Revista Salud y Bienestar

Alicante: niño muerto, niño vivo

Por Pedsocial @Pedsocial

Hanging baby dollEstos días en la levantina ciudad de Alicante se han visto dos dramas en los que niños han sido víctimas de violencia. Un niño de 9 años ha muerto a causa de la metralla que un petardo ha generado al hacer explosión dentro de una lata vacía de refrescos. Una esquirla metálica le ha causado heridas en el cuello que le han costado la vida.

Casi simultáneamente una madre ha arrojado su bebé recién nacido por la cañería de un desagüe. Casi 40 horas después fue rescatado con vida y se recupera en la Unidad neonatal de un hospital local, con buen pronóstico.

La diferencia de resultados sólo pone énfasis en las veleidades de la fortuna. Pero el origen es de una violencia hacia los niños innegable. Por imprudencia o por desesperación, pero en todo caso inexcusable.

La fiesta tiene sus costes y las celebraciones multitudinarias, sean hogueras, carreras con toros bravos, saltos y danzas o desenfrenos varios, comportan daños, lesiones y disgustos. Y ocasionalmente muertes, generalmente debidas a imprudencias no siempre fáciles de controlar.

El infanticidio es una práctica antigua, incluso presente en muchas especies de animales superiores, con raíces eugenésicas ancestrales de no siempre fácil explicación. Pero en éste siglo XXI y en el mundo occidental el infanticidio de un recién nacido es el resumen de toda una serie de desastres, inconsistencias y despropósitos de origen social, político y cultural. El embarazo no deseado tiene múltiples recursos preventivos, ampliamente divulgados. Incluso una vez iniciado la legislación contempla soluciones y la sociedad ofrece apoyos que pueden resolver el compromiso y adaptarlo a circunstancias, ideologías y biografías. Hasta que llegaron los bomberos y los neonatólogos ofrecieron sus servicios, toda una serie de instituciones y personas han fallado o perdido la oportunidad de evitar tan tremendo desenlace. Tanto las que presumiblemente deben prevenirlo como las que se oponen irracionalmente a esas medidas preventivas desde puntos de vista doctrinales. Bomberos y pediatras sólo y ex post facto pueden ser la solución.

Los niños merecen que todos estemos más atentos a los riesgos a los que pueden verse expuestos.

X. Allué (Editor)

 


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