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Alfonso Carrillo, el arzobispo de Toledo que casó a los Reyes Católicos

Por Manu Perez @revistadehisto

Alfonso Carrillo nace en Carrascosa del Campo (Cuenca) en 1410. Fue el tercer hijo de Lope Vázquez de Acuña, portugués, máximo responsable de la Mesta, y de Teresa Carrillo de Albornoz. Su abuelo fue un caballero portugués que vino a Castilla al servicio de Juan I. Su tío materno fue el cardenal Alonso Carrillo de Albornoz, con quien viajó a Bolonia en 1423 para estudiar, conociendo allí al papa Eugenio IV.

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Alfonso Carrillo, el arzobispo de Toledo que casó a los Reyes Católicos

Gracias a su tío, su carrera eclesiástica se desarrolla de forma exitosa y recibe del propio pontífice la renta para poder seguir estudiando. Se suma a su corte en 1432 durante la legación de su tío en Castilla y es nombrado protonotario apostólico de Eugenio IV en el Consejo Real, reinando Juan II.

En 1436 Juan II de Castilla solicita al pontífice el nombramiento de Carrillo como obispo de Sigüenza al morir su tío. Estaba emparentado con Álvaro de Luna, con quien tenía una estrecha relación, y participó en la vida política secundando a Álvaro de Luna. Intervino en la primera batalla de Olmedo de 1445 al lado de Álvaro, donde demostró su carácter belicoso.

Juan II recompensó a Carrillo por sus servicios concediéndole el arzobispado de Toledo el 10 de octubre de 1446, título que mantendrá hasta su muerte en 1482. A pesar de ostentar un cargo religioso, su influencia política y militar en los reinados de Juan II y de Enrique IV fue importante. A partir de la ejecución del favorito de Juan II, Álvaro de Luna, apoyará a su sobrino Juan Pacheco como favorito del nuevo rey Enrique IV.

La forma de actuar de Carrillo no fue tan descaradamente intrigante como lo fue la de Pacheco en el reinado de Enrique IV, pero sí que se movió de una posición a otra dependiendo de su conveniencia. Su antigua relación con los infantes de Aragón siguió teniendo alguna influencia dentro de su motivación política.

Cuando volvió de Italia pronunció un discurso en el que expresaba su deseo de lograr la unión de Castilla y Aragón, el mismo sueño que tenía Juan II de Aragón, con quien mantuvo una estrecha amistad.

A partir de 1462, cuando Enrique IV se aleja de su favorito Pacheco y nombra a Beltrán de la Cueva como nuevo hombre de confianza recomendado por Mendoza, Carrillo se enfada con el rey y reúne a la nobleza rebelde para formar la Liga de Tudela, acaudillada por Juan de Aragón, aunque seguía controlando el Consejo Real de Juan II junto con Pacheco y Fonseca.

A parte de la liga, Carrillo estaba dentro del círculo de intelectuales de su tiempo, donde había numerosos judeoconversos. En 1464 organiza el Pacto de Cabezón, junto con Pacheco y Pedro Girón, para liberar a los infantes Alfonso e Isabel (hermanastros de Enrique IV) del poder del monarca como primer paso para acabar con el trono de Enrique IV.

En 1465 participa activamente en la farsa de Ávila proclamando a Alfonso rey de Castilla, lo que da lugar a la situación de guerra civil entre Enrique IV y la nobleza, que apoyaba al nuevo rey Alfonso.

En 1468, al fallecer Alfonso, pretende que Isabel sea la reina, aunque ella rechaza la corona porque reconoce a Enrique como rey legítimo, considerándose la princesa heredera. Carrillo no comparte la reacción de Isabel, pero la acompaña en la reunión del pacto de los Toros de Guisando, donde se firman varios acuerdos entre Enrique IV y su hermanastra Isabel.

Su sobrino el marqués de Villena, Juan Pacheco, vuelve al lado de Enrique IV, esta vez actuando con mayor autoridad y tomando decisiones por su cuenta sin consultar con el rey.

Decide Pacheco casar a Isabel con Alfonso V de Portugal, para lo que la encierra en la fortaleza de Ocaña. Mientras tanto, Carrillo empieza a preparar el matrimonio de Isabel con el príncipe Fernando de Aragón, lo que justifica la visita al padre de este, Juan II de Aragón.

Organiza, junto con Pierres de Peralta, los preparativos de la boda, una vez confirmada y acordada por Juan II, quien necesitaba tener como aliada a Castilla para su guerra contra Francia.

