Revista Expatriados

Alejandro en la India (1)

Por Tiburciosamsa
Alejandro en la India (1) 
Para la primavera del 330 Alejandro Magno, había conquistado el núcleo original del Imperio Aqueménida, las ciudades de Susa, Persépolis y Ectabana. Para afianzar sus conquistas lo que ahora necesitaba era capturar o eliminar al último rey legítimo persa, Darío III. Se trataba de evitar que pudiera en el futuro liderar una revuelta persa contra los invasores macedonios. Darío III era para entonces prácticamente un prisionero de Besso, el sátrapa de Bactria, que además era pariente suyo y tenía pretensiones al trono. A la postre Besso decidió que Darío era un estorbo, lo ejecutó y se proclamó rey.
Alejandro estimó que Besso era una amenaza mayor que Darío. La Sogdiana  y la Bactria podían poner en pie a importantes ejércitos de caballería de gran calidad. Además Besso se había revelado como un general más decidido y con mayor carácter que Darío. Alejandro podía pensar que mientras Besso anduviese enredando, no podía considerar seguras las fronteras orientales de su imperio. Desde este punto de vista, continuar la campaña militar, aunque ya controlaba las regiones más desarrolladas y ricas del Imperio Aqueménida, tenía sentido.
También tenía sentido en términos legitimistas. Circuló el rumor de que Alejandro había llegado a encontrarse con Darío agonizante y éste en sus últimas palabras le habría legado la corona. Esto es lo que cuenta Plutarco. Lo malo es que a Plutarco le importaba más la moraleja que la verdad histórica y no siempre distinguía entre hechos verosímiles y habladurías. Más probable es lo que dice Arriano: que cuando Alejandro llegó, Darío estaba como bastante muerto. No obstante, es posible que ya entonces circulase el rumor de que efectivamente el encuentro de Alejandro con el Darío agonizante había ocurrido, para reforzar la posición de aquél. Alejandro tuvo el buen sentido de hacer que enterraran a Darío con las pompas reales. Así subrayó la idea de que él era su sucesor y Besso un mero usurpador al que había que aniquilar.
Los meses siguientes Alejandro los pasó combatiendo en las provincias orientales del Imperio Aqueménida. Besso no consiguió mantener la lealtad de sus hombres. A medida que se retiraba ante el avance de Alejandro, se fueron produciendo deserciones en sus filas. Finalmente, un señor sogdiano, Spitamenes, traicionó a Besso y le entregó a Alejandro en junio de 329. Las fuentes no dejan claro cuál fue la motivación de Spitamenes.
Las fuentes antiguas se centran sobre todo en las campañas militares y en las hazañas de Alejandro. En cambio tratan los acontecimientos políticos de manera más superficial. Así no es posible determinar porqué Alejandro no llegó a encontrar un acomodo con Spitamenes y, en cambio, se metió en una campaña que duró un año para someter la Sogdiana y la Bactria y que fue tal vez la más dura de las que combatió.
Para mediados del 327, una vez sometidas la Sogdiana y la Bactria, Alejandro ya podía decir que había conquistado todas las tierras que alguna vez pertenecieron a los aqueménidas. Lo lógico habría sido consolidar la frontera oriental, regresar a Susa o a Babilonia y empezar a organizar el imperio recién adquirido. En lugar de eso, Alejandro se propuso conquistar la India, una tierra que nunca había pertenecido al Imperio Aqueménida. ¿Por qué meterse en esa empresa después de tantos años de guerrear sin cesar? Se han aducido muchos posibles motivos. Por un lado, la curiosidad. La India era un continente desconocido para los griegos. Lo poco que sabían de ella lo habían aprendido durante las campañas de Alejandro y todo hablaba de una tierra rica y fascinante. Por otro, la megalomanía, la necesidad de ser más que Darío I el Grande y llegar a conquistar tierras que él nunca llegó a dominar. Finalmente, un conocimiento defectuoso de la geografía. Los griegos pensaban que el océano que rodeaba el mundo empezaba más o menos en la Bahía de Bengala, allá donde el Ganges desemboca. Además creían que la distancia entre el Indo y el Ganges era menor de lo que realmente es. Así pues, Alejandro pudo pensar que no resultaría demasiado difícil alcanzar el océano y darle a su imperio una frontera segura por el lado del oriente.
Para preparar la campaña que debería llevarle al Indo y más allá, Alejandro pasó los últimos meses de 327 y los primeros de 326 sometiendo a las tribus de las montañas del oeste de Afghanistán y del norte de Pakistán. Fue una campaña dura, que algún autor moderno ha llegado a calificar de genocida. No obstante, leyendo a los autores antiguos uno no encuentra que Alejandro se comportase con mucha más crueldad que cualquier otro general de la Antigüedad. De hecho siempre estaba dispuesto a aceptar con magnanimidad la rendición de los enemigos y a incorporar a sus soldados a su propio ejército.
