Revista Cultura y Ocio

Algunos escritos de Rommel

Por Joaquintoledo

Algunos escritos de Rommel

Erwin Rommel

Para entender la creación del Afrika Korps y el porqué este grupo de lucha alemán fue tan popular durante la guerra en el desierto y la II Guerra Mundial, tal vez deberíamos dejarlo en las propias palabras de su máximo dirigente: Erwin Rommel. Extraída de las páginas de la obra Así fue la Segunda Guerra Mundial, la cual asimismo se basó en The Rommel Papers (a cargo de Basil Liddell Hart, editor Collins), este gran militar alemán nos explica de puño y letra como fue que llegó al frente del desierto, donde su nombre se haría inmortal, así como también, sus primeras órdenes que llevó a cabo en dichos lares:

“A primeros de febrero de 1941 un oficial del Mando Supremo del Führer me comunicó que debería interrumpir mi permiso y presentarme inmediatamente al Feldmariscal von Brauchitsch y al mismo Führer. El 6 de febrero, el Feldmariscal von Brauchitsch me confió una nueva misión. Dada la situación terriblemente crítica de nuestros aliados italianos, era preciso mandar a Libia, en su ayuda, dos divisiones alemanas, una ligera y otra acorazada. Se me había designado para ocupar el mando de este Cuerpo Expedicionario, con la orden de trasladarme lo más pronto posible a África al fin de adquirir un conocimiento directo del terreno. Mis primeras tropas llegarían a mediados de febrero; el traslado de la división ligera terminaría hacia la mitad de abril, y el de la División Acorazada 15, a fines de mayo. Condición sine qua non para la concesión de esta ayuda era que el Gobierno italiano se comprometiera a organizar la defensa de Tripolitania en la zona del golfo de Sirte, a lo largo de una línea que se extendía al sur de Buerat el-Hsun, a fin de asegurar el espacio necesario para el empleo de la Luftwaffe y renunciando con ello a su plan anterior que se limitaba al mantenimiento de la línea de defensa de Trípoli. Las fuerzas motorizadas italianas en el Norte de África debían ponerse a mis órdenes, en tanto que yo estaría bajo la dependencia del mariscal Graziani. Por la tarde me presenté al Führer, quién me hizo una exposición detallada de la situación en África y me informó que me habían recomendado como el hombre que mejor sabría adaptarse a las condiciones, totalmente distintas, de aquel teatro de operaciones. El ayudante de campo del Führer, teniente coronel Schmundt, me acompañaría en mis primeros reconocimientos. Se me aconsejó que empezara por concentrar las tropas alemanas en torno a Trípoli, de modo que pudieran entrar en acción conjuntamente. Por la noche, el Führer me enseñó unos cuantos diarios ilustrados ingleses y americanos que describían el avance del general Wavell en Cirenaica; el detalle más interesante que ponían de relieve era la perfecta coordinación que existía entre las fuerzas acorazadas de Tierra, la Aviación y la Marina”.
A continuación, extraeremos de la misma obra, una carta escrita por Rommel a su esposa, fechada el 6 de febrero de 1941.
“Queridísima Lu:
Aterrizado en Staaken a las 12:45. He estado con el Ob. d. H. (comandante en jefe del Ejército), quien  me ha asignado una nueva misión, y después con el F. (Führer). Los acontecimientos apremian. Mi equipaje está llegando aquí. Puedo llevarme conmigo el mínimo indispensable. Quizá logre hacerme expedir pronto el resto. Es inútil que te diga que me da vueltas la cabeza por todo lo que se ha de hacer. Serán necesarios algunos meses para que todo se concrete. Como ves, se ha acortado de nuevo “nuestro permiso”. No te entristezcas, no se podía hacer otra cosa. Esta nueva empresa es muy importante”.
El 7 de febrero Rommel volvía a escribir a su querida esposa:
“Esta noche he consultado con la almohada mi nueva misión. Será una manera como cualquier otra de curarme el reumatismo. Tengo mucho que hacer para reunir todo cuanto me hace falta en las pocas horas de que dispongo”.
