Revista Cine

Alicia en el País de las Maravillas

Publicado el 05 abril 2010 por Diezmartinez
Alicia en el País de las Maravillas

Para ser francos, tenía la esperanza de que Alicia en el País de las Maravillas (Alice in Wonderland, EU, 2010), el más reciente largometraje de Tim Burton, saliera de cartelera antes de verme obligado a escribir la reseña respectiva. Y es que con el décimo-cuarto largometraje de Burton me ha sucedido un fenómeno curioso: aunque al momento de verla, mi primera reacción fuede aceptación (tibia, pero aceptación al final de cuentas), con el paso del tiempo la cinta fue cayendo más y más de mi gracia. Digamos que me hizo mal la digestión crítica/analítica de la cinta.

En el momento del estreno, aprecié los logros evidentes del filme, en especial su retrato de la Reina Roja (interpretada magistralmente por la esposa de Burton, la imprescindible Helena Bonham Carter) y su siempre bienvenido discurso femenino/feminista que toma como elemento central la lucha por la autonomía de su joven protagonista, una Alicia casadera de 19 años (Mia Wasikpowska), quien es empujada a aceptar la proposición matrimonial de un heredero papanatas.

Huyendo precisamente de esa declaración de amor, Alicia sigue al Conejo Blanco (voz de Michael Sheen), cae por una madriguera interminable y llega a la Infratierra de sus sueños infantiles, para encontrarse nuevamente con el Sombrerero Loco (Johnny Depp), la Oruga fumadora (espléndida voz de Alan Rickman), los exasperantes gemelos Tweedledee y Tweedledum (Matt Lucas) y el Gato de Cheshire (voz de Stephen Fry), además de enfrentarse a la histérica/paranoica Reina Roja (Bonham Carter encarnando más bien a la Reina de Corazones), quien ha usurpado el poder de su pacifista hermana Reina Blanca (Anne Hathaway chistosona).

El pecado mayor que encuentro en la re-invención burtoniana de Alicia en el País de las Maravillas (basada vagamente en los dos libros de Lewis Carroll, Alicia en el País de las Maravillas/1865 y Alicia a través del Espejo/1872) es que, a diferencia de los imaginativos libros originales que acabo de re-leer, lo que le sucede a Alicia en la Infratierra es demasiado lógico, demasiado lineal. Vaya, el Inframundo burtoniano está sostenido en la vieja relación causa-efecto de siempre lo que, tratándose del universo ensoñado por Lewis Carroll, resulta en una traición imperdonable.

Para acabar, la cinta es más una adaptación del mundo alegórico/cristiano de C. S. Lewis –con todo y Alicia convertida en una especie de mesiánica Juana de Arco- que un acercamiento válido al universo pre-surrealista de Carroll al que, parece mentira, la película animada producida por la casa Disney en 1951 le termina haciendo mucho mayor justicia.


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