El hombre de confianza de Juan II de Aragón fue Pierres de Peralta, condestable de Navarra y consuegro de Carrillo. Además de Carrillo y Peralta colaboraron, por parte de Castilla, Gutierre de Cárdenas y Alfonso de Palencia, lo que permitió que Isabel pudiera escapar de la fortaleza de Ocaña donde estaba custodiada por las fuerzas de Pacheco.

Isabel se refugia en su villa natal de Madrigal de las Altas Torres. Enrique IV y Pacheco estaban viajando por Andalucía para sofocar los levantamientos de la nobleza rebelde cuando se enteran de la fuga de Isabel y ordenan detenerla.

Carrillo envía trescientas lanzas a Madrigal para que la trasladen a Valladolid, donde iba a acudir el príncipe Fernando tras atravesar la frontera de Aragón y Castilla.  Las fuerzas de Mendoza vigilaban la zona para que no pasaran los aragoneses, pero Fernando, disfrazado de mozo de mulas, pudo pasar la frontera y llegó a Valladolid.

Se celebra la boda con la bula de dispensa falsificada por Carrillo, ya que el papa no podía emitirla por existir otra, solicitada por Enrique IV para la boda anunciada con Alfonso V de Portugal. A pesar de que Carrillo se mostraba totalmente implicado en la lucha por colocar a Isabel y a Fernando en el trono de Castilla, pronto surgen desavenencias con la pareja y se aleja de Isabel y de Fernando.

A partir de 1474, al morir Enrique IV y ocupar el poder Isabel y Fernando, chocarán sus intereses rápidamente ya que Carrillo no aceptaba el tratamiento autoritario de los Reyes. La idea de Carrillo era que él manejaría el reino en nombre de los Reyes, pero resultó que Isabel y Fernando tenían un concepto de la monarquía en la que Carrillo no podía imponerse, lo que chocaba contra su voluntad.

En 1473 decide definitivamente abandonar el apoyo a los Reyes tras la llegada del legado papal Rodrigo Borja y la entrega del capelo cardenalicio a Pedro González de Mendoza, su rival directo. Carrillo vio cómo se le iba de las manos ese puesto que tanto deseaba y sintió un profundo malestar.

En 1475, aunque fue el árbitro, junto con Mendoza, de la Concordia de Segovia, desaparece ya de la corte. Isabel intenta visitar a Carrillo para tratar de consolarle y que vuelva a la corte, incluso viajando hasta Alcalá de Henares, pero Carrillo no quiso siquiera recibirla.

Para Isabel y Fernando, Carrillo había sido una persona clave que les sacó de una muy difícil situación y que les había ayudado para subir al trono de Castilla, por lo que habían contraído una gran deuda con él y querían tenerle al lado de la corona como una de las personas más importantes del reino.

El carácter de Carrillo fue tan arrogante y duro que no aceptó el ofrecimiento de los Reyes, quejándose del maltrato recibido y haciendo comentarios como el de que él hizo todo lo posible para que fueran reyes pero que les quitaría el reino para que la reina tuviera que volver a hilar con la rueca. Decide apoyar ahora la causa de Juana la Beltraneja y se pone al lado de Alfonso V de Portugal. Organiza la boda del rey portugués con la princesa Juana en Plasencia y se proclaman reyes de Castilla. Las tropas de Alfonso V de Portugal entran en Castilla y toman Toro, Zamora y otras localidades hasta Burgos.

Comienza la guerra de sucesión con la intervención de Portugal, aliado de la nobleza rebelde que apoyaba a Juana la Beltraneja. Carrillo encabeza la nobleza rebelde. Su amigo Juan II de Aragón pide a Carrillo que suspenda la guerra, pero no hizo caso. El resultado fue que en 1476 las fuerzas isabelinas, comandadas por Fernando y Mendoza, derrotan a los portugueses en Toro.

Carrillo tuvo que solicitar el perdón de los Reyes, que se lo conceden. Aunque los portugueses perdieron la guerra, continuaron algunos focos rebeldes en la zona fronteriza y en 1479 Portugal vuelve a intentar invadir Castilla. Carrillo vuelve nuevamente a apoyar a Alfonso V ofreciendo sus fortalezas, como la de Talavera de la Reina. Portugal vuelve a perder la guerra y esta vez definitivamente.

Carrillo fue sometido y obligado a dejar todas sus fortalezas a favor de las guarniciones reales, a cambio de continuar como arzobispo de Toledo. A partir de entonces Carrillo pasó los últimos años de su vida en Alcalá de Henares dedicándose a la práctica de la alquimia. Muere semipreso en su palacio arzobispal de Alcalá de Henares el 1 de julio de 1482.

Autor: Yutaka Suzuki para revistadehistoria.es

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Bibliografía:

El artículo forma parte del libro Personajes del siglo xv, Origenes del imperio español del autor Yutaka Suzuki.

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