Se debe notar que aún en esas cartas íntimas, Rommel, si bien suponía donde podría llevarse a cabo su próxima encomienda, prefería no dar detalles al respecto por que todo tenía carácter secreto. Sin embargo, a pesar de que se le nota algo triste por la separación física con su mujer, que ya preveía, iba a ser prolongada, se puede percibir cierto entusiasmo en él. El mismo Erwin continúa con su relato:
“El día 11 de febrero por la mañana me presenté al general Guzzoni, segundo jefe del Estado Mayor, en Roma, donde el plan de trasladar la defensa de Tripolitana al golfo de Sirte fue aceptado sin condiciones. Se dieron también instrucciones al general Roatta, jefe de Estado Mayor del ejército italiano, para que me acompañase a Libia. Por la tarde me acerqué en avión a Catania, donde encontré al general Geisller, que estaba al mando del X Fliegerkorps de la Luftwaffe. Las noticias más recientes de África eran bastante inquietantes. Las tropas de Wavell habían tomado Bengasi, destruyendo la última división acorazada italiana al sur de la ciudad, y se disponían a avanzar sobre Tripolitania. Lo cierto es que muy difícilmente opondrían los italianos una resistencia eficaz. Y no sería nada extraño que en unos días las vanguardias del Ejército inglés alcanzaran los alrededores de Trípoli. Puesto que la primera división alemana en África no estaría completa hasta mediados de abril, su ayuda llegaría demasiado tarde si el enemigo continuaba su avance; por lo tanto, si queríamos detener a los ingleses era necesario pasar inmediatamente a la ofensiva.
Por esta razón le pedí al general Geissler que ordenase, para aquella misma noche, una incursión aérea, sobre el puerto de Bengasi y que a la mañana siguiente enviase los bombarderos al ataque de las columnas inglesas al oeste de la ciudad. Al principio Geissler no quiso saber nada del asunto; era evidente que los italianos les habían pedido que, en lo posible, respetara Bengasi, pues numerosos oficiales y funcionarios italianos tenían allí casas de su propiedad. Eso me impacientó y por ello, aquella misma noche, el coronel Schmundt se puso en comunicación con el Mando Supremo del Führer y recibió la autorización para actuar. Pocas horas después despegaron los primeros bombarderos para cumplir su misión, cuyo objetivo era interceptar los abastecimientos ingleses en Bengasi. A la mañana siguiente-12 de febrero-despegamos de Catania y fuimos directamente a Trípoli, para un reconocimiento in situ. Mientas sobrevolábamos el Mediterráneo, a baja cota, encontramos numerosas escuadrillas de Junkers que volvían de allí; probablemente se trataba de aparatos que ya por entonces abastecían a las fuerzas aéreas alemanas en África. Hacia mediodía aterrizamos en Castel Benito, al sur de la ciudad. El subteniente Heggenreiner, que era el oficial de enlace del general alemán en Roma (llamado von Rintelen) con el Mando Supremo italiano en África del Norte, nos anunció, al recibirnos, que el mariscal Graziani había dejado el Mando Supremo, comunicando las directivas al general Gariboldi, comandante del Ejército 5. Heggenreiner me describió brevemente el orden de batalla de las fuerzas italianas en África y me habló de algunos desagradables incidentes que se habían producido durante la retirada, o, mejor dicho, durante la derrota en que se transformó aquel repliegue.
