fue envalentonando, y comenzó a emitir diagnósticos sobre muestras de sangre seca que le enviaban por correo, cabellos o una muestra de su escritura a mano. El colmo de la audacia se produjo cuando comenzó a llevar a cabo esta práctica médica a través de la vía telefónica. Pero es que el colmo de la desfachatez lo alcanzó al afirmar que sólo con dicha conversación telefónica, y gracias al Dynomizer,podía determinar características de la personalidad del paciente como la religión que profesaba, su hándicap de golf, el sexo, la edad, su ubicación actual o la fecha en la que esa persona iba a morir. Delirante...

De izquierda a derecha, arriba, Hemovitameter y Electron-O-Ray.
Abajo, Osciloclasto y Radioclasto. Cuatro dispositivos ERA.
Pero es que hay quien nace con estrella y quien lo hace estrellado. Y no me cabe duda de que Abrams era de los primeros: un artículo publicado en la (al parecer) prestigiosa revista médica de la época Lancet, elogiaba la revolucionaria contribución a la medicina de la Radiónica, y varios médicos de renombre avalaron la teoría. Este golpe de suerte supuso el espaldarazo definitivo a la ERA, y un número cada vez mayor de seguidores abrazaron la teoría, aceptándola casi como dogma.

Así las cosas, en 1918, era posible alquilar equipos de ERA por 200 dólares. Al principio, Abrams alquilaba sus máquinas a médicos que quisieran abrir una franquicia donde curar con su sistema. Posteriormente se amplió la concesión de licencias a enfermeros. Al final, una vez millonario, alquilaba sus dispositivos a cualquiera que pudiera pagarlos. En 1921, ya existían unas 3.500 franquicias, sólo en EE.UU., que utilizaban la tecnología ERA. Eso sí, el arrendatario tenía que firmar un contrato en el que se comprometía a no abrir nunca el dispositivo ya que, según Abrams, si se abría se podían distorsionar los delicados ajustes. La realidad era otra bien distinta: servía para evitar que alguien examinara el interior y descubriera el fraude.
Dispositivo de ERA llamado Reflexófono.
Contenido del Reflexófono: un circuito de cables conectados a luces y zumbadores.
En 1923, un hombre mayor a quien le habían diagnosticado cáncer de estómago inoperable, se hizo atender por un profesional de ERA. Tras aplicarle el tratamiento radiónico, fue declarado completamente curado. El hombre murió un mes más tarde. El escándalo provocado por este fallecimiento, forzó a la AMA a tomar cartas en el asunto. Se encargó una investigación independiente del posible fraude a la revista Scientific American. La publicación estaba interesada en el tema debido a que varios lectores habían escrito cartas a la redacción diciendo que las máquinas revolucionarias de Abrams eran uno de los grandes inventos del siglo, y que era necesario que la revista se hiciera eco de ellas.
Scientific American reunió un equipo de investigadores, quienes trabajaron con un socio anónimo de Abrams, a quien se le dio el seudónimo Doctor X. Los investigadores le hicieron llegar seis frascos con agentes patógenos desconocidos para que los identificara mediante dispositivos ERA. El Doctor X se equivocó con el contenido de los seis frascos. Cuando le comunicaron el resultado, examinó los frascos, y señaló que posiblemente los instrumentos se habían confundido con las vibraciones de las etiquetas escritas con tinta roja. Los investigadores le proporcionaron seis nuevos frascos, con etiquetas menos ofensivas. El Doctor X volvió a errar en los seis diagnósticos...
Imagen de Albert Abrams con uno de sus dispositivos, en 1921.

Simultáneamente a la investigación de la revista, un miembro de la AMA envió una muestra de sangre a un médico que trabajaba con las máquinas de Abrams. El diagnóstico fue que el paciente padecía malaria, diabetes, sífilis y cáncer. En realidad la sangre provenía... ¡¡de un gallo!!. Muestras idénticas se enviaron a otros médicos de Abrams, obteniéndose respuestas similares, por lo que varios de ellos fueron acusados de fraude. En el proceso abierto en Jonesboro(Arkansas), el propio Abrams fue citado como testigo. No pudo asistir a la vista, porque, paradójicamente, falleció a causade una neumonía mal diagnosticada en 1924.


Tras su muerte, la revista
Scientific American publicó en septiembre de 1924 un artículo titulado "Nuestro veredicto sobre Abrams: se descubre que las reacciones electrónicas de Abrams y la medicina electrónica en general son completamente inútiles", que pretendía desmontar el fraude, y en el que se podía leer el siguiente extracto: “Las así llamadas Reacciones Electrónicas de Abrams no existen, salvo en la imaginación de quienes las aplican, y no tienen validez alguna. En cuanto al tratamiento con Osciloclaster, que pretende restaurar en el enfermo las condiciones electromagnéticas apropiadas, carece de cualquier valor terapéutico. Toda la técnica electrónica de Abrams, en sus numerosas variantes, no merece el menor interés. En el mejor de los casos, es una ilusión; en el peor, un colosal fraude”.

A día de hoy, se sabe que la ERA contradice principios básicos de la biología y la física, y que no existe ninguna base científica para los campos de energía que propone. El funcionamiento de sus dispositivos se puede describir como mágico, ya que ni los propios campos ni sus efectos terapéuticos han podido ser demostrados. Ningún aparato radiónico ha sido encontrado eficaz en el diagnóstico o tratamiento de ninguna enfermedad, y la AMA no reconoce ningún uso médico legítimo para ninguno de estos dispositivos, lo que no ha impedido que sigan existiendo seguidores que defienden la veracidad de la ERA y, por supuesto, incautos dispuestos a dejarse estafar por un diagnóstico... Apropiándome de la frase que Ramón emplea en su post dedicado a Albert Abrams, "es más difícil acabar con la estupidez que con las cucarachas..."
Por cierto, no me gustaría olvidarme de publicar que, en el momento de su muerte, Abrams era inmensamente rico...


Fuentes: wikipedia (esta y esta), Un barco más grande y Albert Abrams (sitio ofical, en inglés)

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