Para la primavera del 326 las tribus montañesas habían sido sometidas y Alejandro prosiguió hacia el Indo, que atravesó mediante pontones sin mayor incidente. Más allá del Indo, la principal ciudad era Taxila. Su rey, Ambhi, acogió a Alejandro como a un amigo. También en esa ciudad los abisares, que vivían en las montañas, le rindieron pleitesía, así como otros pueblos cercanos. Uno que no fue a someterse fue Poro. Al aliarse con Taxila, con la que éste estaba enfrentado, Alejandro se había ganado su enemistad.
Poro condujo a su ejército a orillas del Hidaspes, para impedir que Alejandro cruzase el río. Según Quinto Curcio Rufo, el ejército de Poro lo componían 85 elefantes, 300 carros y 30.000 infantes, de los que una buena parte serían arqueros. Según las distintas fuentes, la caballería tendría entre 2.000 y 4.000 hombres. El ejército de Alejandro ascendería a unos 40.000 hombres, de los que al menos 5.000 provenían de sus aliados indios.
En esa estación del año el Hidaspes baja muy crecido debido al deshielo. Alejandro entendió que cruzar el río frente a un enemigo preparado sería imposible. Así pues, ideó una estratagema para despistar a Poro: comenzó a desplazar a su Ejército ribera arriba, ribera abajo, como si no se decidiese a cruzar el río. También dio indicios de que en realidad estaba esperando a que llegase el invierno y disminuyese el caudal del río para atravesarlo. Finalmente Poro terminó por bajar la guardia y dejó de alarmarse cada vez que se oía ruido en el campo griego.
Alejandro consiguió cruzar el río sin oposición una noche. Cuando Poro lo supo, no quiso prestar crédito. Pensó que sería una simple avanzadilla y mandó un pequeño destacamento de 2.000 jinetes y 120 carros, según Ptolomeo, para pararlos. Los macedonios los derrotaron con facilidad. Entonces Poro se dio cuenta de que tenía un marrón entre las manos: río arriba Alejandro había cruzado el río con el grueso de las tropas y río abajo, aún estaba Crátero con algunos contingentes y ganas de pasar al otro lado. Poro destacó algunas tropas para que frenaran a Crátero si trataba de cruzar el río y se dirigió con lo fundamental de las tropas contra Alejandro, que era la amenaza principal.
Poro colocó a sus elefantes en primera línea. Tras ellos y también en los espacios entre los elefantes, la infantería. Protegiendo los flancos, primero los carros y detrás de ellos la caballería. Poro disponía de más soldados que Alejandro y también confiaba en el efecto de hoque de sus elefantes.
Alejandro disponía de más caballería que Poro. El ejército de Alejandro funcionaba como un yunque y un martillo. Los hoplitas eran el yunque y su misión principal en las batallas era aguantar la acometida del enemigo. La caballería era el martillo y era ella la que daba el golpe mortal al enemigo. Pero, para triunfar, la caballería necesitaba que la infantería aguantase.
Alejandro abrió la batalla lanzando a sus arqueros montados, que desorganizaron el ala izquierda de Poro. A continuación Alejandro con lo más selecto de la caballería macedonia cayó sobre el ala izquierda. La caballería del ala derecha de Poro intentó atacar el flanco desprotegido de Alejandro. Alejandro había previsto esa posibilidad: uno de sus generales, Ceno, tenía órdenes de marcar a la caballería india. Cuando Ceno vio el movimiento de los indios, cargó contra ellos, cayendo sobre su espalda. Los indios intentaron dividirse para luchar en ambos frentes, pero Alejandro giró a sus jinetes y cargó contra ellos. Aquello fue demasiado para los indios, que fueron a refugiarse entre sus propios elefantes.
Los elefantes indios avanzaron y salvaron momentáneamente la situación, mostrando lo sabio que es poner un elefante en tu vida. Siempre estará ahí para sacarte de un apuro. Los macedonios empezaron a tomar como objetivo a los conductores de los elefantes, que fueron descontrolándose al no haber quién los guiase. La única fuerza que ya le quedaba a Poro sin desorganizar era la infantería, pero los indios, sin armaduras ni grandes escudos, no eran enemigos para las falanges macedonias.
Alejandro quedó impresionado con el valor demostrado por Poro en la batalla y lo convirtió en su aliado. Dejó a su confidente y amante Hefestión junto a Poro para ayudarle a someter a sus enemigos y a organizar los asuntos de una provincia que preveía que sería un eslabón clave entre el Imperio Aqueménida que había conquistado y las provincias que aún esperaba conquistar hasta el océano.

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