Hacia las 13 me encontré con el general Gariboldi y le puse al corriente de mi misión. Mostró escaso entusiasmo por la intención de establecer la defensa en la Sirte. Yo, con ayuda de un mapa, le expliqué en líneas general mi plan de defensa de Tripolitania, cuyos puntos esenciales eran: no retroceder ya ni un solo paso, poderoso apoyo de la Luftwaffe y volcar en la defensa del sector sírtico-por Sirte-todos los hombres libres, incluyendo, apenas hubiesen desembarcado, los primeros contingentes alemanes. Estaba convencido de que si los ingleses no encontraban resistencia, lo más probable era que continuasen su avance, mientras que si se percataban de que habían de empeñarse en otra batalla, no atacarían-como hubiera sido su deseo-, sino que se verían forzados a esperar refuerzos. Deseaba poder aprovechar el tiempo ganado de esta forma organizando nuestras tropas, de modo que fuesen lo bastante fuertes para resistir el asalto enemigo. Gariboldi alimentaba muchas dudas sobre todo lo que le había expuesto. Estaba profundamente descorazonado por la derrota y me aconsejó que, en primer lugar, diese una ojeada a la zona de la Sirte, pues suponía que yo, como acababa de llegar, no tendría una idea precisa de las dificultades de este teatro de operaciones. No necesitaré mucho tiempo para conocer el país-concluí-. Realizaré un vuelo de reconocimiento esta misma tarde y esta noche informaré al Mando Supremo. En vista de la tensa situación y de la indolencia del Mando Italiano, yo había ya decidido no atenerme a las primeras instrucciones, según las cuales debía limitar mi acción al control del sector, sino que procuraría asumir el mando del frente en cuanto me fuera posible; lo más tarde tras la llegada de las primeras tropas alemanas. El general von Rintelen, a quien había insinuado mis intenciones durante la conversación sostenida en Roma, me lo había desaconsejado, pues, según él, era el modo más seguro de perder honor y reputación”.
Rommel continúa: “Por la tarde, el coronel Schmundt y yo, a bordo de nuestro He-111, sobrevolamos el territorio libio. Después de haber inspeccionado los trabajos de fortificación y los profundos fosos contra-carros al este de Trípoli, se presentó ante nuestra vista una franja arenosa que, a juzgar por su aspecto, parecía un terreno difícil para el movimiento de vehículos, tanto si eran de ruedas como de cadenas, y que por ello constituía un excelente obstáculo natural ante Trípoli. El vuelo continuó sobre la zona de colinas entre Tarhuna y Homs, tampoco muy apta, por lo que vimos, para los movimientos de las fuerzas motorizadas; en cambio parecía indicadísimo para ello el llano uniforme entre Homs y Misurata. La vía Balbia serpenteaba como una cinta negra a través del paisaje desolado, en el que, hasta perderse de vista, no se vislumbraban árboles ni malezas. Dejamos a nuestras espaldas Buerat el-Hsun, fortín en el desierto con un par de cabañas alrededor y una pista de aterrizaje, y finalmente volamos sobre las blancas casas de Sirte, donde divisamos las posiciones italianas al este y al sudeste de la población. Cuando por la noche me entrevisté con el general Gariboldi para referirle los resultados del reconocimiento, ya había llegado el general Roatta, portador del las nuevas directrices del Duce. En lo sucesivo ningún obstáculo se opondría a la ejecución de mi plan. Al día siguiente, el Cuerpo de Ejército x italiano, formado por las Divisiones Brescia y Pavia, recibió la orden de avanzar hacia Sirte y Buerat el-Hsun y guarnecer la línea defensiva. Le seguía la División Ariete, que por entonces sólo disponía de 60 carros de combate de modelo anticuado (eran demasiado ligeros y años atrás se habían utilizado en la persecución de los indígenas en Abisinia), la cual debía establecerse al oeste de Buerat el-Hsun. Por el momento eran las únicas fuerzas que podíamos reunir. Y aún así su traslado representó una gran complicación para el Mando Supremo, pues los italianos no tenían suficientes aviones de transporte y la carretera de Trípoli a Buerat el-Hsun tenía una longitud de más de 400 km.
No podíamos esperar, por lo tanto, que las divisiones italianas llegasen rápidamente a la línea de fuego; lo que significaba que la única fuerza inmediatamente disponible para detener al enemigo eran-además de la débil guarnición italiana situada en Sirte-los aparatos de nuestra Luftwaffe. En consecuencia, pedí a su comandante en África, el general Frölich, que asumiese esta misión, después de haber convencido de su fundamental importancia para el futuro del teatro de operaciones africano; en tanto que el comandante del X Fliegerkorps de la Luftwaffe quedó encargado de proporcionar el apoyo necesario. Con los limitados medios de que disponían, de día y de noche, hicieron cuanto les fue posible para ayudarnos a salir de la difícil situación. Y lograron su objetivo, pues las tropas de Wavell se detuvieron en El-Agheila”.
Como veremos desde el punto de vista de la historiografía británica, el avance fue detenido en este último punto citado, viniendo por orden expresa de Churchill y no por presión de los aviones del Eje, el cual si bien no se niega, existió, no fue el factor determinante para que se tomase tal decisión. Rommel prosigue entonces:
“Pocos días después me trasladé en avión a Sirte para inspeccionar las unidades italianas situadas en las líneas defensivas. En su totalidad, eran, aproximadamente un regimiento, bajo el inmejorable mando del coronel Grati y el comandante Santamaria. Esta unidad constituía la única fuerza que podíamos oponer en aquel momento a los ingleses, y de ahí nuestra comprensible inquietud ante la situación. El resto de las tropas se encontraban hacia el oeste, a más de 320 km de distancia”.
Aquí también nos percatamos que ni bien Rommel puso un pie en África, empezó a mostrarse muy preocupado por el hecho de que los Aliados lancen un inmediato contraataque después de la Operación Compass. Felizmente para Rommel estos no estaban preparados para tal acción, sin embargo, las declaraciones del alemán a tomar las prevenciones y solicitar esfuerzos para recuperar la iniciativa en el frente, reflejan el temor que se manifestaba dentro de las fuerzas del Eje apostadas en el Norte de África en aquel febrero de 1941. Lo que no sabían es que sus enemigos estaban débiles, y el zorro del desierto sería el primero en comprobarlo con un avasallador avance en las próximas semanas, recuperando en un par de días, todo lo que se consiguió en Compass en casi dos meses de lucha.
“Como resultado de mi insistencia, la primera división italiana se puso en marcha hacia Sire el 14 de febrero. Aquel mismo día llegaron al puerto de Trípoli las primeras unidades alemanas: el III batallón de exploradores y un batallón contra-carro. Considerando lo peligrosa que era nuestra situación, presioné para que desembarcaran rápidamente y solicité que las operaciones de descarga continuasen incluso de noche, con luz artificial, aceptando, por motivos de fuerza mayor, el riesgo de una eventual incursión aérea enemiga. La descarga de este barco de transporte de 6 mil toneladas, que duró toda la noche, constituyó todo un récord para el puerto de Trípoli. A los soldados se les entregó el equipo especial para la zona desértica a las primeras horas de la mañana y a las 11 en punto formaban ante el palacio del gobierno. De su aspecto irradiaba la más completa fe en la victoria, y este cambio de atmósfera no pasó inadvertido en Trípoli. Después de pasar revista rápidamente a las unidades, el barón von Wechmar (comandante del III Batallón de exploradores) salió de Trípoli al frente de sus hombres 26 horas más tarde llegó al frente sírtico. El 16 de febrero, algunos destacamentos alemanes que operaban con la columna de Santamaría realizaron la primera acción contra el enemigo. En aquel momento asumí el mando del frente. Por su parte, el coronel Schmundt hacía varios días que había regresado al Mando Supremo del Führer”.
El 14 y el 17 de febrero Rommel escribió dos cartas a su mujer dirigiéndose a ella sencillamente como “Lu” comunicándole que todo iba bien y se estaba organizando los preparativos que debían llevar al Eje hacia la victoria. Además también le comunicó que sus relaciones con los italianos eran buenas y se sentía cómodo en el frente que se le había impuesto. La carta de la última fecha finaliza con las siguientes palabras: “Mis muchachos ya están en el frente, que se ha desplazado unos 500 km al este. Por lo que a mí respecta ahora puedo incluso ir a verte”. En realidad en muchas de sus cartas conservadas, Rommel nunca perdería esa sensibilidad y cierto romanticismo en él. En resumen, era en todo el sentido, un verdadero soldado clásico que tenía bien en claro que luchaba por su país antes que por el gobierno, por su familia, antes que por los afanes de una nación, y por sí mismo con el fin de llevar a cabo una buena labor, más que por alcanzar la gloria personal.
Ahora prosigamos con sus declaraciones con respecto a sus primeros días en suelo africano: “Mis vuelos cotidianos entre Trípoli y el frente me permitieron conocer muy bien Tripolitania a vista de pájaro y empecé a sentir una gran admiración por los resultados de la obra colonizadora de los italianos, cuyos signos eran evidentes, sobre todo en los alrededores de Trípoli, Tarhuna y Homs. Ahora se trasladaban diariamente hacia el frente columnas italianas y alemanas. Pese al parecer contrario de los italianos, el jefe de los servicios del Afrikakorps (comandante Otto) organizó el transporte de los pertrechos a lo largo de la costa, con pequeñas embarcaciones, aligerando así muchísimo el trabajo de nuestras columnas de camiones, de por sí, nada fácil. Por desgracia, los italianos no habían pensado nunca en construir una línea ferroviario costera, que en aquel momento habría sido de enorme utilidad. Para dar la impresión de ser más fuertes de lo que éramos y a fin de inducir a los ingleses a la máxima prudencia, hice fabrica, en lo talleres que había en los alrededores de Trípoli, un gran número de carros simulados, que se montaron sobre Volkswagen y parecían totalmente auténticos. El 17 de febrero notamos signos de intensa actividad por parte del enemigo, y temí que los ingleses estuvieron a punto de reemprender su avance sobre Trípoli. Mi impresión se vio reforzada el 18 de febrero pro la presencia confirmada de nuevas unidades británicas entre El-Agheila y Agedabia. Entonces, para dar también nosotros la sensación de una actividad más intensa, decidí hacer avanzar el III Batallón de exploradores, reforzado por el Batallón Santamaría y el XXXIX Batallón contra-carro agregado a su mando, hasta la zona de El-Nofilia, con la orden de tomar contacto con el enemigo.
A partir de aquí en adelante, Rommel ya comienza a hacer mención a los primeros encontronazos entre infanterías del Eje y los Aliados desde la finalización del avance conseguido con la Operación Compass el 9 de febrero. Además también hace mención a su condecoración por su labor en Francia. Veamos:
El 24 de febrero se produjo el primer encuentro entre las tropas inglesas y alemanas en África. Los nuestros destruyeron tres vehículos acorazados de reconocimiento, un camión y un automóvil, e hicieron prisioneros a tres soldados enemigos, entre los cuales se hallaba un oficial, sin tener que lamentar por nuestra parte pérdidas de material o heridos. Mientras tanto, afluían al frente, conforme al plan previsto, otras unidades de la División Ligera 5. Teníamos todavía sospechas sobre la finalidad de los movimientos ingleses, y para aclarar la situación, el comandante de la citada División ligera, que había asumido el mando del frente, se trasladó el 4 de marzo al estrecho paso de El-Mugtaa y lo barreó con campos de minas. Durante la acción no advirtió ninguna señal de actividad por parte del enemigo. De esta forma se aseguró un sector bastante importante y se reforzó nuestra posición. Los pantanos salobres de Mugtaa el-Chebrit. Durante la acción no advirtió ninguna señal de actividad por parte del enemigo. De esta forma se aseguró un sector bastante importante y se reforzó nuestra posición. Los pantanos salobres de Mugtaa el-Chebrit se extienden, desde este punto, a lo largo de unos 33 km al sur de la vía Balbia y son impracticables para los vehículos, salvo en unos pocos puntos que, desde luego, nos apresuramos a minar. Habría sido relativamente fácil rechazar un ataque frontal que pretendiera forzar el paso, y era improbable que los ingleses quisieran intentar una maniobra de envolvimiento que los habría obligado a realizar una larga marcha sobre un terreno arenoso y plagado de dificultades. En El-Mugtaa estábamos ya a cerca de 800 km al este de Trípoli. Para los establecimientos que nos llegaban por mar, habíamos asegurado el pequeño puerto de Rasel-Ali, el cual, como todos los lugares semejantes de nombre altisonante, era en realidad un agujero desolado y miserable donde comenzaron a afluir inmediatamente los artículos de primera necesidad.
Como nos percatamos, Rommel ya había previsto, como los 30 mil de Wavell, que mientras más se acercasen las tropas de un bando u otro en territorio enemigo, las líneas de abastecimiento se veían más alargadas ante la carencia de buenos puertos, lo cual complicaba el avance de las tropas en un paraje tan desolado. Por tanto, el apoyo aéreo y naval sería fundamental en el frente norteafricano. A continuación trascribiremos una interesante carta a su esposa escrita el 5 de marzo de 1941:
Queridísima Lu:
Acabo de regresar de un viaje-o, mejor, de un vuelo-de dos días al frente, que ahora se encuentra a 720 km hacia el este. Todo va bien. Hay mucho trabajo De momento no puedo ir verte porque no podría garantizar nada en mi ausencia. Dependen de mí y de mi iniciativa demasiadas cosas. Espero que hayas recibido alguna carta mía. Mis soldados están avanzando. Aquí la única cosa importante es la rapidez. Me adapto al clima plenamente. Esta mañana incluso he dormido demasiado, hasta después de las seis…”; “…hoy hemos tenido un espectáculo de gala con la proyección de “Victoria en occidente” (una película alemana acerca de la victoria sobre Francia). Al recibir a los invitados-llegados en gran número, algunos en compañía de sus esposas-, he expresado la esperanza de que algún día podremos proyectar también Victoria en África…”
Respecto a sus escritos sobre los primeros días de la campaña, Rommel continúa:
“El resultado de nuestras operaciones en El-Mugtaa fue una retirada inglesa al este, lo que hacía suponer que el grueso de sus fuerzas se encontraban en las cercanías de Agedabia y a lo largo de la costa, hacia Berna. En esta fase, los intentos enemigos de paralizar nuestros abastecimientos mediante acciones navales en el Mediterráneo e incursiones aéreas sobre Trípoli no lograron resultados agradables. El 11 de marzo desembarcaron en Trípoli los últimos elementos del 5to Regimiento Panzer; se le dio en dotación 120 carros de combate, pero sólo 60 de ellos eran del tipo mediano (Panzer Mark III y IV). Además, la División italiana Ariete avanzaban con 80 carros de combate, todos los que en aquel momento estaban en condiciones de entrar en combate. Este despliegue de fuerzas, con material entonces modernísimo, causó mucha impresión entre los italianos. El 13 de marzo trasladé mi puesto de mando a Sirte. En un principio había tenido la intención de llegar a la localidad en avión, a bordo de un Ghibli, y con mi jefe de Estado Mayor. Pero, tras el despliegue, cerca de Tauorga, nos vimos envueltos en una tempestad de arena y el piloto, haciendo caso omiso de mis instigaciones a seguir, invirtió el rumbo y me obligó a hacer el viaje en automóvil desde el aeródromo de Misurata. Sólo allí comprendimos que no teníamos la menor idea de la terrible violencia de esas tempestades. Nubes inmensas de polvo rojizo impedían totalmente la visibilidad y reducían la velocidad del coche a un lento caminar. La arena corría a ríos, como agua, por el parabrisas, y apenas podíamos respirar a través de los pañuelos con que nos habíamos cubierto la cara. El sudor nos brotaba por todos los porros a causa del calor insoportable. Se trataba de temido ghibli. De corazón di mis excusas al piloto. Precisamente aquel mismo día un oficial de la Luftwaffe se estrelló con su aparato a consecuencia de la tempestad. El 15 de marzo, un destacamento mixto italiano y alemán, al mando del conde Schwerin, abandonó Sirtre, con dirección a Murzuch, a unos 720 km más al sur.
El Mando Supremo italiano nos había perdido que emprendiésemos esta acción porque las tropas del general De Gaulle comenzaban a hostigar en Libia meridional. Sin embargo, por lo que a nosotros concernía, nuestro principal objetivo era adquirir experiencia a base de largas machas, y sobre todo, comprobar si nuestro equipo se adaptaba a las condiciones africanas. Poco después llegó a la línea de El-Mugtaa la División Brescia completa, y la División Ligera 5 quedó disponible para llevar a cabo acciones rápidas. El 10 de marzo me trasladé en avión al Mando Supremo del Führer para informar y recibir nuevas instrucciones. El Führer me condecoró con las Hojas de Roble por la actuación de la División Panzer 7 en Francia. El comandante en jefe del Ejército (von Brauchitsch) me informó que no se preveía una decisiva acción ofensiva en África para un próximo futuro y que por el momento no debía esperar refuerzos. Añadió que después de la llegada de la División Panzer XV, a fines de mayo, debería atacar y poner en fuga al enemigo en el sector de Agedabia. Quizá sería posible entonces reconquistar Bengasi. Le hice notar que no debíamos limitarnos a tomar Bengasi, sino que sería necesario volver a ocupar toda la Cirenaica, por cuanto la zona de Bengasi no se ponía mantener militarmente sola. No me gustó la insistencia, por parte del Feldmariscal von Brauchitsch y del teniente general Halder, para mantener tan reducidos los contingentes de tropas enviados a África, abandonando a su suerte el futuro de este teatro de operaciones. Habría sido necesario aprovechar con el máximo empeño la temporal debilidad inglesa en este sector para asegurarnos definitivamente la iniciativa.
En mi opinión, otro error fue el de no afrontar el riesgo de un desembarco en Inglaterra en 1940-41. La única probabilidad de triunfo, suponiendo que la operación lo hubiera alcanzado, se habría presentado en el momento en que el Cuerpo Expedicionario Británico acaba de perder su armamento y su equipo. A partir de entonces, las dificultades aumentaron constantemente, y, sin embargo la invasión era obviamente necesaria si queríamos ganar la guerra contra Gran Bretaña. Antes de partir había ordenado a la División Ligera 5 que prepararse un ataque contra El-Agheila, fijado par el 24 de marzo; el objetivo era la conquista del aeródromo y del fortín y capturar a la guarnición inglesa. Resultaba que poco antes, el oasis de Marada, situado algo más al sur, había sido ocupado por un destacamento mixto ítalo-alemán, que ahora debía se aprovisionado, y nuestras columnas de víveres eran hostigadas sin tregua por las unidades inglesas de El-Agheila. Tras mi regreso a África, el III Batallón de Exploradores ocupó, según se había previsto, el fortín, los pozos y el aeródromo de El-Agheila en las primeras horas del 24 de marzo. La guarnición inglesa, compuesta por pocas fuerzas, había minado toda la zona y, cuando desencadenamos el ataque, llevó a cabo un hábil repliegue. Después de la conquista de El-Agheila parecía que las avanzadillas inglesas-según el informe de la Luftwaffe-se habían retirado a la garganta de Marsa el-Brega.
Esta última ubicación señalada por Rommel-Marsa el-Brega-, estaba a tan sólo un par de km al noreste de El-Agheila, siguiendo la línea costera. Hacia fines de marzo de 1941, luego de estos primeros roces con las tropas de la Commonwealth, narradas por el mismo zorro del desierto, todo estaba servido y presto para que un contraataque masivo contra los ingleses en la Cirenaica de inicio. El éxito fue rotundo y en alrededor de quince días se recuperó todo lo que la Operación Compass había logrado en dos meses.


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